Julián Assange no quiso recibir el Premio Perfil a la Libertad de Expresión Internacional 2012. Mientras pasa sus días encerrado en una pequeña habitación, con el temor de ser condenado a pena de muerte por haber denunciado los intereses ocultos de la diplomacia de los Estados Unidos, el australiano no aceptó participar de una ceremonia en la que se iba a reclamar por su derecho a difundir información que Washington no quiere que sea revelada.
Algo quedó claro esta semana: Assange molestó al poder de los Estados Unidos, pero Assange no quiere molestar al poder de Ecuador.
Un mes antes del acto –en el que también se premió a la escuela de periodismo TEA y a la familia del periodista asesinado Adams Ledesma–, PERFIL se comunicó con Kristinn Hrafnsson, vocero de WikiLeaks. Al periodista islandés se le transmitió la decisión de premiar a Assange por su tarea al frente de WikiLeaks. "Muchas gracias, en nombre de Assange –contestó Hrafnsson–. Julián no está pasando un buen momento y noticias como éstas nos ayudan a demostrar que su trabajo es reconocido. Será un honor recibir el premio".
En ese entonces, se evaluó la posibilidad de que el mismo Hrafnsson viajara a la Argentina a recibir el galardón en nombre de Assange o que el australiano grabara un mensaje desde la Embajada de Ecuador en Londres para ser difundido en la ceremonia que se iba a realizar en Buenos Aires.
Los contactos entre Diario PERFIL y WikiLeaks siguieron avanzando y se envió a la sede diplomática ecuatoriana en Londres el detalle de las figuras internacionales que habían recibido el Premio a la Libertad de Expresión en otras oportunidades: el periodista colombiano Herbin Hoyos Medina en 2008, por realizar un programa radial capaz de ser escuchado por los rehenes de las FARC; a la revista mexicana Zeta en 2009, por detallar los ataques a la prensa que realizan los narcotraficantes; a la bloguera cubana Yoany Sánchez en 2010, por hacer públicas las presiones que el gobierno cubano ejerce sobre los disidentes; y al periodista egipcio Ayman Mohyeldin en 2011, por evitar la censura de Hosni Mubarak y reflejar la Primavera Árabe desde El Cairo.
Todo parecía ir bien, hasta que Assange supo que compartiría el premio con el ecuatoriano César Ricaurte, director de Fundamedios, la organización que denuncia las amenazas que reciben los periodistas ecuatorianos. Sólo durante 2011, Fundamedios detectó un promedio de una agresión a un periodista cada dos días en Ecuador. "Este premio es un homenaje a la lucha, el trabajo y la valentía de los periodistas ecuatorianos que todos los días toman la decisión cada vez más arriesgada de no callarse", dijo Ricaurte al recibir su premio.
Assange debe haber evaluado que sumarse a una fiesta en la que se iba a premiar dos formas de ejercer la libertad de expresión que tenían a Ecuador como protagonista, podría generarle problemas con Rafael Correa.
Es una pena: la libertad de expresión no tiene ideologías.
(*) Editor de Internacionales en Diario Perfil.