En una historia que puso a prueba las fuerzas de resistencia y el temple de los 33 mineros, por primera vez comenzaron ayer a conocerse los detalles de la odisea que vivieron los hombres de Copiapó durante setenta días, tras quedar sepultados, el 5 de agosto, en la mina San José. Las rocas crujían y los derrumbes retumbaban en las profundidades de la Tierra, 622 metros bajo la superficie. “Era un clima hostil, con barro. Nos comentaban que la mina estaba viva y que se escuchaban detonaciones”, aseguró el sargento Roberto Ríos, aspirante a oficial de la Armada chilena y uno de los seis rescatistas que encabezaron la Operación San Lorenzo, transmitida por televisión a mil millones de personas en todo el mundo.
A cuatro días del salvataje, las autoridades revelaron cómo fueron las últimas horas de encierro de los trabajadores. Manuel González, el primer hombre en entrar y el último en salir del yacimiento, contó cómo fue el descenso en la ya célebre cápsula Fénix 2. “Siempre fui pensando y mirando para ver si había algún tipo de anomalía en el trayecto”, contó el rescatista de la empresa estatal Codelco al diario trasandino La Tercera. “¡Viene el marino!, ¡viene el marino!”, gritaron eufóricos los mineros cuando González estaba cerca de los 622 metros y se convertía en la primera persona que veían del exterior. “Conversé un buen rato con Luis Urzúa, el jefe de turno. Era un tipo muy pausado, transmitía seguridad. Se notaba que era un líder nato”, completó el rescatista, al tiempo que aseguró que en la mina la temperatura llegaba a los 40º y la humedad casi al 100%.
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