Josef Fritzl, de 73 años, que según confesó retuvo a su hija secuestrada desde 1984 en el sótano de su casa y le engendró siete hijos, se perfila según las primeras investigaciones como el autor de una puesta en escena diabólica sin precedentes en la historia de Austria. "Mientras la hija, Elisabeth, vivía un calvario sin fin recluida con tres de sus hijos en un cuchitril, el monstruo Fritzl vivía en la misma casa una vida de abuelo generoso", resumió el lunes el tabloide Kronen Zeitung.
En Amstetten, la comuna a 100 km al oeste de Viena donde se produjo el drama, los vecinos interrogados describieron a Josef como un hombre amable, educado, siempre dispuesto a ayudar a los otros.
El lunes confesó haber acondicionado su sótano para secuestrar a su hija y haberle engendrado siete hijos, uno de ellos fallecido al poco tiempo de nacer. Con su esposa Rosemarie, este hombre tuvo otros siete hijos, todos ellos ahora adultos, y los vecinos recuerdan que se había ocupado de ellos muy bien. Pero nadie presintió nunca la doble vida de este pescador apasionado y apreciado compañero de veladas, según sus amigos, indicó el Kronen Zeitung.
"Logró construir una leyenda y todo el mundo le creyó", estimó el ministro austriaco del Interior, Gunther Platter. Este electricista de formación que trabajó en una empresa de materiales de construcción, ideó una puesta en escena altamente sofisticada.
Al secuestrar a su hija en 1984, explicó a la policía que había caído en las redes de una secta y como prueba, hizo escribir a Elisabeth una carta dirigida a sus padres pidiéndole que cesaran en su empeño de encontrarla. Padre de familia autoritario, prohibió estrictamente a todo su entorno visitar el sótano, alegando que se trataba de su taller.
Todas las noches, aportaba comida a su hija y a tres de sus hijos, mientras que para los otros tres orquestó un plan para revelar su existencia y adoptarlos en tanto que abuelo. Los tres fueron depositados a los pocos meses de nacer en la puerta de su domicilio, junto a cartas escritas por Elisabeth. Una de ellas, de 1993, rezaba: "El bebé tiene nueve meses, tendrá una vida mejor con su abuelo y abuela que conmigo".
Heinz Lenze, uno de los responsables de los servicios administrativos de Amstetten, reconoció que a los servicios sociales "nunca se les ocurrió buscar en la casa cada vez que un niño era depositado ante la puerta de sus abuelos". Los tres, dos niños y una niña, fueron inscritos en la escuela donde sacan buenas notas. Según uno de los compañeros de clase, interrogado por la televisión ORF, estaba claro que la madre había desaparecido, pero nadie abordaba el tema y además "la abuela había recomendado no hablar de ello".
Fuente: AFP