En una Pascua inédita, repitiendo las imágenes de las últimas semanas con la Basílica y Plaza de San Pedro, el papa Francisco afirmó este domingo 12 de abril que "este no es el tiempo del egoísmo" y en relación a los más necesitados pidió que "se reduzca o incluso se condone la deuda que pesa en los presupuestos de los países más pobres", a raíz de la pandemia de coronavirus.
El Pontífice realizó este pedido durante la tradicional misa del Domingo de Resurrección en una Basílica de San Pedro vacía por las severas restricciones que rigen por el coronavirus en Italia, un país devastado por una de las cifras de muertos por Covid-19 más altas del mundo.
"Este no es el tiempo de la indiferencia porque el mundo entero sufre y debe unirse contra la pandemia. Se debe permitir alcanzar soluciones prácticas e inmediatas en Venezuela, orientadas a facilitar la ayuda internacional a la población que sufre a causa de la grave coyuntura política, socioeconómica y sanitaria", indicó el Papa.
Además, pidió que se "relajen" las sanciones internacionales de los países afectados, "que les impiden ofrecer a los propios ciudadanos una ayuda adecuada a las grandes necesidades del momento".
"Que Jesús resucitado conceda esperanza a todos los pobres, a quienes viven en las periferias, a los prófugos y a los que no tienen un hogar", agregó Francisco, cuestionando el "egoísmo, indiferencia y la división" ante un mundo "abrumado por la pandemia" y le pidió a Europa que deje a un lado las "rivalidades y encuentre soluciones innovadoras".
"Hoy, la Unión Europea se encuentra frente a un desafío histórico, del que dependerá no sólo su futuro, sino el del mundo entero. Que no pierda la ocasión para demostrar, una vez más, la solidaridad, incluso recurriendo a soluciones innovadoras", señaló tras la bendición ‘Urbi et Orbi’, a la ciudad y al mundo.
También instó a los países miembro de la UE a abandonar "con urgencia las rivalidades" que los enfrentaron en la Segunda Guerra Mundial y que se reconozcan como "miembros de una familia". "Es la única alternativa al egoísmo de los intereses particulares y a la tentación de volver al pasado, con el riesgo de poner a dura prueba la convivencia pacífica y el desarrollo de las próximas generaciones", precisó.
Además, continuó: "Los enfermos, los que han fallecido y las familias que lloran por la muerte de sus seres queridos, y que en algunos casos ni siquiera han podido darles el último adiós quienes aún están atravesando la prueba, especialmente a los ancianos y a las personas que están solas".
También mencionó a los que se encuentran en condiciones vulnerables, como también a quienes trabajan en los centros de salud, o viven en los cuarteles y en las cárceles. En ese sentido, pidió "fortaleza y esperanza" a los médicos y a los enfermeros, que en todas partes ofrecen un "testimonio de cuidado y amor al prójimo hasta la extenuación de sus fuerzas y, no pocas veces, hasta el sacrificio de su propia salud".
"Para muchos es una Pascua de soledad, vivida en medio de los numerosos lutos y dificultades que está provocando la pandemia, desde los sufrimientos físicos hasta los problemas económicos", señaló en Pontífice.
Por ello insistió con la obligación de los políticos de trabajar "activamente" en favor del bien común de los ciudadanos, proporcionando los medios e instrumentos necesarios para permitir que todos "puedan tener una vida digna y favorecer, cuando las circunstancias lo permitan, la reanudación de las habituales actividades cotidianas".
Asimismo aprovechó la bendición apostólica para pedir la paz en el mundo: "Que Cristo, nuestra paz, ilumine a quienes tienen responsabilidades en los conflictos, para que tengan la valentía de adherir al llamamiento por un alto el fuego global e inmediato en todos los rincones del mundo".
"No es momento para seguir fabricando y vendiendo armas, gastando elevadas sumas de dinero que podrían usarse para cuidar personas y salvar vidas", añadió. También solicitó el fin de conflictos bélicos en el mundo y en ese aspecto citó "la larga guerra que ha ensangrentado a Siria", el conflicto en "Yemen" y las tensiones en "Irak" y "El Líbano".
"Que este sea el tiempo en el que los israelíes y los palestinos reanuden el diálogo, y que encuentren una solución estable y duradera que les permita a ambos vivir en paz. Que acaben los sufrimientos de la población que vive en las regiones orientales de Ucrania", precisó.
El año pasado, 70.000 fieles acudieron a la plaza de San Pedro, donde el papa preside normalmente la misa de Pascua, cuando los cristianos celebran la resurrección de Jesús, piedra angular de su fe. Este año, el nuevo coronavirus, que ya se cobró casi 110.000 vidas en todo el mundo, obligó a romper con décadas de tradición y millones de fieles vieron al papa por televisión o a través de las redes sociales.
Francisco lleva días dirigiéndose a una cámara, desde la basílica o desde su biblioteca privada, en un Vaticano inusualmente vacío. La experiencia es inédita para el papa argentino de 83 años, que, como todo mortal, ha admitido que se siente algo "enjaulado" y que esta manera de hablar a los fieles le resulta "extraña".
"Para muchos es una Pascua de soledad, vivida en medio de los numerosos lutos y dificultades que está provocando la pandemia (...) Este no es el tiempo de la indiferencia, porque el mundo entero está sufriendo y tiene que estar unido para afrontar la pandemia", dijo el Papa.
NA/AFP/HB