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Los Le Pen, enfrascados en una guerra familiar

El Frente Nacional vive su mejor momento y encabeza las encuestas para las elecciones de 2017, pero en el clan que le dio vida chocan Jean-Marie, el fundador, y su hija, Marine. La nieta del patriarca, Marion, lo apoya con firmeza.

Ellos. Enojado con los cambios de Marine, Jean Marie recibió el apoyo de su nieta Marion, diputada.
| AFP

Desde París

El Frente Nacional atraviesa el mejor momento de su historia, con 30% de intenciones de voto, pero las tres figuras políticas del clan Le Pen viven una guerra familiar que puede comprometer el futuro del partido.

Jean-Marie Le Pen (86 años) todavía no digirió el éxito de su hija Marina (46), quien en 2011 prácticamente le arrebató la conducción del FN y en cuatro años lo convirtió en la primera fuerza política del país. El viejo patriarca, sobre todo, no le perdona el ajuste doctrinario practicado para “desdiabolizar” el FN, que consiste en abandonar, al menos formalmente, las ideas más extremistas y xenófobas para convertirlo en un movimiento aceptable para la clase media y la pequeña burguesía del país, única forma de triunfar en las elecciones de 2017.

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El fundador del FN acusa a su hija de no escucharlo, no seguir sus consejos y reunir poco al buró político para discutir doctrina y estrategia. “Tiene razón, como está gagá, Marine no quiere ni escucharlo”, reconoce un dirigente. Pero, sobre todo, el “viejo” –como lo llaman sus discípulos– responsabiliza a su hija de haber adoptado un discurso izquierdista.

Para Le Pen, el responsable de ese viraje es el vicepresidente del FN, Florian Philippot (ver recuadro).

La joven ortodoxa. Para tratar de combatir esas desviaciones, el viejo cacique utiliza un alfil ambicioso y extremadamente hábil, que se presenta como custodia de la ortodoxia doctrinaria: su nieta Marion Marechal-Le Pen (25), la diputada más joven del Parlamento, elegida en 2012. “Es una simple marioneta del abuelo”, acusa Philippot.

Consagrada como la dirigente más votada en el congreso partidario de noviembre, su gran objetivo es conquistar el poder en la región de Vaucluse en las próximas elecciones departamentales de marzo. Esa victoria legitimaría sus aspiraciones de convertirse en la heredera natural de Le Pen.

En medio de ese drama shakespeareano, el misterioso incendio de la lujosa mansión de Montretout, donde vivía Le Pen, lo obligó a regresar a su antiguo domicilio de Rueil-Malmaison para compartir la vida con su ex mujer Jany, que en los años 90 lo abandonó por otro hombre, y su nieta Marion. La gota que hizo desbordar el vaso fue la misteriosa intrusión que sufrió Marion, que vive en otra ala del castillo. Los ladrones no robaron nada y dejaron su credencial de diputada en evidencia sobre la cama, como un claro mensaje de su visita.

Ese episodio confirmó dentro del FN la sospecha de que, a este ritmo, los dramas políticos y familiares del clan Le Pen pueden tener un desenlace trágico en cualquier momento.

 

El amigo gay de Marine

El hombre más influyente y más conflictivo del Frente Nacional en este momento es Florian Philippot. Según Jean-Marie Le Pen, ese brillante ideólogo y especialista en encuestas, formado en el prestigioso Instituto de Ciencias Políticas (Sciences Po), “tiene embrujada” a Marine Le Pen y ejerce una “influencia nefasta” sobre ella y en la orientación política del partido.
Su mayor dificultad para ampliar su perímetro de influencia es su carácter de “intruso” dentro de una pyme familiar que siempre funcionó como un círculo herméticamente cerrado y de un partido en el que abundan los sectores antisemitas, xenófobos y homofóbicos.
Acusado por el patriarca de “conspirador en jefe”, debió abandonar su proyecto de cambiar la denominación al partido. “Abandonar el nombre FN es un pecado de lesa majestad”, dice el último círculo de barones lepenistas, octogenarios veteranos de la Guerra de Argelia.
 Philippot perdió el poco respeto que le tenía Le Pen cuando fue señalado como homosexual por la revista Closer.