Innovar o morir. Ese es el dilema que enfrenta China en la carrera tecnológica con los Estados Unidos. Si el gigante asiático quiere ser una superpotencia global, necesita salir victorioso de la Cuarta Revolución Industrial. Enfrente tiene un escollo difícil de franquear: su dependencia de empresas estadounidenses en la cadena global de suministro de algunas tecnologías estratégicas, entre ellas la industria de los semiconductores. Con la urgencia que impone la guerra tecnológica, comercial y geopolítica, Beijing triplicó en la última década su inversión en Ciencia y Tecnología, destinando 302 mil millones de dólares a proyectos de Inteligencia Artificial, Internet de las Cosas, electrónica y 5G, entre otras áreas.
La producción de semiconductores de alta complejidad es uno de las obsesiones de la elite china, que se prepara para un cada vez más cercano desacople tecnológico de los Estados Unidos. En ese sector, la porción mayoritaria del mercado –52%- está controlada por empresas de Estados Unidos, mientras que las compañías chinas apenas tienen un 3%.
Julia Voo, Directora de la China Cyber Policy Initiative del Centro Belfer para la Ciencia y los Asuntos Internacionales de la Universidad de Harvard, explicó a PERFIL que el desacople tecnológico dañará también a los Estados Unidos. “El gobierno chino ha tratado de limitar la dependencia de las cadenas de suministro extranjeras durante años. Las acciones del gobierno de EE.UU. contra las empresas tecnológicas chinas simplemente han acelerado este proceso”, aseguró.
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Las empresas estatales y privadas chinas apretaron el acelerador en 2019, aportando más del 70% de la inversión en investigación y desarrollo. Para el gigante de las telecomunicaciones Huawei, el blanco elegido por la Casa Blanca para contener el ascenso tecnológico de su rival, se trata de una cuestión de supervivencia. Incluida en una lista negra por el Departamento de Comercio de Donald Trump, no sólo enfrenta trabas para adquirir Android, el sistema operativo de Google para los teléfonos inteligentes, sino también para importar semiconductores.
El Programa Made in China 2025, lanzado por Xi Jinping, busca saltar esa brecha y fomentar el “nacionalismo tecnológico”, apuntalando a líderes como ZTE, SenseTime Group y Hauwei, al tiempo que estimula el surgimiento de startups locales que desplacen a compañías estadounidenses en otras áreas.
“La dependencia tecnológica es sin dudas uno de los mayores obstáculos de desarrollo que enfrenta China en la actualidad”, afirmó Santiago Bustelo, candidato a Doctor en Política Internacional por la Universidad de Fudan, localizada en Shanghai.
Xi y el Partido Comunista de China buscan desesperadamente que se multipliquen las compañías chinas de diseño y producción de chips, sin las cuales el desacople tecnológico será una quimera. Con ese objetivo, destinaron alrededor de 29 mil millones de dólares para desarrollar una industrial nacional de semiconductores. Además, inauguraron una versión local del Nasdaq, el Star Market, para facilitar el acceso al capital a las startups.
El desacople comenzó con la llegada de Trump a la Casa Blanca y la guerra comercial. Sin embargo, había tendencias preexistentes que alertaban sobre un giro de Beijing desde la asunción de Xi y la transición de un modelo de crecimiento orientado a las exportaciones a otro enfocado en el consumo y el mercado interno.
En la elite china hay dos escuelas de pensamiento sobre la relación con los Estados Unidos: una a favor del desacople y otra que aboga por profundizar la interdependencia con Washington. Según Liu Wei, profesor de la Universidad Renmin, la primera ve la competición por el poder como un juego de suma cero, en el que Estados Unidos intenta detener el desarrollo chino. Por eso, urge una independencia innovativa. Por su parte, la segunda sostiene que la interdependencia es un juego donde todos ganan y que es necesario continuar con las reformas y la apertura y reforzar los lazos con Japón, la Unión Europea e, incluso, con empresas estadounidenses para resistir las políticas proteccionistas de Trump.
En tiempos de incertidumbre geopolítica, con una potencia hegemónica que se siente amenazada por otra en ascenso, y una pandemia que exacerba esas tensiones, los países y empresas buscan diversificar sus cadenas de suministro, para evitar disrupciones en la producción. Para China, es más que una obsesión: se trata de una necesidad. “Prácticamente todas las empresas electrónicas chinas están trabajando arduamente para reemplazar los semiconductores estadounidenses de los que dependen por fuentes chinas o al menos no estadounidenses. Esto no es algo que puedan lograr en los próximos 12 o 18 meses, pero es plausible en un horizonte temporal de algunos años”, agrega Bustelo, ex Coordinador de Análisis del Consejo Empresarial Brasil-China (CEBC).
Así como China está rezagada en la fabricación de semiconductores, lidera la carrera por la provisión global de 5G. Huawei ganó la pole position y partirá desde la punta, seguido por Eriksson y Nokia, de capitales suecos y finlandeses. “En los últimos meses, los altos escalones del gobierno de China han pedido reiteradamente acelerar la implementación de la construcción de infraestructura de 5G en el territorio nacional como parte de la respuesta económica al shock negativo del coronavirus”, afirma Bustelo, quien remarca que esa construcción estimulará el desarrollo de nuevas tecnologías.
Quien controle los datos, controlará probablemente el nuevo orden internacional. Pero allí también el desacople tecnológico puede culminar en dos sistemas paralelos, que no compartan información ni infraestructura. Voo enfatiza que Estados Unidos intentará fortalecer a las empresas europeas, en detrimento de la china. “Nokia y Ericsson son los únicos competidores viables de 5G para Huawei. Deben ser apoyadas a corto plazo, así como fuertemente alentadas a desarrollar productos más competitivos. Depender de una sola empresa para un producto es de alto riesgo, independientemente de su origen”, sostiene.
El Talón de Aquiles de China son los semiconductores. El de Estados Unidos, por su parte, el 5G. La disputa hegemónica entre ambos marcará la escena internacional en las próximas décadas. El desarrollo tecnológico será el campo de batalla decisivo.