INTERNACIONAL
Una relación bilateral que involucra a más de dos actores

Los desafíos que afrontan Irán y Estados Unidos al revitalizar el programa nuclear

Biden necesita plantear una estrategia general para Medio Oriente, mientras en Teherán se fortalecen sectores contrarios a un acuerdo.

 Irán y Estados Unidos inician una nueva etapa en su relación bilateral 20210304
Irán y Estados Unidos inician una nueva etapa en su relación bilateral | AFP

La nueva administración en los Estados Unidos ha decidido modificar sustancialmente la política implementada por el presidente Donald Trump con respecto al programa nuclear iraní y plantear el regreso al acuerdo de 2015, abandonado en 2018. En estos tres años, Irán ha reiniciado sus actividades de enriquecimiento de uranio y Estados Unidos ha implementado sanciones económicas que han impactado directamente en la economía iraní. Las sanciones, combinadas con la caída de los precios del petróleo, problemas internos de gestión y la crisis derivada del Covid-19, han sido una tormenta perfecta con graves consecuencias que van más allá de la economía del país, con implicancias sociales y políticas.

Para agregar más complejidad al conjunto, los conflictos en Siria y Yemen, así como la inestabilidad en Irak y Líbano, no pueden separarse tajantemente del tema iraní debido a la influencia de Teherán en esos escenarios, tendiente a favorecer su posición regional, con todos los peligros que eso implica.

En definitiva, el regreso al acuerdo de 2015, al quitar el punto más problemático de la agenda, sería beneficioso para Teherán y para Washington pero implicaría costos para ambos y, aún más, debería superar la oposición de actores internos así como de externos.

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En cuanto a este último punto, no es un secreto que actores como Arabia Saudita e Israel prefieren mantener el actual status quo con un Irán aislado y debilitado por las sanciones económicas y los problemas derivados de ellas. En el orden regional de Medio Oriente, ni Riad ni Tel Aviv desean el regreso del acuerdo nuclear, esa percepción compartida ha estado detrás del acercamiento bilateral y también ha influido en los acuerdos de Abraham con otros estados árabes del golfo. Si Estados Unidos insiste, estos actores buscarán algún tipo de compensación política. Un equilibrio muy difícil para el presidente Joe Biden que implicaría una estrategia general hacia Medio Oriente, no solo plantear el regreso al acuerdo nuclear con Irán.

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Por otra parte, y a pesar de la retórica a favor de un acuerdo, tanto Rusia como China obtienen beneficios de la actual situación. En el caso ruso, sus exportaciones de hidrocarburos enfrentan menos competencia por la ausencia de Irán de los mercados internacionales. En el caso chino, porque sus compras de hidrocarburos a Irán, en un contexto de aislamiento y recesión global, le permite obtener mejores condiciones. No debemos confundir apoyo retórico con realidad. En un contexto de competencia entre las grandes potencias, las pérdidas de una son vistas como ganancia para otras, un juego clásico de suma cero.

En el ámbito exterior, el apoyo más claro es el de los países europeos firmantes del acuerdo logrado en 2015, que han visto uno de los pocos logros de política exterior de la Unión Europea. Un logro limitado, ya que no han podido revitalizar el acuerdo sin la voluntad norteamericana durante los años del presidente Trump.

Un segundo escollo es el de los actores internos poco favorables al acuerdo, que existen tanto en Estados Unidos como en Irán. En el caso norteamericano, las elecciones del pasado mes de noviembre le permitieron al partido Demócrata obtener la presidencia y una mayoría en la Cámara de Representantes, aunque no en el Senado. Posiblemente esto junto con el accionar de lobbies son elementos a considerar donde veremos el choque de intereses por ejercer su influencia.

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En el caso iraní, los últimos tres años han significado el retroceso político de los sectores más dispuestos al acuerdo; y las elecciones parlamentarias de febrero de 2020 así lo han demostrado donde los opositores al presidente Hassan Rouhani y su política han ganado un poder que no tenían desde hacía años. Las próximas elecciones presidenciales de junio de 2021 posiblemente favorezcan también a ese sector opuesto al acuerdo. El problema, en este sentido, no se agotaba con la oposición del presidente Trump, hay que considerar la situación iraní también.

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Aun superando las limitaciones domésticas y la oposición regional, subsiste el tema de fondo: Lo que se discute es el orden regional de Medio Oriente y el lugar que Irán tiene en el mismo.

Teherán insiste en ser considerado un poder regional. Eso es lo que se discute. Sin embargo, no cuenta ni con la aceptación de los estados de la región ni con la de las grandes potencias. La distancia entre las expectativas y la realidad, la aceptación de esa distancia es la medida de la tensión y del conflicto. Teherán tendrá que afrontar un costo.

En el caso norteamericano, cualquier política tendiente hacia esa aceptación de la posición iraní implicará costos en cuanto a sus relaciones con otros actores de Medio Oriente. Washington tendrá que afrontar un costo.

Un acuerdo, en definitiva, implicaría beneficios pero también costos. La disponibilidad de los actores por afrontar el precio de la nueva política o de continuar con una política inercial que no ha solucionado los problemas parece ser el punto central.

El riesgo de los Estados Unidos sería caer en un nuevo acuerdo guiado solo por una consideración de política doméstica, para diferenciarse de la administración Trump, pero sin que ello forme parte del diseño de una política hacia todo el Medio Oriente.

 Joe Biden 20210203

El riesgo de Irán sería continuar enfatizando los agravios sufridos (reales o percibidos), esperando una aceptación plena de su lugar en la región donde todo serían compensaciones.

Estados Unidos no puede pensar un orden regional en Medio Oriente sin Irán, aunque lo desee. Irán no puede pensar en un orden regional en Medio Oriente como parte de un orden global sin Estados Unidos, aunque lo desee.

Ese es el desafío que tienen los dos países. Un desafío que es a la vez una ventana de oportunidad, pero con fecha de caducidad, que no durará por siempre.

*Director del Programa Ejecutivo en Medio Oriente Contemporáneo de la Universidad Católica Argentina (UCA).