Donald Trump y Vladimir Putin conforman un peculiar matrimonio político que promete estrechar las relaciones diplomáticas entre Rusia y Estados Unidos, pero al mismo tiempo amenaza al mundo con un rearme nuclear de inciertas consecuencias. Pese a ver el mundo con el mismo prisma, también desconfían uno del otro. Quizás no creen en que la “luna de miel” que el Kremlin y el magnate se prometen dure para siempre. En las últimas 48 horas, ambos anunciaron que fortalecerán la capacidad nuclear de sus naciones, insinuando una carrera armamentista que podría provocar inestabilidad en todo el globo.
Así quedó en evidencia esta semana, cuando el mandatario ruso anunció que su prioridad para 2017 pasa por incrementar su arsenal nuclear y fortalecer sus fronteras y Trump le respondió con la misma medicina. “Estados Unidos debe reforzar y expandir ampliamente su capacidad nuclear mientras el mundo no haya entrado en razón en el ámbito de las armas nucleres”, escribió ayer el presidente electo norteamericano en su cuenta de Twitter.
“¿Pueden los tuits de Trump iniciar una carrera armamentista?”, se preguntó la revista The Atlantic. “La mala noticia es que los rusos están invirtiendo mucho en nuevas capacidades y el presidente electo parece estar a favor de entablar una carrera armamentista con ellos. La buena noticia es que la discusión nuclear de Putin y Trump contiene menos rivalidad ideológica que en la Guerra Fría. Son como dos tipos comparando sus Camaros. Están enamorados de sus juguetes y les encanta alardear”, respondió en el artículo Jeffrey Lewis, profesor adjunto en el Centro de Estudios James Martin para la No Proliferación.
Irma Argüello, presidente de la Fundación NPSGlobal, cree que estas declaraciones son “una pésima señal para el mundo”. “Las armas nucleares encierran un peligro real. El terrorismo puede tener acceso a estas armas. Esto es una vuelta a la Guerra Fría, no ya en términos ideológicos, sino en la lucha por el poder y el predominio internacional”, afirmó la especialista en diálogo con PERFIL.
Reacciones. La escalada retórica no implica necesariamente que haya un rearme nuclear, pero anuncia un escenario más volátil e incierto. Ante el impacto de sus declaraciones, el jefe de Estado ruso afirmó ayer que no había “nada inusual” en la opinión de su par norteamericano. “Durante su campaña electoral ya habló de la necesidad de fortalecer el componente nuclear de Estados Unidos, de fortalecer sus fuerzas armadas”, explicó Putin en su conferencia de prensa anual.
Por su parte, el futuro vocero de la Casa Blanca, Sean Spicer, reiteró la posición del líder republicano, sin mencionar específicamente a ninguna nación. “Hay países en el mundo que hablan de aumentar su capacidad nuclear. Estados Unidos no se sentará y dejará que eso pase sin actuar de la misma forma”, aseveró.
Antecedentes. Moscú y Washington firmaron desde el epílogo de la Guerra Fría los tratados Start I, II y III, en los que se comprometieron a limitar y reducir sus arsenales nucleares. Pese a que Barack Obama intentó “resetear” las relaciones con Rusia, la invasión y anexión de Crimea enfrió ese acercamiento. “Putin ha empezado a retirarse de esas iniciativas bilaterales. El mal signo venía de antes de la elección en Estados Unidos”, agregó Argüello.
Tras la intervención militar en Ucrania, el Departamento de Estado fomentó una serie de sanciones que erosionaron la economía rusa. Al mismo tiempo, el Kremlin observa con preocupación la expansión de la OTAN en su frontera, más precisamente en los países bálticos. Además, el escudo antimisiles le plantea un desafío adicional a Putin.
Pese a que ambos jefes de Estado desean aceitar el vínculo bilateral, al mismo tiempo fantasean con incrementar sus capacidades nucleares. Los siete actores restantes con ojivas nucleares –China, Francia, Reino Unido, Israel, Pakistán, India y Corea del Norte– y el resto de la comunidad internacional observan con preocupación y evalúan cómo adaptarse a ese eventual escenario.