INTERNACIONAL

Para algunos residentes, "un día Cuba va a cambiar"

A medio siglo de la Batalla de Girón, un habitante de la isla cuenta cómo vive en las afueras de La Habana, a la sombra del régimen de los hermanos Castro.

Cuba festejó el 50° Aniversario de la victoria en Playa Girón.
| Cedoc.

Luego de meses de una cuidada preparación, el gobierno cubano festejó los 50 años de la fallida invasión de la Bahía de Cochinos en la Plaza de la Revolución, con desfiles militares y actos conmemorativos que dieron comienzo al VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC).

Sin embargo, en la hirviente política de la isla, hay cubanos que se sienten partícipes y otros que se mantienen al margen de este hecho histórico tan importante, si se consideran las diferentes condiciones sociales en las que viven.

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De todas maneras, es innegable el peso político que el régimen castrista ha construido en los últimos cincuenta años en el mapa internacional. A pesar de la polémica que siempre deriva de sus palabras, son varios los que esperaron en vano la aparición de Fidel Castro, que se mantiene alejado de la escena pública desde que dimitiera en favor de su hermano, en 2008. “Estamos muy ansiosos por oír las palabras del Comandante. Por aquí ya se comenta que será su último discurso en vida”, advertía Juan Alberto, un guía turístico, a su grupo de extranjeros que realizaba un recorrido por la Habana antigua.

Ante cualquier consulta, los guías suelen presentarse por su nombre, sin revelar aunque jamás deslicen una idea contraria a su gobierno. Cuidan tanto su identidad como su trabajo, el cual realizan al pie de la letra entre chistes e indirectas para ganarse una buena propina en pesos convertibles cubanos que le permitan llegar cómodamente a fin de mes. Ellos son unos de los pocos nativos que tienen el privilegio de trabajar de lo que les gusta y de tener un empleo estable en la principal industria cubana.

Los preparativos de los actos eran visualmente perceptibles para algunos turistas y cubanos que residen en La Habana, pero no para quienes viven en el resto de las 13 provincias que conforman el país. En Cuba rige el decreto-ley 217 que regula los movimientos migratorios de los ciudadanos hasta La Habana, por lo cual cada ciudadano debe permanecer en su lugar de origen a menos que pueda denunciar un domicilio de residencia permanente en la ciudad.

Arnaldo Morales Torrente vive a más de cien kilómetros de la Plaza de la Revolución, en una zona rural cercana a Jaguey Grande, provincia de Matanzas. A diferencia de los guías habaneros no da vueltas para revelar su apellido. Lo gesticula y pronuncia con orgullo. Más tarde contará que perdió el miedo junto con las esperanzas de conseguir un empleo estable si las políticas del régimen cubano continúan como lo vienen haciendo. “Raúl es más de lo mismo”, asegura.

Hasta 2003 Arnaldo trabajó en una refinería de azúcar de su pueblo, que cerró por la falta de energía petrolífera para producir. Desde ese año hasta hoy, todos sus días son exactamente iguales. Muy temprano por la mañana y pasado el mediodía, Arnaldo se para al costado de la ruta 141 en busca de turistas perdidos que viajan en dirección a Santa Clara para conocer el mausoleo del Che.

“No teman, en Cuba no hay mafia”, dice y abre cada vez mas sus largos brazos para detener un auto en el que viajan varios turistas. “Si siguen para el norte van a ver que el camino se acaba. Puedo acompañarlos hasta que tomen la autopista”. Con estas pocas palabras explicará un servicio que luego cobrará a voluntad para alimentar a su familia.

Cuando se le pregunta qué sabe de los preparativos por el aniversario de la victoria de Playa Girón se entristece al recordar la norma que no le permite trasladarse de una ciudad a otra y la ley que le prohíbe viajar al exterior. “Yo no soy libre para conocer otros países”, sentencia aún más angustiado. Parece consolarse cuando lentamente se da una palmada sobre su mano izquierda. No dirá que tiene interés por presenciar los festejos de la plaza pero sí de emigrar a otra ciudad en busca de trabajo para volver a ser el principal sostén económico de su familia. Una vez resignado, haría correr el rumor que comparte con sus vecinos: “Dicen que viene Chávez y unos cuantos presidentes americanos. Otros cuentan que han colgado luces y han puesto bancos en la plaza. También parece que arreglaron la Bahía. Pero ojo, que esto lo hacen para que no se note en qué condiciones vivimos los cubanos”, asegura.

“Esto, amigos, no es revolución. Fidel se ha perpetuado en el poder y el verdadero sentido de la revolución se perdió en el tiempo”, afirma Arnaldo mientras deja atrás cientos de hectáreas improductivas de la provincia hasta llegar a la autopista que comunica con Jaguey Grande.

“Para nosotros son todos los días iguales, al vivir acá y en estas condiciones no tengo, amigos, nada que festejar”, sostiene, mientras se baja del auto para tomar un taxi que en verdad es un carro tirado a caballo. En 50 minutos, nuevamente estará en el mismo punto de partida en busca de otros turistas. Así, se sucederán unas tras otras las mañanas y las tardes de Arnaldo. Por eso, resulta entendible que no se sienta parte de los festejos y que esté enterado de ellos sólo rumores paganos. Sin embargo, se puede descubrir un brillo especial en sus ojos cada vez que anhela el fin de la dictadura de los Castro. “Algún día Cuba va a cambiar. Yo tengo fe, mi amigo, y eso nadie me lo va a quitar…”

 

(*) Especial para Perfil.com