El independentismo ganó las elecciones, pero no conquistó la independencia. Paradójicamente, quedó como primera minoría en el Parlamento, pero no obtuvo más del 50% de los votos, lo que debilitó las aspiraciones secesionistas. Junts pel Sí, la coalición soberanista, obtuvo 62 parlamentarios y la CUP, la agrupación antisistema anarquista, cosechó 10 bancas. Las dos apuestan por romper con España, pero tienen fuertes discrepancias políticas sobre quién debe conducir ese proceso. La piedra en el zapato tiene nombre y apellido: Artur Mas, el actual presidente de la Generalitat. El dirigente de centroderecha es rechazado por la CUP, que adelantó que no votará su investidura, abriendo un interrogante sobre quién será el próximo titular del Ejecutivo catalán. Sin un liderazgo fuerte, el sueño catalán podría diluirse.
Las opiniones sobre el resultado de los comicios están tan divididas como la sociedad española ante la posibilidad de una independencia catalana. “El resultado de las elecciones refuerza el proceso hacia la independencia de Cataluña”, explicó a PERFIL Lluis Ferrán Requejo, catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Pompeu Fabra. “La principal cuestión electoral en juego era ver si las dos candidaturas del independentismo obtenían o no la mayoría absoluta de escaños en el Parlamento catalán (68 de 135) frente a las cinco listas no independentistas. El resultado final ha sido 72 escaños independentistas frente a 63 no independentistas”, agregó desde Barcelona.
Santos Juliá, profesor de Historia de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, no concuerda con ese escenario. “Las elecciones autonómicas fueron planteadas por Junts pel Sí como un plebiscito. En este sentido, el resultado no fue un triunfo, sino un rotundo fracaso, ya que el voto no llegó al 40%”, afirmó. Si se suman los sufragios cosechados por Junts pel Sí y la CUP –las dos fuerzas soberanistas–, esa tendencia sube al 48%. Sin embargo, no alcanzaron a superar la barrera de la mitad más uno, lo que hubiera significado un golpe de efecto y un fortalecimiento de la hoja de ruta de 18 meses que propone Mas.
Otro de los grandes desafíos del independentismo catalán es el liderazgo. Mas es rechazado por la izquierda, que sostiene que sus políticas de ajuste en salud y educación no difieren de las recetas aplicadas por el presidente Mariano Rajoy. “No puede hablarse de que sea un escollo para el proceso, sino que más bien constituye uno de sus principales activos. Estas dos formaciones independentistas encontrarán un acuerdo satisfactorio y el proceso institucional favorable a la independencia seguirá su curso”, opinó Requejo. “Por haber vinculado su liderazgo a un triunfo plebiscitario, Mas tendría que reconocer su derrota y abandonar el cargo o imprimir un giro a su política”, discrepó Santos Juliá.
Tras las elecciones, el escenario en Cataluña parece más incierto que nunca. Sea cual fuere el diagnóstico, el liderazgo del secesionismo quedó profundamente herido