Es la cuarta vez que trabajamos juntos” sostiene del otro lado del teléfono Tim Roth en exclusiva con PERFIL, “y tengo que decirte que me pasan dos cosas: se nos da naturalmente incluso después de tanto tiempo y es increíble seguir viendo a Quentin Tarantino con la misma energía, aunque con otro ritmo, que tenía en Perros de la calle”. Desde 1992, el año en que aquel film todo lo cambió en la escena independiente americana, cuando Tim Roth, jovencito, era uno de los protagonistas de la ópera prima de un empleado de videoclub llamado Quentin Tarantino, ambos han recorrido un largo camino. Roth, en estos años, ha oscilado entre ser un gran valor del cine independiente y del Hollywood adulto, ha tenido su instante en la nueva TV (Lie to Me) y ha sabido sobrellevar la fiebre de los superfilmes (fue el villano de la segunda versión Marvel de Hulk en el cine).
ROTH: “No creo que sea un problema que todas las películas actuales sean gigantes, que apunten a un público que mezcla lo adulto y lo infantil. Pero el cine independiente también vive un gran momento. No sólo eso: la televisión también. Quiero decir que puede criticarse aquello que uno cree más enorme de Hollywood, que se nos impone, y hasta decir que Quentin es una excepción. Seguro que lo es. Entiendo que no se busca un cine de autor como en los 70, al menos en el mainstream. Pero tantas plataformas permiten una pluralidad que antes era insospechada.”
Roth y Tarantino vuelven a estar juntos y lo hacen en el western de cámara Los 8 más odiados, el retorno estilizado de San Quentin al cine seco y canchero, un film filmado en 70 mm (un formato vieja escuela, caprichoso y cinéfilo, un gesto hermoso de Tarantino imposible de verse en ese formato en nuestro país) y que se estrena el próximo jueves.
—¿Qué cambió en Tarantino desde la última vez que filmaron juntos, en 1997, “Four Rooms”?
—Nada. Es una fuerza de la naturaleza en un set. Corre, va y viene de aquí a allá. Sigue siendo alguien que entiende mucho, y de muchas formas, lo que está haciendo detrás de cámara. El tiempo sólo ha dejado en claro que su forma del cine es excepcional. No tiene que ver con el cine y su estado, como me decías antes. Quentin es un director distinto, y se nota mejor que nunca en sus sets. Hoy lo hermoso es que puede hacer la película que quiera. Su libertad me parece excepcional. Ha conseguido eso, y lo ha hecho siendo un salvaje. Ama el cine, y te hace amarlo cuando estás en su set. Ni siquiera deja que haya celulares en el set. Se convirtió en su propio género.
—Hablabas de que no te molesta el Hollywood actual, pero es difícil asociarte a ese tipo de películas de franquicias, incluso cuando hiciste una. ¿La TV juega un rol importante en esa aceptación de Hollywood?
—Bueno, soy inglés. Lo aclaro simplemente porque, en un momento, la televisión “de lujo”, la elegante, venía de Inglaterra y Estados Unidos hacía otro tipo de TV. Más allá de las calidades, que es discutible, más allá de las obras maestras, la real posibilidad que trajo la nueva televisión: papeles distintos, o poder ahondar más en otros papeles. Son opciones distintas, a las que la diversidad da un valor diferente. Yo como actor puedo trabajar en proyectos que me interesan. Eso es un privilegio y eso te muestra que desde mi punto de vista, como persona que trabaja de esto, estamos en un gran momento.
—¿Recordás aquel set de “Perros de la calle”?
—Uff, claro. Fue una de mis primeras películas y realmente creía que iba a cambiar todo. Te dabas cuenta por la energía que tenía. Hay algo que siempre es igual: Quentin crea unos personajes que son, de alguna forma, fáciles de actuar. Quiero decir, casi todo está en la página. El odiaría que diga algo así.
—Tarantino se queja de la brutalidad policíaca, que justo en el momento de promoción del film coincidía con el asesinato de gente de color casi con frecuencia semanal. ¿Qué pensás al respecto?
—Esta película es una película de Tarantino, seguro, pero también un film en extremo político. Tiene lugar post Guerra Civil con tensiones racistas muy muy muy presentes. No quiero develar nada de la película, pero Quentin sabe mezclar esas capas. El sabe qué piensa y sabe salir a decirlo. Lo de Ferguson (n.d.r.: localidad donde la policía asesinó a un joven de color) fue una coincidencia.
Terrible, claro. Pero también encuentra en Quentin una persona tremendamente lúcida y que no tiene miedo de sus declaraciones.
—Después de tantos años como actor, y de papeles en filmes grandes, pequeños, de directores de varios países ¿cómo elegís tus roles?
—Con calma. Me ofrecen muchas cosas y en los últimos años como actor me he divertido como nunca en mi vida. Me llega material que nunca pensé tendría a mi alcance o en mis posibilidades. O que simplemente no te imaginaste que vendrían. Eso es a lo que me refiero cuando hablo de lo mejor.
—Hiciste de Blatter justo en el momento en que aparecieron las denuncias contra la FIFA. ¿Por qué?
—Soy un actor y trabajo de esto. Eso es algo que no olvidé nunca, aunque los que me critican sí. Cuando pasan cosas como lo de la película de la FIFA no queda otra opción que ser responsable y hacerse cargo. Es así y no me hace feliz. Pero es una vida de actor, no cualquiera puede entenderla. Odié cada día que pasé en ese set.
—¿Qué podés decir del personaje que interpretás?
—Lo primero y realmente halagador es que Quentin lo escribió pensando en mí. En un momento, casi logramos que yo esté en Bastardos sin gloria, pero nuestros calendarios no coincidieron. No quiero contar mucho, de verdad, pero puedo decirte que Quentin hizo esta película pensando un poco en todas sus otras películas.
Además, es un personaje intenso este tal Oswaldo Mobray, un inglés pomposo, intenso y agresivo. Encaja perfecto en el juego tenso que es el film. Nadie podía dudarlo: Quentin, otra vez, sabe lo que hace.
Cine a la vieja escuela
Todos aquellos que fueron parte de Los 8 más odiados, el nuevo opus de Quentin Tarantino (y hablamos de una lista que incluye a Samuel L. Jackson, Kurt Russell, Jennifer Jason Leigh, Demian Bichir y Michael Madsen, entre varios otros), western que muy probablemente vaya a ser candidato en la próxima ceremonia de los Oscars, rescatan la sensación de un cine de vieja escuela, distinta a cualquier otro set. Tim Roth habla al respecto: “Hay algo que queda fuera de un set de Tarantino, algo molesto del mundo moderno, y eso lo convierte en algo único. No sólo por la ausencia de celulares. Tiene una idea del cine que implica la celebración, que es algo que debe compartirse, ser público, sea delante o detrás de la pantalla. ¿Cuántas películas que ves hoy son una celebración honesta y enamorada del cine y vienen de un director que sabe que puede convocar precisamente por esa sensación?”.
También está el hecho de que Quentin Tarantino decidió filmar su nueva película en un formato vieja escuela, que aprovecha la pantalla de forma física y sentida: 70 mm, una opción espectacular, pero cara y hoy en extinción. Roth: “Fue divertido cuando lo anunció. Fue durante la primera vez que leímos el guión. Era divertido ver esas lentes gigantes en el set. Les decíamos las lentes Ben Hur, porque es la película más conocida filmada en ese formato.” Y agrega: “No quiero decirle a nadie qué pensar de la película. Pero creo que Tarantino lo ha logrado otra vez: hacer una película distinta, feroz, divertida, que te tensa. Nadie hace cine como él, y todos los sabemos. Es maravilloso en ese sentido.”
El problema, claro, fue que al hacerla en 70 mm tuvo menos espacio del buscado en las salas de cine, colapsadas por el Star Wars: Episodio VII que lanzó la Disney con todo su poderío. Problemas de ser independiente de verdad.