
Es posible que dentro de varias décadas nadie se acuerde de la novela de Vladimir Nabokov, pero todavía se use la palabra lolita para describir a las «perturbadoras nínfulas», a las niñas de doce o trece años que, como la protagonista, prefiguran gestos y provocaciones propios de mujeres mayores. No es el único caso de personaje de ficción que se volvió palabra, independizándose de la obra literaria que lo trajo a la luz, porque ¿cuántos de los que escriben artículos veraniegos en revistas de moda leyeron a Nabokov? Tenemos por ejemplo a la celestina, esa mujer casamentera que pretende lograr la unión de un hombre y una mujer; el texto del mismo nombre es de Fernando de Rojas y fue escrito hace unos cinco siglos. Mentor es un personaje de la Ilíada: un hombre que protege y forma a Telémaco mientras su padre se pierde durante veinte años por las islas y los mares intentando volver a su casa. Tanto donjuán como tenorio aluden al mismo personaje: Don Juan Tenorio, un galancito frívolo y mujeriego, popularizado por primera vez por Tirso de Molina. Un quijote lucha por sus ideales aunque sepa que no puede vencer; un tartufo es hipócrita, como el personaje de Molière; un fígaro es un peluquero, a partir de la comedia de Beaumarchais, que luego Rossini convertiría en la ópera El barbero de Sevilla.
(En la imagen: Dolores Haze vista por Humbert Humbert. En Lolita, de Adrian Lyne, 1997.)

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