OPINIóN
memoria

A 80 años de la Conferencia de Wannsee

El 20 de enero de 1942, quince oficiales del gobierno alemán y del partido nazi, ocho de ellos doctorados, se reunieron en las afueras de Berlín, en la villa Wannsee para coordinar la destrucción física de la judería europea, conocida con el nombre de Endlösung, Solución Final, un eufemismo para el programa de asesinato masivo e industrial de los judíos.

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Reunión. Los asistentes no fueron matones nazis, sino parte de su élite. Elaboraron un detallado protocolo con las cifras de judíos a eliminar en cada zona. | cedoc perfil/yad vashem

Según informa el sitio oficial del Museo del Holocausto de Estados Unidos, en representación de las SS estuvieron: el general de las SS Reinhard Heydrich, jefe de la Oficina Principal de Seguridad del Reich; el mayor general de las SS Heinrich Müller, jefe del Departamento IV de la RSHA (Gestapo); el teniente-C coronel de las SS Adolf Eichmann, jefe del Departamento RSHA IV B 4 (Asuntos Judíos); el coronel de las SS Eberhard Schöngarth, comandante de la oficina de campo de RSHA para el gobierno general en Cracovia; el SS Major Rudolf Lange, comandante de RSHA Einsatzkommando 2; y el general de la división de las SS Otto Hofmann, jefe de la Oficina Principal de Raza y Asentamiento de las SS. En representación de los organismos del Estado estuvieron: el secretario de Estado Roland Freisler (Ministerio de Justicia), el director ministerial Wilhelm Kritzinger (Ggabinete del Reich), el secretario de Estado Alfred Meyer (Ministerio del Reich para los Territorios Orientales Ocupados-URSS ocupada por los alemanes), el director ministerial Georg Leibrandt (Ministerio del Reich para los Territorios Orientales Ocupados), el subsecretario de Estado Martín Luther (Ministerio de Relaciones Exteriores), el secretario de Estado Wilhelm Stuckart (Ministerio del Interior), el secretario de Estado Erich Naumann (Oficina de Plenipotenciarios para el Plan de Cuatro Años), el secretario de Estado Josef Bühler (Oficina del Gobierno del Gobernador General en Polonia) y el director ministerial Gerhard Klopfer (Cancillería del Partido Nazi). No asistieron representantes de las Fuerzas Armadas Alemanas (Wehrmacht) ni de los Ferrocarriles del Reich (Reichsbahn) en el Ministerio de Transporte.

El portal de Yad Vashem, el Museo del Holocausto de Israel, tiene publicado el protocolo de la Conferencia de Wannsee, cuyo lenguaje clínico destaca por su frialdad. Heydrich indicó que el objetivo era exterminar a once millones de judíos en la Europa bajo control del Eje, así como también a los judíos de Gran Bretaña y países neutrales como Suiza, Irlanda, Suecia, España, Portugal y Turquía. (Aunque no es mencionado en el protocolo, Hitler también anhelaba aniquilar a los más de 700 mil judíos del Medio Oriente y África del Norte con la cooperación del Gran Mufti palestino Hajj Amín al-Husseini, con quien se reunió unas semanas antes de la Conferencia de Wannsee). El protocolo del encuentro detalla:

“Durante la solución final se deberá conducir a los judíos al servicio de trabajo al Este. En grandes columnas de trabajo capaces de trabajar, para que construyan carreteras; no hay duda alguna de que se perderá a una gran proporción de ellos como consecuencia de una selección natural. Los que queden necesitarán un tratamiento adecuado, porque sin duda algunos representan la parte [físicamente] más resistente y con su liberación se podrían transformar en el germen de una resurrección judía (pruebas de ello las da la historia). Durante la ejecución de la solución final, Europa será revisada a fondo, desde el Oeste hasta el Este”.

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Secreto. El Protocolo de la Conferencia de Wannsee, del que se hicieron treinta copias, está marcado como “Documento secreto del Reich”. Solo unos pocos oficiales alemanes de muy alto rango conocían el plan de exterminio que Wannsee puso en marcha. “En apenas noventa minutos”, afirmó durante una disertación reciente el rabino Abraham Cooper, decano asociado del Centro Wiesenthal, “15 nazis, no matones, sino elites, sellaron el destino de millones de judíos”. Ninguno de los asistentes se opuso al plan. Durante su juicio en Jerusalén en 1961, Eichmann recordó: “Estos caballeros estaban sentados todos juntos y no emitieron palabra alguna al respecto… Hablaron sobre métodos para matar a los judíos, sobre asesinato, destrucción… sobre exterminio”. Tal como Yoav Tenembaum, profesor de la Universidad de Tel- Aviv, señaló en una columna en The Jerusalem Post, Wansee “puso el sello al primer plan industrial coordinado y organizado para eliminar por completo a toda una nación de la faz de la Tierra”. Si bien pocos conocían el objetivo genocida, muchos debieron sumarse al esfuerzo asesino para que el plan prosperara. Colaboracionistas croatas, polacos, lituanos, ucranianos, húngaros, franceses y tantos otros contribuyeron a las matanzas. “Sin la Alemania nazi, el Holocausto no hubiera ocurrido, pero sin sus colaboradores en toda Europa hubiera sido más difícil llevarlo a cabo”, escribió Tenembaum.

Precisiones. Si bien Wannsee quedó asociada a la creación de la solución final, ello requiere precisión. Ya para diciembre de 1941 los nazis habían masacrado a más de un millón de judíos. La mayoría de los historiadores considera que la decisión del genocidio judío fue tomada unos diez meses antes de la Conferencia de Wannsee, por medio de una instrucción oral de Adolf Hitler dada en marzo de 1941. Yehuda Bauer, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén y una autoridad mundial en temas de Holocausto, en una monografía publicada en 1980 en The Annals of the American Academy, sostuvo que la solución final se expresó en las matanzas masivas de judíos en Rusia por medio de los Einsatzgruppen y en el programa de Wannsee para el asesinato masivo de judíos en Polonia por medio de las cámaras de gas y los crematorios en seis campos de la muerte. 

Varios expertos han trazado una línea continua desde las primeras declaraciones antijudías de Hitler hasta la solución final para demostrar que el plan genocida palpitó en el Führer desde siempre. Así, recuerdan unas famosas frases suyas que parecen validar esa noción. En septiembre de 1919, en una carta política Hitler distinguió entre el “antisemitismo emocional” de los pogromos  y el “antisemitismo racional” o “legal” estatal en pos de “la eliminación de los derechos de los judíos”. “El objetivo final”, aseguró, “debe ser la inquebrantable eliminación completa de los judíos”. En noviembre del mismo año Hitler dio su primer discurso público, que incluyó esto: “Llevaremos adelante la lucha hasta que el último judío sea eliminado del Reich alemán”. En Mein Kampf (1924), de modo similar, escribió: “Si al principio de la [Primera] Guerra doce o quince mil de estos corruptores hebreos del pueblo hubieran sido expuestos a gas venenoso, como les ha pasado a cientos de miles de nuestros mejores trabajadores alemanes en el campo, el sacrificio de multitudes al frente no hubiera sido en vano”. Otros especialistas creen que estas manifestaciones crudas de antisemitismo no prueban la existencia de un programa práctico en pos de la destrucción de la judería europea pre Wannsee, sino apenas que Hitler fue siempre un gran enemigo de los judíos. Bauer justifica ello mostrando que la política nazi antijudía adoptó formas diversas antes de cruzar el umbral del exterminio a gran escala a partir de 1941.

Etapas. Entre 1933 y 1938, el objetivo nazi era expulsar a los judíos de Alemania. En particular, la Kristallnacht de noviembre de 1938, el primer pogromo organizado en Alemania y Austria en la preguerra, buscó acelerar la salida judía de esas naciones. Bauer subraya que de los más de 30 mil judíos enviados a campos de concentración tras el ataque, la mayoría fue liberada en 1939 para que pudiera emigrar. En el período 1938-1941, se potenció una campaña de expulsiones. Una carta del 25 de enero de 1939 del Ministerio de Relaciones Exteriores enviada a las embajadas aseguró que las expulsiones masivas tendrían el beneficio de fomentar antisemitismo en los países a los que los judíos arribaran, lo cual favorecería a Berlín. Este académico relata también un extraño episodio de 1938-1939 en el cual los nazis quisieron “vender” judíos a Estados Unidos. “Lo trágico”, anotó Bauer, “fue que no hubo un comprador”. En 1939 y 1940, los nazis plantearon la idea de expulsar a los judíos alemanes hacia Polonia y eventualmente a Rusia. También consideraron embarcarlos hacia Madagascar, lo que Heydrich vio como “una solución final territorial”. En mayo de 1940, Himmler rechazó la noción del asesinato masivo de judíos y se mostró a favor de la esclavitud y la privación cultural. 

A la vez, ya en noviembre de 1938, la publicación de las SS Das Schwartze Korps amenazó a los judíos con “fuego y espada” y en enero de 1939 Hitler declaró la intención de aniquilar a la raza judía de Europa. A partir de junio de 1941, grandes cantidades de judíos estarían siendo diezmadas con el avance alemán sobre Rusia. Pero estas ejecuciones masivas con fusiles eran ineficientes para servir al gran propósito genocida nazi. Así surgió la idea de concebir una “solución final a la cuestión judía” apelando a un método de exterminio más veloz y eficaz: las cámaras de gas. Con la determinación hitleriana de marzo de 1941 de liquidar toda presencia judía en suelo europeo y con un mecanismo adecuado en sus manos, los jerarcas nazis se reunieron en las afueras de Berlín para coordinar la implementación del plan genocida. Así, la Conferencia de Wannsee ofreció –en la caracterización de Kirkus Reviews– “un escalofriante vistazo a través del ojo de la cerradura a la banalidad burocrática del mal nazi”. 

*Profesor titular en la carrera de Relaciones Internacionales en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Palermo.