INTERNACIONAL

Un suicida deja señales

default
default | Cedoc

En el año 2010, me tocó actuar como perito de parte en un “accidente” de aviación  ocurrido en Bariloche, donde murieron ambos tripulantes de una avioneta. Uno era el piloto, y el otro, un turista turco con pasaporte holandés, que había decidido quitarse la vida “con estilo”, como rezaba la carta que minutos antes de morir escribió a su esposa que vivía en Francia. Elaboró su plan con bastante antelación, y para cumplir su designio, subió al aparato con una navaja y un gas pimienta, elementos que usó para anular al piloto y precipitar a tierra la  pequeña aeronave. Cuando desapareció el avión malasio, una de las hipótesis fue la del suicidio del piloto. Recordando algunos pormenores del tema, se podrá  avanzar (o desechar) esa presunción.
El suicidio está considerado como “la muerte conseguida por una acción personal y voluntaria dirigida contra uno mismo”, y hoy se ha estudiado en profundidad, por lo que sucintamente pueden identificarse tres grandes grupos pasibles de cometer suicidio. En primer lugar, individuos que incurren en “conductas suicidas”, aunque no siempre lleguen a consumar el hecho. En estos casos, se ha encontrado un claro factor biológico, consistente en disminución de la actividad enzimática de la serotonina en corteza cerebral prefrontal. Son esas “conductas suicidas” las que alertan sobre la propensión del individuo a quitarse la vida.
En segundo lugar, están los individuos que padecen un “trastorno en el control de los impulsos”, y en estos casos, el acto suicida es brusco, sin aviso, instantáneo y sin preparación o señales previas, y sorprende entonces a propios y extraños.
    Por último, están los individuos que, padeciendo determinados cuadros psiquiátricos, van “rumiando” la idea del suicidio, y dejan claras señales de sus intenciones de autoeliminación. La depresión (más aún si es ansiosa  e ingrediente de un trastorno bipolar de base) suele desembocar con llamativa frecuencia en el suicidio. Esta patología, claramente, era la que padecía el turista turco que se suicidó “con estilo”, como él mismo definió en la carta a su mujer. Tenía ese hombre sobrado historial de patología psiquiátrica, y atormentado por ella, puso fin a sus días.
El piloto del avión malasio no registra entre sus antecedentes ni “conductas suicidas”, ni “trastornos en el control de los impulsos”, ni “patología psiquiátrica claramente identificada”. Tampoco dejó previamente  señales o avisos de pulsiones suicidas, y no se encontraron tampoco conductas en su último vuelo que indicaran (como el turco de la avioneta) que deseaba “suicidarse con estilo”.
La misteriosa desaparición de la aeronave malasia  pareciera ser mucho más compleja que un acto suicida unipersonal. Quizá es una pieza clave de una gigantesca conspiración, cuyos alcances probablemente nunca llegaremos a conocer.

*Psiquiatra. Actuó en el caso de un suicidio en un vuelo.