Como es natural, el legado económico de Barack Obama ha sido un tema central en la campaña electoral en los Estados Unidos. El mandatario dispuso de ocho años para intentar reconstruir la economía del país luego de una de las crisis sistémicas más graves de su historia. A dos días de que Hillary Clinton y Donald Trump se enfrenten en las urnas, llegó la hora de los balances. Un recorrido por las cifras que deja la gestión Obama da cuenta de una herencia con luces y sombras, y anticipa cuáles serán los mayores desafíos que enfrentará el próximo inquilino de la Casa Blanca.
Actividad económica. Mientras que otras potencias globales como la Unión Europea y Japón sufrieron altibajos en la evolución de su PBI luego de la crisis de 2008, la economía estadounidense creció de manera sostenida desde el primer trimestre de 2010. Sin embargo, el ritmo de la recuperación posrecesión fue el más lento en la historia del país, lo que llevó a la OCDE a advertir este año que “la mejoría ha sido leve y corre el riesgo de perder impulso”.
Desempleo. El año en que Obama asumió, el desempleo llegó al 10%, el nivel más alto desde 1983. Hoy está en 4,9%. No sólo eso: la cantidad de puestos de trabajo en el sector privado creció de forma ininterrumpida durante los últimos 73 meses, lo que representa el período de aumento sostenido del empleo más prolongado de la historia de los Estados Unidos. Aunque eso no significa que los nuevos empleados se hayan incorporado al mercado de trabajo en las mismas condiciones –ni con los mismos salarios– que antes de la debacle de 2008.
Déficit. Contra lo que marca el sentido común de miles de votantes de Trump, que creen que la administración Obama fue propensa a “despilfarrar” dinero público, el déficit presupuestario se redujo casi tres cuartos –cerca de un billón de dólares– durante los dos últimos períodos presidenciales. Hoy es inferior al 3% del PBI. A su vez, el déficit comercial pasó del 4,7% del PBI en 2008 al 2,5% estimado para este año. Esta mejoría se explica en buena medida por una tendencia cada vez más firme hacia el autoabastecimiento energético.
Desigualdad. Un estudio publicado en junio por la Oficina de Presupuesto del Congreso de los Estados Unidos reveló que Obama fue el presidente que más recursos federales destinó a reducir la brecha entre ricos y pobres en los últimos 35 años. Aun así, la desigualdad de ingresos sigue siendo un problema estructural: la inequidad en la distribución se mantiene en niveles próximos a los de hace quince años, y los Estados Unidos aún son el país industrializado más desigual del planeta. A esto se suman las profundas diferencias de ingresos según el origen racial y el género, lo que redunda en la percepción de algunos sectores de la población acerca de que la recuperación no fue para todos.