Desde que se conocieron las primeras noticias sobre la posible estatización de YPF por el Gobierno argentino a la española Repsol, y luego su expropiación de hecho, cierto clima de animadversión se generó en torno al colectivo argentino residente en la península ibérica.
Este clima se vio expresado, claramente, en los comentarios volcados en diversos foros y, en especial, al pie de las noticias. También en hechos aislados, pero no por ello menos vandálicos, como las pintadas hechas a la vidriera del negocio Gusto Argentino en A Coruña, y la prohibición de entrar a ciudadanos argentinos a un bar en Sevilla. Incluso, la Cadena SER (Prisa), la más escuchada en España, le dedicó tiempo al tema de la animosidad hacia los argentinos, en su segmento vespertino La Ventana, conducido por Gemma Nierga.
Sin ir más lejos, el pasado lunes por la mañana, se escucharon en la RNE (Radio Nacional de España), pagada por todos los contribuyentes, en boca de un cómico con un tono despreciativo y burlón, frases como las que siguen: “Los argentinos hablan tan rápido que no se les entiende nada”; “En España vivía un jugador de fútbol, su novia era modelo, luego se dio cuenta de que era transexual, se volvieron a Argentina y ella fue presidenta. Se llama Cristina”, a lo cual el conductor le replicó por lo bajo: “esto, traerá quejas”, para finalizar diciendo: “¿Calamaro? Vuélvete, Calamaro”. Esta última, es una de las frases que muchos inmigrantes de diversas nacionalidades identifican como más hirientes y escuchadas en España.
Lo cierto, es que la construcción de la expropiación de las acciones de Repsol en YPF, esgrimida por gran parte de los medios ibéricos y por el propio gobierno de Mariano Rajoy, fue presentada como un conflicto entre ambos países. Términos como expolio, robo, amenaza e inseguridad jurídica fueron utilizados con generosidad en la construcción noticiosa frente a la evidente falta de análisis y escasas líneas dedicadas, específicamente, al cumplimiento de las pautas de inversión, la problemática del déficit de hidrocarburos en la Argentina y el papel de Repsol que en ello cabe. ¿El resultado? Una confusión de dimensiones desproporcionadas en el imaginario del público.
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