Por un lado, yo recién me iniciaba en el periodismo. Por el otro, José Martínez Suárez se había hecho cargo del Festival de Mar del Plata. Por último, su hermana, Mirtha Legrand, había hecho declaraciones contra el gobierno.
Dado ese cóctel, mi jefa Marita Otero me envió a cubrir una conferencia de prensa que iba a dar Martínez Suárez en un hotel, para presentar la programación del Festival. La idea era preguntarle algo entre los demás, y ver cómo con eso se podía armar una nota. Como soy muy neurótico, llegué con 40 minutos de adelanto (siempre lo hago, soy impuntual a la inversa) y en recepción me recibieron con cierta sorpresa y me indicaron que la conferencia sería en el entrepiso del hotel. Me dirigí allí, y me encontré con una sala casi completamente vacía. Y digo casi porque, en la primera fila, había un hombre sentado, con las piernas cruzadas.
Murió José Martínez Suárez, el hermano de Mirtha Legrand
Martínez Suárez, serio, solo. El tipo que había dirigido la, quizás, mejor película de la historia del cine nacional, Los muchachos de antes no usaban arsénico. Dejé pasar unos minutos, junté coraje y me acerqué. Le pregunté si en efecto era Martínez Suárez, a lo que me respondió “por ahora…”.
De inmediato, hizo un comentario irónico acerca del poco interés que había despertado el Festival, y me preguntó para qué estaba ahí. Se lo expliqué.
-Usted es muy puntual, como yo, ¿no quiere que hagamos la nota mientras los demás van llegando? Digo, así no nos aburrimos.
Martínez Suárez agregó que le podía preguntar lo que quisiera (sabiendo que eso implicaba que le preguntara por su hermana). Era un tipo encantador, que sabía muchísimo de cine, pero por sobre todas las cosas lo apasionaba. Podía saltar de Quentin Tarantino a Francois Truffaut, siempre entusiasmado. Habló de la hermana, claro, a la que llamó La Chiqui, y me explicó que él se consideraba un socialista (“lo bueno de trabajar con peronistas es que yo les digo camaradas y ellos me dicen compañero”) y que creía que los dichos de Mirtha eran frecuentemente malinterpretados, ya que la consideraba de centro izquierda.
José Martínez Suárez en un barrio de La Matanza
Mientras hablábamos, detrás nuestro la sala se fue poblando de periodistas que asistían a la conferencia. Martínez Suárez los miraba de reojo, y seguía charlando en la entrevista. Sobre el final, me palmeó el dorso de la mano:
-¿Vio? Se va de acá con una exclusiva de una persona que no le interesa a casi nadie. Y quédese tranquilo, que todo lo que le dije no lo voy a decir en la conferencia.
Me fui del hotel hacia la redacción, que quedaba a pocas cuadras. Cuando llegué, mi jefa me miró con cara de sorpresa y me señaló un televisor en cuya pantalla se veía a Martínez Suárez dando la conferencia de prensa.
-¿Qué hacés acá? -me preguntó.
-Me encontré con un Señor -le respondí.
CP