El mismo día en que se estrenó en Latinoamérica la tercera temporada de la serie House of Cards, la realidad –en este caso, la realidad política de los Estados Unidos– brindó un capítulo que bien podría haber sido parte de la serie de ficción política.
Es que, faltando seis horas para que cerrara la jornada legislativa, no se lograba el acuerdo necesario entre el Partido Republicano y el Demócrata para aprobar el presupuesto como para que la Agencia de Seguridad Nacional (DHS, por su sigla en inglés) siguiera en funcionamiento.
De no haber llegado la negociación a buen puerto, el gobierno de Obama se habría puesto en una situación de quiebre, que en el código de la política de aquel país se explica como un “cierre”.
El DHS es el ente responsable de vigilar las fronteras del país, aplicar las normas migratorias y coordinar la seguridad antiterrorista. En caso de haberse quedado sin fondos, el 85% de sus empleados hubiese tenido que seguir trabajando pero sin cobrar hasta que un presupuesto fuese aprobado.
Lo que se consiguió a pocos minutos del plazo y luego de una jornada en la que las negociaciones fueron de todos los carices, es una semana más para seguir negociando a fin de conseguir un presupuesto definitivo para todo el año.
También marca un revés para los sectores más extremos de ambos partidos, aunque está claro que la derecha republicana tiene cada vez más peso en el accionar de dicho partido.
John Boehner, el líder de los representantes republicanos (el análogo de los diputados de Argentina), fue el protagonista de la jornada y, seguramente, uno de sus grandes derrotados. Fue él quien trabó el acuerdo, mientras que a última hora los senadores salieron al rescate del gobierno bajo el argumento de que “es más importante que no se detenga el país que que sigan adelante las leyes que promueven los demócratas.
Grieta. El disenso mayor entre ambos partidos se produjo cuando unilateralmente los demócratas quisieron promulgar una ley migratoria con la que los republicanos más extremos estaban en desacuerdo.
A partir de allí se desarrolló un vendaval de polémicas que afectó a todos los presupuestos: a mediados de enero, la Cámara de Representantes aprobó un presupuesto del DHS con cláusulas que revertían esas medidas. Para que esa propuesta se convirtiera en ley debía ser validada por el Senado, donde –pese a la mayoría republicana– eran necesarios seis escaños demócratas para lograr su aprobación.
Los demócratas no brindaron ese apoyo, y ahí se produjo el corte: el sector más beligerante de la bancada rechaza una solución temporal y aboga por dejar sin dinero al DHS como vía de presión contra las medidas migratorias de Obama.
Ayer, a pocos minutos del cierre, se consiguió una prórroga para seguir negociando. Una semana más en la que habrá presiones: ley migratoria vs. el presupuesto de la DHS.
Republicanos, más a la derecha
La crisis presupuestaria marcó una vez más el crecimiento de los sectores más conservadores del Partido Republicano.
Estos sectores tuvieron su reunión anual esta última semana en el Congreso de la Unión de Conservadores Americanos, que se celebró estos días en National Harbour, una localidad vecina a Washington.
Allí se notó el poder de este sector y sus candidatos: los senadores Rand Paul y Marco Rubio, el gobernador de Wisconsin, Scott Walker, y el ex gobernador de Florida, Jeb Bush.
Para los analistas internacionales, que juzgan la experiencia electoral última del partido, el gran desafío de las próximas elecciones estará en compatibilizar las ideas de una militancia de ideas extremas con un electorado que requiere realismo del partido del elefante azul. “Necesitamos un candidato sólido, alguien que haya ganado elecciones, con experiencia ejecutiva y que pueda hablar a todo el país”, afirman.