Título del diario madrileño El Mundo, el miércoles pasado, sobre un peritaje científico clave que determinaría qué tipo de explosivos fueron utilizados en la masacre del 11 de marzo de 2004: “Los análisis detectan una sustancia que no forma parte de la Goma 2 ECO”.
Tal versión alentaba la hipótesis de que la banda vasca ETA tendría que ver con los atentados, lo que le permitiría probar al Partido Popular que había sido víctima por parte del socialismo de una de las conspiraciones mejor preparadas de la historia. Tapa del diario El País, líder en ventas, el mismo día: “Los análisis hallan elementos de Goma 2 ECO en todos los escenarios del 11-M”. Es decir, autoría exclusiva islamista. ¿Blanco o negro?
En España, un hecho y su negación son defendidos por medios y periodistas con pasión propia de los políticos, habida cuenta de un embanderamiento desembozado con uno u otro partidos mayoritarios.
En este marco, el país ibérico quedó entrampado en el debate sobre la autoría o no de ETA de los atentados del 11-M. Pese a ocupar el centro de la escena local, la discusión hace rato que, por insólita, dejó de interesar fronteras afuera. La estrategia de una serie de medios españoles consiste en sobreestimar hasta el paroxismo todo dato que contribuya a su causa, para que luego la bola se agigante en interminables horas de debate televisivo y radial.
Uno de esos indicios había partido de boca de José Emilio Suárez Trashorras, el narco asturiano que presuntamente facilitó los explosivos a los marroquíes y que, repentinamente, en septiembre comenzó a develar que ETA e islamistas se confabularon para llevar a cabo la masacre. Ello conmovió a muchos, hasta que salió a la luz una escucha legal: “Mientras El Mundo pague, si yo estoy fuera, les cuento la Guerra Civil española. Si te vienen con un chequecito...”, dijo Trashorras en un diálogo telefónico con su padre.
