OPINIóN

José Martínez Suárez en un barrio de La Matanza

El autor cuenta una emotiva anécdota que tiene como protagonista al cineasta fallecido, hermano de Mirtha y Silvia Legrand.

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José Martínez Suárez | captura

A principios de la década de los 60, formé parte de un grupo de jóvenes interesados por la cultura popular en un barrio pobre de la Matanza, en la provincia de Buenos Aires, llamado Villa Industrial.

En ese barrio de casas bajas de material, pocas calles asfaltadas, habitada por gente de clase media y baja, españoles, italianos, polacos, y argentinos provenientes de las provincias, con actos de violencia poco frecuentes, estaba ubicada la Sociedad de Fomento llamada “El Progreso”, en la calle Famaillá 485, casi esquina Independencia (hoy Alfredo Palacios). A pocas cuadras de la Villa “Las Antenas”, una de las más grandes del municipio, y de la avenida Provincias Unidas (hoy Juan Manuel de Rosas).

 

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Murió José Martínez Suárez, el hermano de Mirtha Legrand

 

En dicha Sociedad de Fomento, Juan Carlos Valdés, Nelson Bigo, Rubén Palermo, Javier Casarinuovo, Oscar Zambaglione, Norberto Barber y yo, decidimos, después de varias reuniones, crear un centro cultural.

Habiendo publicado dos revistas, "Caferata” y “Barro y Luz”, organizamos el Primer Ciclo del Nuevo Cine Argentino. Sin más propaganda que unos volantes y el alquiler de una camioneta para que un día a la semana durante una hora invitara a los vecinos.

Y logramos cumplir nuestro objetivo: llevar a nuestro humilde y querido barrio a los directores de cine más famosos de la época con sus películas, y el compromiso de dialogar con el público: Simón Feldman, Lautaro Murúa, Fernando Birri y José Martínez Suárez.

Ninguno de ellos negó su participación, entre sorprendidos y expectantes ante el compromiso que le propusimos. Ninguno de ellos cobró un peso. El único requisito fue que los fuéramos a buscar y los lleváramos de regreso. Incluso, una vez terminada la función, se quedaron a charlar hasta altas horas de la noche en la casa de uno de nosotros, los organizadores. Así, como se lee.

De Simón Feldman exhibimos “Los de la mesa 10” (1960), en blanco y negro, con guión del director en colaboración con Osvaldo Dragún, música de Horacio Salgán y fotografía de Ricardo Aronovich. Protagonizada por María Aurelia Bisutti, Emilio Alfaro, Luis Medina Castro, Frank Nelson, Susana Mayo, María Cristina Laurenz y Menchu Quesada. Trata el romance entre un joven y pobre obrero mecánico y una estudiante universitaria hija de profesionales con buen pasar y los conflictos provocados por sus diferentes procedencias sociales.

De Lautaro Murúa “Alias Gardelito” (1961), en blanco y negro, basada en un texto de Bernardo Kordon, música de Wado de los Ríos y fotografía de Oscar Melli. Protagonizada por Alberto Argibay, Walter Vidarte, Tonia Carrero, Raúl Parini, Lautaro Murúa, Virginia Lago, Raúl Del Valle, Héctor Pellegrini. El protagonista, Toribio Torres, alias "Gardelito" es un pobre muchacho que canta tangos, idolatra a Carlos Gardel, cuya avidez por el dinero y la gloria lo llevan al mundo del delito y a la muerte en un basural.

De Fernando Birri, “Los inundados” (1962), en blanco y negro, con guión del director en colaboración con Jorge A. Ferrando según un cuento de Mateo Booz, música de Ariel Ramírez y fotografía de Adelqui Camusso. Protagonizada por Pirucho Gómez, Lola Palombo, María Vera y Héctor Palavecino, narra la historia de una familia humilde que vive en un vagón abandonado del ferrocarril a orillas del río Salado en Santa Fe gracias al socorro público que el gobierno ofrece a las víctimas de las reiteradas inundaciones.

De José Martínez Suárez, el director que hoy evocamos, “Dar la cara” (1962), una película en blanco y negro, con guión del propio director y David Viñas, música del “Gato” Barbieri, fotografía de Ricardo Younis, tiene como protagonistas a Leonardo Favio, Luis Medina Castro, Pablo Moret Lautaro Murúa, Ubaldo Martínez, Dora Baret, Nuria Torray. Daniel de Alvarado, Walter Santa Ana, Héctor Pelegrini y Raúl Parini. Cuenta sobre tres muchachos de diferentes clases sociales que se conocen haciendo el servicio militar y una vez terminado éste, toman rumbos distintos: el universitario, el de la industria del cine y el del ciclista en la Argentina de fines de los 50 y comienzos de los 60. Una vez finalizada dicha película, que dura una hora y media, los prolongados aplausos y la presentación de Martínez Suárez por un miembro de la Comisión Directiva de la Sociedad de Fomento “El Progreso”, nuestro invitado declaró estar feliz en un ámbito nada frecuentado por personajes de la cultura reacios a trasponer la avenida General Paz.

 

El emotivo homenaje a Mirtha Legrand en Villa Cañás

 

Ante una sala repleta de vecinos, a tal punto que unos cuantos debieron ir a buscar sillas a sus casas, Martínez Suárez se dio a la tarea de contestar las preguntas, porque a eso había venido. Las que fueron generalmente sobre su vida como actor y director, la película que acababan de disfrutar, sus personajes principales, un viaje que acababa de hacer a la URSS y sus observaciones sobre cuestiones vinculadas con la alimentación y la salud.

Contó que la afición por el cine le vino desde que era un niño, de su oficio, el  importante papel de los temas, de los actores, de los escenarios de rodaje y de la música en todas sus películas; la importancia del trabajo, del estudio y de los maestros, entre los cuales citó a Carlos Hugo Christensen, Augusto César Vatteone, Lucas Demare, Daniel Tinayre, Enrique Cahen Salaberry y Francisco Mugica, entre otros; de su gusto por los cineastas más cercanos al llamado neorrealismo italiano, Roberto Rossellini, Victorio De Sica, Pietro Fermi, Federico Fellini…

Ameno en su manera de contar, no se privó de comentar acerca de la vida de los jóvenes en la actualidad y sus deseos de participar en la construcción de una sociedad más justa, de las dificultades de hacer un cine realista con calor humano y crítica social, debido a que muchos lo veían solamente como un comercio.

Fue una noche inolvidable. Para nosotros, los organizadores, para el propio invitado, y para un público que no tenía por costumbre ir al cine y que terminado el diálogo con el famoso director, que además era hermano de Mirtha y Silvia Legrand, regresaron felices a sus casas en un  barrio que a partir de las 10 de la noche no había luces en muchas de sus calles.

CP