Para la mayoría de los niños de nuestro país el calendario anual se divide en los mismos momentos: entre tiempo escolar y receso o vacaciones. Este calendario es generalmente regular y compartido para los niños/as de entre 4 y 18 años de edad. Sin embargo, hay millones de niños y niñas para quienes es ajeno ya que reparten su tiempo entre la escolaridad y el trabajo. Según el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (2018) en Argentina hay más de 8 millones de niños que a diario salen a trabajar sea remunerado o no, dentro o fuera del hogar familiar, en ámbitos urbanos o rurales. El resultado de esto es una enorme desigualdad.
La mayoría de los niños y adolescentes que deben combinar trabajo y educación terminan por abandonar la escolaridad. El resultado de las trayectorias escolares es significativamente más bajo: agotamiento, escasa capacidad de concentración, falta de tiempo para responder a los requerimientos educativos, son solo algunos de los motivos asociados al trabajo infantil. Así, sin otras opciones disponibles, lo que se abandona no es solo la escuela, se abandona la posibilidad de romper el ciclo de desigualdad. Se cambia un mundo de reglas para los niños y niñas y se ingresa de manera prematura a un mundo que es ajeno a su condición de niño.
Millones de niños y niñas pierden la posibilidad de crecer en los entornos comunes y propios de la niñez quedando expuestos a innumerables violaciones de sus derechos.
Aunque suele pasar inadvertido, la magnitud del problema es evidente. No solo al considerar que más de la mitad de los niños y adolescentes de nuestro país realiza algún tipo de trabajo que le permita sobrevivir, sino por las circunstancias en que se realiza y los riesgos que conlleva. Los niños y adolescentes que trabajan lo hacen generalmente en peores condiciones: sin cuidados de seguridad e higiene, están expuestos a ruidos muy altos, cargas pesadas, trabajos peligrosos; se desempeñan en empleos de menor calidad; exceden los horarios de las jornadas de trabajo establecidas por ley y casi la mitad de los que se encuentran en actividad, ingresaron al mercado laboral antes de la edad legal permitida.
El trabajo infantil alcanza a más de 150 millones de niños de entre 5 y 14 años en todo el mundo. Por este motivo, desde el año 2002, cada 12 de junio se conmemora el Día mundial contra el trabajo infantil con el objetivo de dar visibilidad a la gravísima situación que atraviesan las víctimas de este flagelo, quienes son explotados, y pierden salud, educación, son privados de su bienestar general y ven limitadas sus posibilidades de desarrollo.
Poner fin al trabajo infantil debería ser una prioridad de un Estado garante de los Derechos de los niños y adolescentes. Es necesario el desarrollo, con intensión y verdadero compromiso, de políticas de fiscalización que sancionen a los empleadores que contratan mano de obra infantil y que se ejecuten las políticas de protección e inclusión social para prevenir una vulneración severa a los derechos humanos de millones de niños en Argentina.
*Directora Nacional de Aldeas Infantiles SOS Argentina