Los cuadros de Diego Maradona, Ernesto Guevara, Carlos Gardel y Jorge Luis Borges son algunas de las imágenes que decoran el segundo piso de un hotel del
microcentro, lugar elegido para presentar Sólo para dos, película coproducida entre España y Argentina y que lo tiene como protagonista con Martina Gusmán, bajo la dirección del madrileño Roberto Santiago.
—¿Algunos son tus ídolos?
—No. No tengo ídolos. Leí bastante del Che. Fui a Santa Clara, toqué su tumba y por poco me cortan la mano. Me parece que su historia tiene un costado romántico que quizá cuando estás en Cuba difiere de la información leída. Es un personaje genial, todo su espíritu, su valor de lucha es inolvidable, pero evidentemente el comunismo no funciona en ningún país del mundo. Y Gardel me encanta. Me gusta el tango, y sus canciones no las puedo escuchar por nadie más que él. Quizá puedo mechar algo de Julio Sosa. Y no escucho tanto porque la jefa de la casa no me deja (se ríe).
Así, con buena onda y una sonrisa dibujada en la cara, Nicolás Cabré charla con PERFIL. La felicidad se debe al estreno de otra película que suma como protagonista a su CV, luego de la exitosa ¡Atraco!, pero también se hace superlativa con la llegada de Rufina, su pequeña hija de un mes y medio, que concibió con María Eugenia “China” Suárez. “Una ma-dra-za”, responde, enamorado, el actor fanático de Vélez.
—¿Manejás la profesión desde el punto de vista
ideológico?
—No. Quiero seguir viviendo experiencias nuevas, encontrarme con gente importante. Yo quiero ser buen actor, punto. Crecer. Y esta película me dio la posibilidad de conocer a Roberto Santiago, otro director español de comedia, y a Joan Benet, ex director de fotografía de Almodóvar.
—Rodaste “¡Atraco!” en Madrid y ahora te tocó en la Isla Margarita. ¿Cómo te sentiste, ya que es difícil alcanzar esos papeles?
—Es buenísimo, lo vivo con alegría, sabiendo que no se da todos los años. Me encantaría seguir filmando afuera. El grupo fue buenísimo, el lugar era espectacular, pero muy inseguro, no sos tan libre y nos teníamos que mover en grupos por la calle. Allá no está fácil.
—¿Qué te da el cine que no te dan ni la TV ni el teatro?
—El cine me genera una adrenalina diferente, es una piña. Una sola. Tenés que estar atento, tener bien en claro lo que hacés; no es la televisión ni el teatro, que al otro día te dan revancha, que ofrecen la posibilidad de probar.
—¿Entonces te ponés en la actitud de un noqueador?
—Sí, me pongo esa exigencia. Hay diferentes maneras de ganar una pelea. No creo que exista alguien en el mundo que esté contento si está disconforme con su trabajo. Soy muy exigente, demasiado, muy autocrítico.
—¿Al punto de que te mirás, no te gustás y decís “me quiero matar”?
—¡Sí! ¡Me pasa el 80% de las veces! Es parte de esta profesión. Trataré de recordarlo y que no se repita.
—Darín se dedica sólo al cine; hoy competís con Francella en cartelera y género, y es otro actor que convoca público. ¿Seguirías por ese camino?
—Ricardo es Mayweather y Pacquiao juntos (N. de R.: son los dos mejores boxeadores del mundo). Es otra cosa. No creo que existan muchos que puedan decir “hago sólo cine”. No reniego de la televisión, me gusta y a veces se menosprecia. Es realmente complicado, tanto para actores como para productores y técnicos, hacer una escena en diez minutos que en cine se hace en una hora. Hay buena calidad. No creo que el ideal sea hacer sólo cine.
—Así como el rating es para la televisión, la taquilla lo es para el cine. La comedia “Corazón de León” superó el millón de espectadores. ¿Te interesa el número de público?
—No lo vivo compulsivamente ni obsesivamente. Cada película tiene su expectativa de público, no todas tienen que hacer un millón... Estoy contento con que se cubran las expectativas del productor.
—¿Sabés cuál es el número para esa expectativa?
—No. A veces pregunto: “¿Cuánto va?”. Me dicen: “Tanto”. “¿Y está bien?”. A veces dicen que sí, otras que falta. Este trabajo es así.
—¿Leés las críticas?
—Sí. Igualmente la gente ya no toma de referencia a los críticos para ir a ver una película, creo que funciona más el boca en boca. Yo no sé quién escribe. Es raro. Sí acepto la crítica de personas específicas que me resultan importantes: mi representante, Rosón, y de Adrián (Suar). Hay cosas que vienen de mala leche, te das cuenta, siempre hay una frase que repiten: “Los tics televisivos”. ¿Qué es un “tic televisivo”? ¿De qué estás hablando? No las comparto, y muchos escriben sin mirar. Yo he estado haciendo una obra de teatro y el crítico estaba durmiendo y después leés que te mata. Y decís: “Dormiste cuarenta minutos, hijo de...”. A lo mejor piensan que con 30 años no podés ser buen actor, que tenés que tener 60 para serlo. Y después está el otro extremo: los intocables. Yo me tiro un pedo y está mal, y otro actor se tira un pedo y está increíble.
—¿Cómo te llevás con la fama?
—Tiene un lado que te permite lograr o hacer cosas que de otras manera no, te permite vivir bien y hacer lo que te gusta, algo que no muchos consiguen. Y tiene otra parte que es una cagada respecto de invasiones que son inentendibles. Me asusta que me saquen fotos, o a mi hija, y que después hagan un Facebook trucho.
—¿Es por eso que no utilizás redes sociales?
—No las entiendo. Mi mujer las utiliza bastante. No sé si sirve demasiado para laburar. A mí no me sale decir “buenos días a todos”, “estoy haciendo aquello”. No es lo mío. Uso la computadora para dos o tres cosas, nada más. Las redes sociales y otras cosas son heavies, donde hablar es gratis y muchas veces morboso, dicen cosas terribles. Y claro, desde atrás de una pantalla son todos guapos. Es un vale todo. Creo que deberían existir filtros. Leí cosas terribles y nadie se hace cargo de nada. En una de las páginas más importantes de internet estaba la noticia de que había nacido mi hija y en los comentarios decía “que lástima que no les pasó lo mismo que a otra persona (N. de R.: por Panam)” que había perdido su hijo. Yo lo veía y preguntaba: ¿no hay un responsable? No me las tomo en serio para no enojarme.
—Volviendo a la película, la trama toca, entre otros temas, cuestiones de infidelidad y del miedo a quedarse solo. A lo largo de tu vida tuviste muchas novias conocidas. ¿Le temés a la soledad o te gusta tener tus tiempos solo?
—Siempre tuve relaciones y traté de estar con alguien. Si a las cosas no las tomo en serio no las puedo hacer. Siempre traté de creer en algo, en un proyecto con alguien o de trabajo. A la vez soy muy solitario. Dentro de la pareja necesito mis tiempos, no para hacer nada, capaz que me cuelgo con un caminito de hormigas. Todos los días necesito un ratito para mí, que surgen, está en mi naturaleza. Me gusta el silencio.
—¿Ser papá te cambió mucho la visión de las cosas? ¿Estás más relajado profesionalmente?
—Sí, me cambió las prioridades. Ya el hecho de desviar la vista... cuando dejás de mirarte el ombligo te cambia todo, ni todo es tan terrible ni fabuloso, ni debe ser ya. Te das cuenta de que te tenés que ocupar de esa personita; hizo nacer muchas cosas en mí que quizás no conocía.
—¿Sos lo que imaginabas como padre?
—Me veo muy bien. Estoy feliz, no sé qué esperaba. “Que venga lo que venga”, decía al momento del embarazo. Lo quería vivir, nunca había agarrado un bebé porque me daba impresión de fragilidad. De repente me encontré agarrando a mi hija con naturalidad, haciendo cosas que tenés que hacer, como cambiar pañales cagados, ir creciendo con ella, entender por qué llora, las cosas que le gustan. Es el inicio de una relación maravillosa.