INTERNACIONAL
Diplomacia digital

Una nueva estrategia para las Islas Malvinas: convencer al pueblo británico

A 39 años de la guerra, Argentina podría adoptar herramientas para influir en la opinión pública británica y hacer más impopular y costosa la ocupación de las Islas.

Política para Malvinas 20200616
El Gobierno endurece su política sobre las Islas Malvinas | Cedoc Perfil

La ocasión de un nuevo aniversario de la guerra de Malvinas abre, como todos los años, la posibilidad de repensar el estado de situación de la “causa” y las acciones realizadas por la Argentina hasta el momento. Desde la recuperación democrática, las estrategias de los distintos gobiernos argentinos han sido de lo más diversas y eclécticas: intentar negociar bilateralmente con Gran Bretaña, seducir a los isleños con regalos y otros gestos amistosos, acordar un “paraguas” de soberanía que permita avanzar en agendas “no conflictivas”, politizar el asunto al extremo, apostar a la multilateralización de la causa Malvinas, lograr el apoyo diplomático de grandes potencias como China y Rusia y aplicar sanciones a las actividades extractivas en el espacio marítimo que rodea las islas. Ahora bien, si nos ponemos en resultadistas, lo cierto es que ninguna de estas acciones ha logrado siquiera que Londres se siente a conversar, tal como establece la famosa resolución 2065 del Comité de Descolonización de Naciones Unidas. “Aunque la estrategia sea hermosa, ocasionalmente deberías ver los resultados”, dijo alguna vez Winston Churchill.

¿Significa lo anterior que deba desecharse lo realizado hasta ahora? No necesariamente. Es común que los resultados en este tipo de conflictos se logren con tiempo, perseverancia y, muchas veces, se requiere de una cuota de suerte provista por factores que escapan a la capacidad de agencia de un gobierno. Aun así, todas las estrategias adoptadas hasta el momento comparten una serie de limitaciones: son demasiado estadocéntricas, extremadamente institucionalistas y basadas en el derecho internacional y en acciones diplomáticas entre gobiernos. Dicho de otra forma, son estrategias que parten de una visión sumamente acotada de las relaciones internacionales y la política exterior. Sin necesidad de abandonarlas, tal vez sea momento de ampliar el rango de acción y transitar caminos inexplorados. Uno de ellos es el de recurrir más a la diplomacia pública, con el objetivo de fortalecer la posición argentina ante la opinión pública británica y que sea esta quien le reclame a su propio gobierno que se siente a negociar con Argentina.

¿Cuan factible es este escenario? Veamos algunos datos. Un sondeo de opinión realizado en 2012 por Ibarómetro y You Gov dio como resultado que sólo el 62% de los británicos considera legítima la ocupación de las islas y únicamente el 11% piensa que dicho reclamo cuenta con el apoyo de la comunidad internacional. Asimismo, tan sólo el 25% de los encuestados se opuso a que Londres y Buenos Aires se sienten a negociar por la soberanía de las islas. No obstante, casi el 60% de los británicos consultados opinó que Londres debe mantener el control soberano de las islas o, en todo caso, que se transformen en una entidad independiente a cargo de los kelpers. Es decir: la gran mayoría de los británicos aprueba que Argentina y el Reino Unido se sienten a negociar, aunque que no vean con buenos ojos que Argentina recupere la soberanía de las islas. Ahora bien, ¿qué pasaría si esa mirada se empezara a revertir? ¿puede Argentina hacer algo para contribuir a ello?

Boris Johnson Chairs UN Security Council Meeting On Climate Change
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En un trabajo titulado “Foreign Policy and the Electoral Connection”, los académicos Aldrich, Gelpi, Feaver, Reifler y Sharp explican que es bastante común que la ciudadanía traslade sus visiones de política exterior a sus decisiones electorales, lo cual hace que los políticos calculen las implicancias de la política internacional que llevan adelante. No obstante, articular opiniones sólidas sobre asuntos externos no es una tarea sencilla para la gente de a pie. Principalmente, porque los políticos suelen tener un nivel de información mucho mayor que los ciudadanos sobre cuestiones internacionales. Ya sea porque el interés del público se focaliza más en temas domésticos, porque las fuentes especializadas son reducidas o porque a veces están en otro idioma. Esta brecha de información reduce la influencia de la ciudadanía en el rumbo de la política exterior y les otorga a los gobernantes de un margen de maniobra considerablemente mayor que en el resto de las políticas públicas.

Sin embargo, los investigadores Matthew Baum (de la Universidad de Harvard) y Philip Potter (de la Universidad de California) afirman en un artículo conjunto sobre medios, opinión pública y política exterior que en las democracias occidentales existen dos factores que tradicionalmente han servido para reducir esa brecha entre gobiernos y ciudadanos: el tiempo y los medios de comunicación. El factor tiempo actúa a medida que un asunto deja de ser algo novedoso y el público va adquiriendo conocimiento de la cuestión, hasta formar sus propias visiones del tema. Los medios de comunicación, por su parte, proveen información a la gente, ya sea investigando o contribuyendo a construir miradas distintas a las que intentan instalar los gobiernos de turno. Un buen ejemplo de ello es el papel que jugaron los medios de comunicación estadounidenses en la revelación de que Saddam Hussein no poseía armas de destrucción masiva, lo cual resultó determinante para que la opinión pública revirtiera su apoyo a la invasión a Irak en 2003.

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Pero en el caso Malvinas es difícil que estos factores puedan jugar a favor de la posición argentina. En primer lugar, porque los medios de comunicación pueden ofrecer información a la ciudadanía, pero también pueden alinearse con la posición oficial del gobierno. Sumado a ello, en la era de internet y las redes sociales, la capacidad de los medios de formar opinión es mucho menor que antes. De hecho, en una investigación más reciente -titulada “Media, Public Opinion, and Foreign Policy in the Age of Social Media”- Baum y Potter explican que la irrupción de las redes sociales como fuentes alternativas de información -muchas veces, de dudosa veracidad- ha contribuido a la fragmentación de los mensajes, dificultando la generación de opiniones mayoritarias.

No obstante, la era de la comunicación 2.0 también ha expandido el uso de la diplomacia digital, mediante el uso de redes sociales, plataformas y otras herramientas virtuales que pueden ser aprovechadas para difundir información y fortalecer el reclamo argentino. Hoy en día existen muchas más fuentes de información alternativa y con ellas aumenta la independencia del público de los diarios y canales de televisión tradicionales. Desde la Primavera Árabe a Donald Trump, si algo quedó en evidencia es que ya no se necesita tener de tu lado a los principales medios de comunicación para construir, difundir e instalar una mirada particular de las cosas. Sumado a ello, las redes sociales -con sus algoritmos, microsegmentación, bots y demás técnicas- ofrecen un sin número de herramientas para segmentar y personalizar los mensajes.

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Veamos un ejemplo concreto adonde se podría apuntar. De acuerdo con un sondeo realizado recientemente por YouGov, ante la pregunta de cuál es el sector en el que el gobierno gasta demasiado, los británicos ubican al gasto en defensa en el segundo lugar, sólo por detrás de la ayuda internacional. Frente a este panorama, cabe preguntarse qué porcentaje de la sociedad inglesa tiene conocimiento de que en Malvinas existe una base militar con 1200 efectivos y un importante arsenal armamentístico, que incluye un buque polar y aviones caza de última generación ¿Saben los contribuyentes británicos que tanto la base militar como la seguridad de un puñado de isleños que viven a más de 12 mil kilómetros de Londres es financiada enteramente por el gobierno de Su Majestad? 'Cause I'm the taxman, dirían Los Beatles. Considerando esta situación, Argentina podría, con pocos recursos económicos, promover mensajes positivos sobre la descolonización, la reducción de la beligerancia y los gastos militares entre la ciudadanía inglesa, focalizando incluso en los grupos sociales que no tienen una posición tomada sobre la política de su gobierno respecto de Malvinas. Al respecto, cabe destacar que son los mayores de 60 años -quienes vivieron la guerra fría y el conflicto del Atlántico Sur- los que tienen una posición más “dura” sobre Malvinas. Los jóvenes, en cambio, no sólo tienen menor conocimiento sobre el tema, sino que además son los más críticos de la política colonial británica.

Islas Malvinas.

Sumado a lo anterior, también se puede hacer un trabajo de difusión de información e instalación del tema entre las ONGs vinculadas a temas de paz, desarme y no proliferación. Haciendo un repaso por la agenda y proyectos de las principales ONGs británicas que trabajan estos temas es notorio que ninguna de ellas tiene a la desmilitarización de Malvinas como un tema de agenda. De igual forma, el Estado argentino también puede promover de manera más asertiva la diplomacia pública mediante think thanks, redes de académicos, de empresarios y sindicatos que profundicen la construcción de relaciones horizontales y, en ese marco, contribuyan a la transmisión de información y entendimientos que sustenten la posición argentina.

En definitiva, la falta de resultados de la diplomacia “tradicional” y los cambios en la forma de hacer política en las sociedades contemporáneas obligan a salir de la zona de confort y contemplar otras acciones que favorezcan el legítimo reclamo argentino sobre Malvinas. En este caso, bien vale potenciar las herramientas que ofrece la diplomacia digital con miras a que la ocupación se vuelva cada vez más impopular y costosa en términos económicos para cualquier mandatario que ocupe el 10 de Downing Street.

*Doctor en Ciencias Sociales y profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de San Martín