Ni el más inteligente analista ni el más informado diplomático pudo anticipar la Caída del Muro de Berlín. Nadie supo anunciar el desplome de la Unión Soviética, ni siquiera un día antes del 9 de noviembre de 1989. Tampoco nadie pudo preveer lo que ese impacto provocaría en los satélites europeos de Moscú que fueron cayendo como fichas de un frenético dominó anticomunista.
Es importante tener presente este antecedente para no dejarse llevar por la euforia que despierta el estallido egipcio, que tras 18 días de protestas ininterrumpidas provocó la hasta hace pocas semanas impensable renuncia de Hosni Mubarak. Pero ya nada volverá a ser lo que era para las monarquías, sultanatos, emiratos y demás efumismos de dictaduras árabes. De eso, no deben quedar dudas.
Quizá por ese dato, un emocionado Barack Obama saludó los cambios en el régimen de Egipto y anunció que estamos siendo testigos del paso de la Historia, esa que se escribe con mayúsculas. Hay euforia en la Casa Blanca. Y eso es saludable: termina una alianza que se inició en los 70, cuando el siniestro –y también astuto– Henry Kissinger acercó a Washington con El Cairo para quitarle una valiosa ficha a la URSS en el ajedrez de la Guerra Fría.
Pero qué pasará con otros amigos de Estados Unidos en el mundo árabe si la revuelta continúa su curso. ¿Festejarán en Washington la caída del rey de Arabia Saudita? ¿O será que los pedidos de democracia tendrán más valor en El Cairo que en Riad, porque los egipcios no cuentan con las reservas de petróleo que tienen los sauditas? ¿Y qué pasará en Estados Unidos post 11 de septiembre si las revueltas democráticas terminan llevando el poder a regímenes islámicos? ¿Acaso la voz de la mayoría sólo será respetada si coincide con los valores occidentales?
Aunque no exista un Mijail Gorbachov con turbante que impulse una perestroika islámica, es momento de festejar: la falta de democracia se sufre igual en la Europa del Este soviética, en el norte de Africa árabe, en el Medio Oriente teocrático, en la China comunista, en la Cuba castrista y en la América latina de los 70. No importa el idioma o la religión. Otro Muro ha caído y eso hay que celebrarlo.
(*) Editor Internacionales del diario PERFIL - @rodrigo_lloret en Twitter