Primer encuentro (1997)
Habían pasado casi doce años del duro fracaso de Eversmile New Jersey, mi segunda película, doce años en los que me había exiliado en el mundo de la publicidad, pero ya sentía que tenía una cuenta pendiente con el cine y debía volver a filmar. Filmar una película pequeña, pensaba, producida y financiada íntegramente por mí de tal manera que en el caso que nuevamente salga mal podía hacerla desaparecer sin que casi nadie se entere. No como Eversmile… de la cual mucha gente estaba pendiente porque la protagonizaba nada menos que Daniel Day Lewis. Fueron meses llenos de dudas, buscando temáticas, historias, estilos, revisando los filmes de los grandes maestros, hasta que un día, casi casualmente, me encontré con un ciclo del nuevo cine iraní que exhibían en un cine de Recoleta. La primera película que vi, ¿Dónde está la casa de mi amigo? de Abbas Kiarostami, fue una revelación. De golpe, se disiparon las dudas. Ese era el camino: historias infinitamente pequeñas, que jamás habían sido contadas, personajes comunes convertidos en héroes. ¿Cómo es posible, me preguntaba, que este hombre pueda mantener al espectador sentado y atento durante noventa minutos, con la trivial historia de un niño que va a buscar su cuaderno de clase a la casa de un compañero que se lo llevó ¿equivocadamente? Y sin embargo, el film atrapa como si fuera Indiana Jones. Kiarostami con este film me enseñó que no hay historias pequeñas, ni personajes pequeños. Todo está en desde dónde se cuente la historia. Luego vinieron A través de los olivos, Y la vida continúa y por supuesto El sabor de las cerezas, que ese mismo año ganaba la Palma de Oro de Cannes, con otra historia mínima. Pero además de sus historias y sus personajes, Kiarostami me fascinaba por su estilo, por ese mezcla de ficción y realidad, con actores que muchas veces no eran actores, con locaciones reales, con la luz real, con los sonidos reales, con una transparencia en el relato donde no cabía ningún efectismo y fundamentalmente porque Kiarostami había encontrado una poética de lo cotidiano, había encontrado belleza ahí donde nadie la había buscado.
Quizá no tan casualmente por esos mismos tiempos yo comencé a entusiasmarme con el equivalente literario de Kiarostami: el escritor americano Raymond Carver.
Fue en medio de esa influencia y entusiasmo que nace Historias mínimas.
Segundo encuentro (2007)
En diciembre de ese año me invitan, con mi película El perro a participar del Festival Internacional de Belgrado. Por curiosidad y por cholulismo pregunté quiénes eran los otros invitados. Estaba Alex de la Iglesia a quien ya conocía, Dusan Makavejev, director de Montenegro, una extraordinaria comedia negra que yo admiré fervientemente por los comienzos de los 80, y al día siguiente llegaba Abbas Kiarostami. Esa era la oportunidad para conocer al maestro y expresar mi admiración y agradecimiento a quien más había influido en mi oficio.
Al día siguiente se desencadenó en Belgrado una intensa tormenta de nieve y el vuelo en el que venía Kiarostami quedó demorado en Munich a la espera de una mejora de las condiciones meteorológicas. Di por supuesto que ya ese día no venía. Fui a cenar con todos los demás invitados y promediando la cena aparece el director del festival, una señora de aspecto alemán y la figura inconfundible de Kiarostami, con sus clásicos anteojos oscuros que en esa ocasión le servían para ocultar el cansancio del interminable viaje. El director nos presenta a todos en general y sienta a Kiarostami casi enfrente mío. Me ha pasado que ¿cómo inicio una conversación? Ni siquiera sabía si hablaba inglés. Sí hablaba un fluido francés con la señora alemana que, después me enteré, era su representante. Pero mi francés no disponía de más de dos o tres frases. Estaba en ésas cuando un conjunto zíngaro comenzó a tocar, Alex de la Iglesia salió a bailar seguido por casi todos y en el medio del tumulto Kiarostami desapareció.
Al día siguiente Kiarostami inauguraba una exposición de sus fotografías bajo el título de “Una poética de lo real”. Ahí sí, pude, representante por medio, hablar unos momentos con él. Le conté de la importante influencia que sus películas ejercieron en las mías y quedé en enviarle un DVD de Historias mínimas.
Se lo envié una semana después pero nunca supe si Kiarostami la vio.
Tercer encuentro
Hace unos días murió Abbas Kiarostami en París. Hacía mucho tiempo que su nombre no estaba presente en mí. No había vuelto a ver por años aquellos filmes que había amado tanto.Pensé que era el momento de volver a ellos, así que anoche vi nuevamente Close-Up, para mí la obra cumbre de su estilo.
Los filmes, especialmente aquellos que nos entusiasmaron en algún momento, envejecen muy rápidamente. Me ha pasado con muchísimas de mis películas favoritas. En el mejor de los casos quedan sólo como testimonio de una época. Pero hay algunos filmes, muy pocos, a los que no parece hacerles mella el tiempo.Que conservan la frescura del primer día. Pienso en De Sica y por supuesto en Kiarostami. Filmes transparentes, de un gran compromiso con la realidad, en los que se descubre una intensa carga moral. Filmes casi didácticos.
O dicho en palabras de Kiarostami: “El arte nos llama para extraer de nuestra realidad una verdad oculta, difícil de descubrir y que no se encuentra a un nivel material, sino espiritual”.
* Director, guionista, ganador del Premio Goya a la mejor película latinoamericana. Dirigió entre otras, La película del rey, Historias mínimas y Días de pesca.