Por tercera vez en lo que va de 2017, el yihadismo volvió a matar en Europa. Tras los atentados de marzo y abril en Londres y Estocolmo, un joven de 22 años se inmoló el lunes pasado durante un recital en Manchester. El atacante, identificado como Samal Abedi y de ascendencia libia, fue presentado por los medios de comunicación como otro “lobo solitario” que actuó por su propia cuenta y sin estructura provista por alguna organización terrorista, pese a que Estado Islámico (EI) reivindicó luego el ataque.
El atentado en Manchester volvió a poner el foco sobre la proliferación de atacantes con un perfil similar al de Abedi, que se han convertido en una pesadilla para los servicios de inteligencia de los países europeos, con grandes dificultades para anticiparse al accionar de sujetos que ejecutan sus golpes en soledad y sin gran despliegue logístico previo. No obstante, el rótulo de “lobo solitario” oculta el hecho de que estos yihadistas no están completamente aislados: por el contrario, se inspiran en un sentimiento de pertenencia comunitaria a la “guerra santa” que EI estimula a través de internet y las redes sociales.
En Occidente se viralizaron videos de alto impacto difundidos por EI, en los que sus verdugos decapitan o prenden fuego a sus prisioneros. Sin embargo, ésa es sólo una parte de la propaganda de la organización terrorista, cuyo objeto es sembrar pánico en los países “infieles” a los que consideran sus blancos. En simultáneo, el activismo virtual de EI también transmite escenas idílicas, dirigidas a potenciales atacantes, en las que puede verse a “hermanos de la yihad” tomando el té, cantándole a Alá o conviviendo felizmente en cálidos hogares dentro del “Califato”.
Inspiración. En un artículo publicado esta semana por la revista Foreign Policy, Jen Easterly y Joshua Geltzer, ambos ex funcionarios de la sección de contraterrorismo del Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, advirtieron que “otros grupos terroristas, incluyendo a los afiliados de Al Qaeda en Yemen y Siria, han comenzado a imitar la manipulación de EI de las nuevas tecnologías de comunicación para llegar a aquellos que se sienten solos y marginados en sus sociedades, ofreciéndoles un sentido de comunidad y proporcionándoles inspiración y dirección suficientes para provocar ataques que cumplen con sus propios objetivos”.
Según los autores, por allí pasa hoy la “revolución” de EI en cuanto a las técnicas de reclutamiento y radicalización en la era digital: por convencer a los potenciales atacantes de que asesinar por su cuenta los integra a una “hermandad”. Exactamente lo contrario a estar solos.