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Al alcalde de Nueva York le dieron 48 horas para renunciar

El demócrata Eliot Spitzer era cliente de una red de prostitutas de lujo. Los republicanos le dieron un ultimátum y su estrella política está al borde del abismo.

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Nueva York - El gobernador demócrata de Nueva York, Eliot Spitzer, apodado "Eliot Ness" por su cruzada contra el crimen, recibió este martes un ultimatum republicano exigiendo su renuncia en un plazo máximo de 48 horas tras revelarse que era cliente de una red de prostitutas de lujo.

Spitzer, de 48 años, casado y con tres hijas, había respaldado a Hillary Clinton en la carrera por la investidura demócrata a la Casa Blanca y era considerado hace un año como una estrella ascendente de su partido.

El diario The New York Times reveló el lunes que Spitzer estaba mencionado en documentos de una investigación policial federal del FBI como cliente de la red de prostitutas "Emperors Club", que cobraba hasta 5.500 dólares por hora. El jefe de la minoría republicana en la Asamblea del Estado de Nueva York, James Tedisco, dio el martes un plazo de "24 a 48 horas" a Spitzer para que renuncie o se exponga a una destitución. "No queremos disculpas", dijo Tedisco.

Desde su cargo anterior como fiscal general del Estado de Nueva York, Spitzer se había ganado a partir de 1998 una reputación de incorruptible y con ella una larga lista de enemigos, sobre todo en el mundo de Wall Street. Tras ser objeto de numerosas consultas del New York Times durante el fin de semana, Spitzer supo que la revelación de su presunta afición por las "call girls" era inminente y convocó una rueda de prensa para la tarde del lunes.

En una sesión de autohumillación pública, frecuente en la vida política norteamericana impregnada de moral religiosa, Spitzer pidió perdón ante las cámaras de televisión junto a su esposa, pero no habló de renuncia. El martes, su caso ocupaba las primeras planas de todos los diarios norteamericanos, que abundaron en detalles sobre el funcionario irreprochable arrastrado por el escándalo sexual y evocaron su eventual renuncia. "Al borde del precipicio de la ruina, el que fue un incansable cruzado y un político encantador, está reducido ahora a un alias en un prontuario federal: Cliente 9", escribe el New York Times.

"Cliente 9" es la forma en que Spitzer es identificado en los documentos judiciales que detallan sus contactos telefónicos grabados por el FBI con la red de "escorts" VIP, que en su catálogo por internet clasificaba a las chicas en función de sus atributos y de su precio, entre uno y siete diamantes. El "Cliente 9" contrató los servicios de "Kristen", una joven norteamericana por la que pagó 4.300 dólares --viáticos incluidos-- para un encuentro el 13 de febrero pasado, víspera de San Valentín, en un hotel de Washington.

Según la transcripción de las conversaciones citadas por la prensa, "Kristen" no era la primera chica contratada por Spitzer, que ya había recurrido en el pasado a los servicios del "Emperors Club". Según el rotativo, el gobernador probablemente no sea arrastrado a los tribunales por ser cliente de la red de prostitutas desmantelada, sino tal vez por las maniobras que hacía con su dinero para preservar el anonimato.

Sin embargo, más allá de eventuales problemas con la justicia, el daño del escándalo afectó severamente su imagen, en una sociedad donde ética pública y privada son a menudo indisociables al extremo de incentivar la hipocresía. El escudo moral que Spitzer esgrimió durante su ascendente carrera política se convirtió de esa forma en arma de doble filo cuando la opinión se enteró de que el gobernador frecuentaba meretrices de lujo en sus ratos de ocio.

Graduado en Princeton y Harvard, Spitzer fue un implacable fiscal general que invocaba a menudo la "traición de la confianza pública" y la "moral" para combatir los crímenes financieros en Wall Street, donde la noticia del escándalo fue recibida con una ovación en la sala principal de la bolsa. Si Spitzer finalmente renuncia, su sucesor sería su actual adjunto, David Paterson, de 53 años, un ciego que se convertiría además en el primer gobernador negro de la ciudad.

Hillary Clinton, que había recibido el apoyo de Spitzer en su campaña, se limitó por el momento a decir que no tenía comentarios para hacer sobre el escándalo, más que lamentar el suceso y enviar un saludo al gobernador.