INTERNACIONAL
En medio de la violencia que se adue de Tehern

Elecciones del 28 de junio: las lecciones que las urnas de Irán deberían dejarle a los Kirchner

¿Cuál es la relación que puede haber entre el presente de ese país y el futuro de Argentina? La respuesta tiene nombre y apellido: Luis D’Elía.

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| CEDOC
¿Cuál es la relación que puede haber entre el presente de Irán y el futuro de Argentina? La respuesta tiene nombre y apellido: Luis D’Elía. El ex funcionario kirchnerista es uno de los más fervientes defensores de la teocracia iraní y en varias oportunidades participó de seminarios y actividades organizadas en el país persa por el gobierno de Mahmud Ahmadinejad para los “amigos de Irán”.
 
Por lo que si existe alguna inequívoca línea de contacto entre Buenos Aires y Teherán, esa conexión está personificada en el piquetero que ayer había anticipado que el próximo lunes iba a defender en la Plaza de Mayo los resultados de lo que, interpreta, será una inevitable victoria del matrimonio presidencial.
 
D’Elía primero dijo que estaba “autoconvocando para festejar junto a movimientos sociales sindicales y políticos el holgado triunfo del próximo domingo”, pero luego tuvo que retroceder para “no darle pasto a lo peor de la derecha reaccionaria”. A última hora de ayer, el líder de Federación Tierra y Vivienda frenó su operativo clamor porque desde el gobierno dudaron de la movida, aunque los ultrakirchneristas Carlos Kunkel y Edgardo Depetri todavía no anularon la convocatoria.
 
Pero si en algo coinciden todos los encuestadores argentinos es en afirmar que todavía no es posible anunciar un “holgado triunfo” del oficialismo, y mucho menos vaticinar que habrá una desmesurada avalancha de boletas del Frente para la Victoria.
 
Y a no ser que los que habitantes de la Casa Rosada quieran emular a los ayatolás iraníes, que se empecinan en analizar los resultados electorales de una forma muy peculiar, en el escrutinio argentino del próximo domingo sólo debería haber espacio para la mesura del oficialismo y la oposición.
 
Desde hace dos semanas, la violencia se adueñó de las calles de Teherán y aunque la censura evita precisar la cantidad de muertos, el mundo entero observa con perplejidad la intolerancia de un gobierno que se niega a reconocer lo que, a esta altura, parece inevitable: las urnas de Irán no dijeron lo que el poder y sus amigos querían escuchar.
 
Lamentablemente, ese escenario amenaza repetirse en Buenos Aires de la mano de un D’Elía enfundado en una camisa negra y rodeado de guardaespaldas kirchneristas que desplazan con puños y palos a los opositores, tal y como sucedió en medio de la peor faceta de la pelea campo-gobierno del año pasado.
 
Juan Perón no es el líder supremo Ruhollah Jomeini, que protagonizó la revolución iraní en 1979. Néstor Kirchner tampoco es el ayatolá Alí Jamenei, actual hombre fuerte de esa teocracia. Y Cristina Kirchner está muy lejos de ser el incorregible presidente Ahmadinejad. La democracia argentina no es la democracia iraní, de eso no hay dudas. Pero D’Elía es D’Elía y con él y su intolerante forma de concebir la política, la Argentina se acerca mucho, demasiado, al infierno iraní.

* Editor de internacionales de DIARIO PERFIL