En Las sandalias del pescador, aquella película protagonizada por Anthony Quinn en 1968, el papa Cirilo I decide enajenar todos los bienes de la Iglesia para terminar con la hambruna del pueblo chino. La semana pasada, Francisco planteó una idea similar: “En tiempos de guerra y crisis, hay que curar las consecuencias de tanta riqueza. ¡Es que se va mucho dinero en esto! Ojalá que se vaya todo y tengamos que rematar las iglesias para dar de comer a los pobres”.
El Papa pronunció esa enigmática frase durante un encuentro con el Comité Ejecutivo de Cáritas Internationalis, en el que se presentó una campaña contra el hambre en el mundo. Para afirmar su concepto, el Pontífice apeló a una cita del teólogo sirio San Juan Crisóstomo: “¿Qué te venís a adornar la Iglesia, y no adornás el cuerpo de Cristo que está pasando hambre?”.
Técnicamente, Jorge Bergoglio no tiene la potestad de vender o rematar bienes vaticanos ya que, según estipulan los Tratados de Letrán que la Santa Sede firmó con Mussolini en 1929, el Vaticano tiene el estatus de un Estado soberano. Aun así, las palabras del Pontífice fueron suficientes para reinstalar un viejo debate: ¿las riquezas que posee la Iglesia Católica le quitan autoridad moral para hablar sobre el hambre y la miseria mundial?
En un artículo titulado “El Papa debe celebrar la mayor subasta artística de la historia”, el diario británico The Times estimó en marzo que el Vaticano podría obtener 17 mil millones de dólares si rematara su fastuosa colección de arte. El inventario incluye obras invaluables como La Piedad de Miguel Angel o La Transfiguración de Rafael.
Según autoridades del Banco Vaticano, un alto porcentaje de sus activos corresponde a reservas en lingotes de oro acumuladas a través de los siglos y depositadas en la Reserva Federal de los Estados Unidos y en bancos de Inglaterra y Suiza, por un valor actual estimado en 7 mil millones de dólares. A su vez, la Iglesia tiene unos 500 millones de dólares invertidos a través de grandes entidades bancarias en compañías que van desde productores de armas hasta fábricas de tabaco, petroleras y farmacéuticas.
El rubro inmobiliario es la otra pata de la fortuna. De acuerdo con el diario italiano La Repubblica, sólo en Roma el patrimonio vaticano abarca más de 3.700 propiedades entre iglesias, conventos, escuelas, monasterios, residencias y otras edificaciones. Se estima que el 20% de los bienes inmobiliarios de toda Italia están en manos de la Iglesia.
En una investigación publicada en febrero, Il Sole 24 Ore, el diario económico más vendido de Italia, afirmó que el patrimonio inmobiliario mundial de la Iglesia “supera los 2 mil millones de euros (2.500 millones de dólares)”.
El dinero parece suficiente si se compara con la Asignación Universal por Hijo en Argentina: 7.800 millones de dólares anuales. Pero no bastaría para remediar el hambre en el mundo. La FAO indica que se necesitan 44 mil millones de dólares anuales para erradicar las hambrunas. Aunque Francisco rematara todo, no alcanzaría ni para un año.