¿Cómo hizo un desarmado Osama bin Laden para resistirse ante uno de los comandos de elite mejor preparado de los Estados Unidos? ¿Por qué la Casa Blanca invadió un país y realizó una operación secreta sin el consentimiento de la ONU? ¿Es posible justificar el uso de la tortura en Guantánamo aduciendo que la información obtenida puede salvar vidas? Obama ganó su presidencia prometiendo una escala de valores muy superior a la de George W. Bush, pero acaba de lanzar su reelección recurriendo a los mismos cuestionables artilugios de su antecesor.
Muy pocas horas después del asesinato de Bin Laden, el presidente de Estados Unidos había dicho que el icono del terrorismo internacional murió en Pakistán luego de que el comando especial Seal lo ejecutara porque había “resistido en un tiroteo”. Sin embargo, Jay Carney, el vocero de la Casa Blanca desmintió ayer a su propio jefe: Bin Laden no estaba armado. Y, desde Pakistán, la hija de Bin Laden advirtió que su padre fue capturado vivo antes de terminar “enterrado” en el mar.
La excitación de la Casa Blanca al comunicar la noticia del deceso de su Enemigo Público Nº1 fue tan grande, que Obama no comprendió lo que le estaba diciendo al mundo: fuerzas militares de Estados Unidos habían ingresado ilegalmente a un país para violar su soberanía y realizar operaciones militares con total impunidad. “Se hizo justicia”, dijo el presidente. Es el mismo presidente que había prometido cambiar la imagen de un Bush arrogante, que se movía por el mundo como un sheriff planetario que no necesitaba dar explicaciones de sus acciones.
La información sobre el lugar en el que se escondía Bin Laden llegó, según fuentes norteamericanas, luego de que se aplicara tortura a los detenidos en Guantánamo. El mismo Bush está orgulloso: “El ‘submarino’ servía”, lanzó desde su rancho texano. La técnica conocida como “submarino” fue aprobada por Bush y consiste en colocar una funda plástica en la cabeza del detenido hasta que su propia respiración lo ahoga, o sumergirlo en agua fría hasta segundos antes de que pierda el conocimiento. Es una metodología condenada por la ONU, pero en “Decision Points”, una autobiografía publicada por Bush el año pasado, se reconoció su aplicación en las cárceles de Guantánamo porque “permitía salvar vidas”.
Bin Laden es el responsable de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en los que más de 3000 personas fallecieron en los Estados Unidos. Es también el creador de la red Al Qaeda que, en forma directa o a través de sus células dispersas por todo el planeta, ha provocado un centenar de golpes contra objetivos civiles en todo el mundo. Bin Laden es un asesino.
Pero Bin Laden debería haber enfrentado la justicia internacional. Tal y como lo hicieron los jerarcas nazis en los famosos juicios de Nüremberg, aquellos recordados procesos que dieron inicio a la todavía incipiente justicia internacional y que permitieron mostrarle a la humanidad entera la brutalidad y el genocidio de Adolf Hitler.
Con el asesinato de Bin Laden, Estados Unidos no parece haber utilizado estrategias más civilizadas que Al Qaeda. Y eso es condenable: a los terroristas no se lo combate con las mismas armas que utiliza el terrorismo. De lo contrario, sólo ganan los terroristas.
(*) Editor Internacionales del Diario PERFIL.
Twitter: @rodrigo_lloret.
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