Décadas antes de llegar a la sede de San Pedro, Jorge Bergoglio sostenía que la universalidad nos da horizontes más allá de los límites localistas. La interesante –y poco leída– biografía intelectual escrita por Massimo Borghesi echa luz sobre su teología de la política. La cosmovisión de Francisco se enmarca en la noción de oposición polar, la cual no rechaza la existencia de diferentes polos ni la posibilidad de tensiones, sino que las mismas pueden ser abordadas y canalizadas en base a una visión de unidad orientada al bien común. La solidaridad y la fraternidad son las claves, tanto en el plano nacional como en el entorno internacional para transitar hacia la unidad.
Irak ha sido un caso testigo de la inexistencia de un proyecto colectivo común luego de la invasión estadounidense de 2003, y una expresión de la falta de solidaridad internacional. Ocupación, insurgencia, guerra civil y terrorismo han sido el producto de la falta de planificación luego de la intervención de la administración Bush, las fracturas étnicas (entre árabes y kurdos) y religiosas (entre sunnies y shias), las complejas dinámicas geopolíticas en Medio Oriente y la triste instrumentalización de la religión como arma política. El resultado fue devastador. Además de la catástrofe humana, interpretaciones fundamentalistas del Islam sunnita terminaron en el fallido experimiento del Estado Islámico, las comunidades shias optaron por constituir milicias armadas –varias de ellas con apoyo de Irán–, y los kurdos optaron por tratar de lograr un status de independencia en relación con el poder central.
La política internacional se hace con acciones, pero también con palabras y gestos. El viaje apostólico a Irak articula estos tres elementos en el marco del paradigma de la solidaridad fraterna que propone Francisco en sus escritos –claramente expresado en la última encíclica Fratelli Tutti (Hermanos Todos)– y las iniciativas de diálogo interreligioso como el Documento sobre la fraternidad humana firmado junto al Gran Imán de Al-Azhar Ahmad Al-Tayyeb.
“Que se callen las armas”, reclamó Francisco al iniciar su visita a Irak
A pesar de las recomendaciones en contrario por cuestiones de seguridad, el viaje fue un mensaje en sí mismo. Francisco visitó cuatro ciudades que son claves para entender la complejidad del Irak post-2003: la ciudad santa chiita de Nayaf, donde se entrevístó con el Gran Ayatolá Sayyid Ali Al-Sistani; la capital, Bagdad, en la cual fue recibido por el presidente (de origen kurdo) Barham Salih; la históricamente diversa Mosul y Erbil, donde fue recibido por Nechirvan Barzani, presidente del Gobierno Regional del Kurdistán. La histórica visita del Papa Francisco an Irak corona una serie de esfuerzos de la diplomacia vaticana en Medio Oriente para proteger a las sufridas comunidades cristianas que han ido disminuyendo sensiblemente. Al mismo tiempo, el líder religioso continúa abogando por la paz y la estabilidad en un país que sufrió las peores expresiones de violencia armada en Medio Oriente junto a Siria, Libia y Yemen.
En sus expresiones públicas con diversos interlocutores el mensaje fue claro: apostar por el diálogo y la fraternidad para reconstruir el país. En el encuentro realizado en el Palacio Presidencial, el Papa Francisco planteó que la “coexistencia fraterna necesita del diálogo paciente y sincero, salvaguardado por la justicia y el respeto del derecho que requiere esfuerzo y compromiso por parte de todos para superar rivalidades y contraposiciones, y dialogar a partir de la identidad más profunda que tenemos, la de hijos del único Dios y Creador”. Si bien pueden existir críticas sobre cierto voluntarismo en las declaraciones, es una voz con peso internacional que busca acercar posiciones entre los principales referentes iraquíes. La recepción –o no– del mensaje escapa a las capacidades de la diplomacia vaticana.
Por último, en su visita se mostró particularmente cercano a las comunidades propiamente católicas y cristianas que han sufrido enormemente por los excesos del Estado Islámico. Cientos de miles de cristianos, yazidíes y otras minorías sufrieron las consecuencias de la creciente falta de tolerancia, y posterior persecución religiosa. Hoy en día la cantidad de cristianos en Irak llega apenas a 300.000, mientras dos décadas atrás superaba los 1,5 millones. “Tierra martirizada”, según Francisco.
Hace menos de cuatro años, Mosul fue sede de una de las más cruentas batallas contra el Estado Islámico. Afirmando que la “fraternidad es más fuerte que el fratricidio”, el Papa llevó a cabo un gesto de cercanía. Rezó por la paz frente a las ruinas de la Iglesia Católica Siríaca de la Inmaculada Concepción en Mosul. Una imagen fuerte.
Por las acciones, palabras y gestos, el Papa Francisco es uno de los principales referentes morales de este siglo. Tiene un mensaje universal y un alcance global. Nos interpela a situarnos más allá de nuestras fronteras mentales y territoriales bajo el paradigma de la solidaridad. Quizás nuestro ego argentino sea demasiado grande para apreciarlo. Ojalá no caigamos demasiado tarde en la cuenta de lo que significa para nuestro país y el mundo.
*Secretario Ejecutivo del Centro de Estudios Internacionales (CEI-UCA), Departamento de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, Facultad de Ciencias Sociales (UCA)