OPINIóN
Análisis

Por qué la Argentina es un fracaso

Uno de los hechos de por qué Argentina vive en el fracaso es la incapacidad que tiene de pensar, diseñar y ejecutar instituciones políticas y económicas inclusivas. Su Estado es grande por necesidad y se convirtió en un monstruo ineficiente.

Fracaso
Fracaso | Andrea Piacquadio / Pexels

La Argentina es un caso particular estudiado en todo el mundo” dicen los más arrogantes, otros decimos que fue -tiempo pasado- América Latina en su conjunto.

Latinoamérica dejó de ser interesante para el Primer Mundo, ese lugar fue ocupado por países asiáticos que en poco tiempo lograron dar grandes saltos, por ejemplo, China, la India, Corea del Sur o Singupar.

Este desinterés tiene muchas razones, pero podríamos englobar a la mayoría en una: la falta de instituciones políticas y económicas inclusivas. América Latina se favoreció a principios de siglo por los precios de las materias primas. Distintos hechos, para nada aislados, como el avance tecnológico y el crecimiento de China e India, dispararon los precios de las commodities. Los gobiernos latinoamericanos, en vez de utilizar el tiempo de bonanza para forjar reformas necesarias, se conformaron con crear maquinarias circenses para perpetuarse en el poder, es decir, cerrar más la élite.

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La gran pregunta es cómo hacemos para crear esas instituciones o cómo transformar las que tenemos. No es para nada fácil, no sólo por el tiempo del proceso sino porque en una sociedad donde el descontento social (desprecio hacia los políticos) es tan alto se torna difícil aplicar reformas o planes duraderos para construir dichas instituciones. La mayoría de los países que pasaron de instituciones extractivas a inclusivas fueron producto de crisis que se llevaron millones de vidas.

¿Podrá Argentina patear el tablero sin necesidad de desplomarse? En el corto plazo parece que no. Sin embargo, cada vez está ganando fuerzas la idea de que el Estado es enorme. Pero achicar el Estado de la noche a la mañana nos hará explotar por los aires. El Estado en Argentina es grande por subsistencia, se formó un círculo vicioso donde es necesario contar con un aparato monstruoso para que no nos comamos entre nosotros.

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Puede sonar ridículo pero la única forma de achicar el Estado, sin cortarle sus extremidades, es obligándolo a hacer dieta. ¿Qué quiere decir “hacer dieta”? Argentina sangra por todos lados, pero una de las reformas primordiales es el sistema educativo.

Nuestro país cuenta con un sistema educativo ineficaz. Los chicos salen de las escuelas (sean públicas o privadas) con conocimientos pobres, para entrar a una universidad donde pocos son los que prosperan y, los que se gradúan, luego compiten en un mercado que a veces no los toma. En síntesis, lo que crea no sirve y lo poco que sirve no es suficiente.

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Una de las formas para salir del hundimiento es justamente apostando a la economía de conocimiento. Es cierto que Argentina sancionó una ley hace más de un año, pero esta estrategia sin la fomentación de un sistema educativo acorde sirve de poco. La formación de trabajadores con conocimientos superiores es la ruta que hay que seguir.

Hoy Argentina no cuenta con una masa de trabajadores calificados, son pocos los países latinoamericanos que lo tienen. Es cierto que aun si Argentina diera un giro, no sería suficiente sin el trabajo en conjunto con los demás latinos. Si una multinacional necesita mil ingenieros, es muy probable que se instale en la India y no aquí.

En el año 2016, en nuestro país se egresó un ingeniero por cada cuatro abogados y psicólogos. Quizás esto se debe a la falta de formación técnica que hay en los niveles primarios y secundarios. En la transición entre nivel secundario y universitario se abre un agujero negro capaz de comerse a la mitad de los aspirantes.

¿Quiere usted ser un fracaso?

Está claro que para crecer debemos educar y para ello se necesita que la sociedad se involucre. Argentina no está destinada al fracaso por fuerza mayor, sino por su propia incapacidad de adaptarse a los nuevos tiempos y sanear las viejas instituciones enfermas de poder. Actualmente el sistema se está comiendo a generaciones prácticamente enteras y para peor sufrimos una pandemia que nos ha ahogado más aún.

En su momento, Argentina padeció lo que es conocido como “fuga de cerebros”, hoy -sin existir una amenaza real- hay una convicción entre los jóvenes que este país no tiene rumbo. El éxodo juvenil cada vez está más cerca. Si esa salida masiva, se llegase a dar, la situación será cinco veces peor. Es momento de poner el ojo y la discusión en nuestro sistema educativo.