Minutos antes de las 16 horas, el primer papa latinoamericano de la historia aterrizó en Río de Janeiro y de esa forma, Jorge Mario Bergoglio se convirtió en el tercer Sumo Pontífice en visitar Brasil, el país con más católicos del mundo.
En un colorido aeropuerto lo espabara la jefa de Estado, Dilma Rousseff, con quién intercambió unas palabras en medio de un recibimiento protocolar.
Luego, en un auto común y con las ventanas bajas, Francisco recorrió las autopistas de Río de Janeiro hasta llegar a la Catedral metropolitana. Cuando el automóvil se frenaba, una multitud se avalanzaba sobre el auto y exigía a la seguridad papal que trataba de impedir el contacto directo con el sucesor de Pedro.
Una vez en la Basílica, el Pontífice se subió a un papamóvil sin puertas y fue aclamado por la multitud de fieles que se acercó a saludarlo durante una recorrida que se extendió durante más de una hora.
Después, el Papa se subió al helicóptero que lo trasladó al Palacio de Guanabara donde Dilma Rousseff encabezó la ceremonia de recepción oficial. Ahí el Papa llamó a la juventud a "evangelizar las naciones".
Con una frase contundente, Francisco se ganó la ovación de Daniel Scioli y Karina Rabolini, que se encontraban en el Palacio: "No tengo oro ni plata, pero les traigo lo más precioso que tengo: a Jesucristo", dijo el Sumo Pontífice.