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Nueva edición

L'Osservatore Romano de esta semana: "Anunciadores de vida en tiempos de muerte"

En este número semanal se destaca la convocatoria a los movimientos populares a mirar al "día después de esta pandemia".

Portada de la última edición del Osservatore Romano.
Portada de la última edición del Osservatore Romano. | Cedoc

Este número semanal de L'Osservatore Romano en lengua española, desde luego incluye las homilías y mensajes completos y oficiales del Papa Francisco en la Semana Santa que están encabezados por la cita de tapa “Anunciadores de vida en tiempo de muerte”. En esta oportunidad en el Viernes Santo se llevó a cabo un Vía Crucis histórico, que se celebró en la plaza de San Pedro del Vaticano y no en el Coliseo, lugar habitual para esta conmemoración, y al que no acudieron fieles por la emergencia del coronavirus. Las meditaciones del Vía Crucis de esta ocasión fueron preparadas por 14 internos y colaboradores pastorales del Centro Penitenciario “Due Palazzi” de Padua: cinco prisioneros, una familia víctima de un delito de homicidio, la hija de un hombre condenado a cadena perpetua, un agente de policía penitenciaria, una educadora de instituciones penitenciarias, un juez de vigilancia penitenciaria, la madre de un encarcelado, una catequista, un fraile voluntario, y un sacerdote que fue acusado y ha sido absuelto definitivamente tras 8 años de proceso judicial. Todos contaron con la ayuda de con la ayuda del capellán Marco Pozza y la voluntaria Tatiana Mario.

“Acompañar a Cristo en el camino de la cruz, con la voz áspera de las personas que habitan el mundo de las prisiones, es una oportunidad para presenciar el prodigioso duelo entre la vida y la muerte, descubriendo cómo los hilos del bien se entrelazan inevitablemente con los del mal”. Con estas profundas palabras comenzó la introducción de las meditaciones del Vía Crucis de este año. En esta edición llevaron la cruz dos grupos: uno formado por personal de la prisión y otro integrado por trabajadores de la Dirección de Salud e Higiene del Vaticano, como los médicos que están luchando en primera línea contra el coronavirus. El itinerario comenzó en el obelisco y terminó junto al crucifijo de san Marcelo, en el sagrado. El papa Francisco portó la cruz durante la última estación. El Obispo de Roma selló las meditaciones, verdaderos testimonios, con su bendición. Pero primero apoyó su frente en la madera de la cruz que recoge los sufrimientos y esperanzas de todos. Como si dijera: nadie está solo. Especialmente en la noche del Viernes Santo.

En la página 3, se trascribe completa la homilía de la solemne vigilia pascual que el Papa Francisco presidió en el altar de la Cátedra de la basílica vaticana. En la misma, el Santo Padre expresó que “En esta noche conquistamos un derecho fundamental, que no nos será arrebatado: el derecho a la esperanza; es una esperanza nueva, viva, que viene de Dios. No es un mero optimismo, no es una palmadita en la espalda o unas palabras de ánimo de circunstancia, con una sonrisa pasajera. No. Es un don del Cielo, que no podíamos alcanzar por nosotros mismos: Todo irá bien, decimos constantemente estas semanas, aferrándonos a la belleza de nuestra humanidad y haciendo salir del corazón palabras de ánimo. Pero, con el pasar de los días y el crecer de los temores, hasta la esperanza más intrépida puede evaporarse. La esperanza de Jesús es distinta, infunde en el corazón la certeza de que Dios conduce todo hacia el bien, porque incluso hace salir de la tumba la vida.

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Finalizando los mensajes centrales de la Semana Santa, en las páginas centrales, se transcribe la homilía de la mañana del 12 de abril, domingo de Pascua, que el Papa Francisco presidió en el altar de la Cátedra de la basílica de San Pedro. En la solemne celebración de la misa del día, al final el Santo Padre, se acercó al altar de la Confesión para dirigir el tradicional mensaje “Urti et orbi”. Francisco finalizó ese tiempo solmene enfatizando que “Las palabras que realmente queremos escuchar en este tiempo no son indiferencia, egoísmo, división y olvido. ¡Queremos suprimirlas para siempre! Esas palabras pareciera que prevalecen cuando en nosotros triunfa el miedo y la muerte; es decir, cuando no dejamos que sea el Señor Jesús quien triunfe en nuestro corazón y en nuestra vida. Que Él, que ya venció la muerte abriéndonos el camino de la salvación eterna, disipe las tinieblas de nuestra pobre humanidad y nos introduzca en su día glorioso que no conoce ocaso. Con estas reflexiones, os deseo a todos una feliz Pascua.”

El mismo domingo de Resurrección, se dio a conocer una carta del Papa Francisco a los Movimientos populares de todo el mundo en donde de manera especial propuso que «Tal vez sea tiempo de pensar en un salario universal que reconozca y dignifique las nobles e insustituibles tareas que realizan; capaz de garantizar y hacer realidad esa consigna tan humana y cristiana: ningún trabajador sin derechos». El Papa también invitó a estos movimientos populares a mirar al “día después de esta pandemia” al escribirles en esa carta que: «También quisiera invitarlos a pensar en “el después” porque esta tormenta va a terminar y sus graves consecuencias ya se sienten. Ustedes no son unos improvisados, tiene la cultura, la metodología, pero principalmente la sabiduría que se amasa con la levadura de sentir el dolor del otro como propio. Quiero que pensemos en el proyecto de desarrollo humano integral que anhelamos, centrado en el protagonismo de los Pueblos en toda su diversidad y el acceso universal a esas tres T que ustedes defienden: tierra, techo y trabajo. Espero que este momento de peligro nos saque del piloto automático, sacuda nuestras conciencias dormidas y permita una conversión humanista y ecológica que termine con la idolatría del dinero y ponga la dignidad y la vida en el centro.

Finalmente, y como es habitual, en las páginas finales se transcriben en forma completa y oficial las homilías del Pontífice durante las Misa en Santa Marta y la Catequesis de los miércoles que continúan centradas alrededor de las Bienaventuranzas del Señor Jesucristo desde el Evangelio de San Mateo.