El 20 de enero de 2022 se cumplió un año de la administración de Joseph Biden frente al gobierno de Estados Unidos. Desde su llegada, puso en marcha su agenda de gobierno propuesta durante su campaña en diversos ámbitos, tanto de política interna como de política exterior.
En el ámbito interno, se destaca la reactivación de la economía y el comercio. En consonancia con el manejo de la crisis sanitaria producto del covid-19, se aplicó un plan de rescate para las familias estadounidenses por 1,9 trillones de dólares; se logró la aprobación del plan de infraestructura por un trillón de dólares; se crearon 6,4 millones de trabajos, bajando el índice de desempleo de 6,3% a 3,9%. La economía ha mostrado avances positivos en su recuperación, lo que también ha tenido efectos positivos en sus principales socios comerciales. No obstante, los críticos a su plan de rescate acertaron sobre los riesgos del paquete de estímulos aplicado, la inflación de la economía se incrementó de 1,4% en 2020 a 7% en 2021.
Otra variable relevante para la superación económica durante este período ha sido la implementación de la política comercial. La pandemia ha traído consigo un cambio en la correlación de fuerzas a nivel comercial y de la política internacional. En el primer año de la administración Biden, con la política de “autonomía estratégica”, se aplicaron restricciones a la exportación de bienes, se establecieron reducciones arancelarias justificando la liberalización de las importaciones para obtener suministros necesarios para afrontar la pandemia, se protegieron inicialmente las patentes de las vacunas desarrolladas, todo ello en el marco de la seguridad nacional. El resultado fue una fragmentación de los mercados de las cadenas de suministros, a la par de excesos en los precios de bienes que se siguen reconfigurando a nivel internacional.
Actualmente, el acceso a los bienes necesarios para enfrentar la variante ómicron se ha modificado. La aplicación de la diplomacia de las vacunas se ha hecho patente como parte de la estrategia de la política comercial y exterior de Estados Unidos y otros países como Brasil, China, los de la Unión Europea, Rusia, al igual que el libre comercio de insumos, suministros médicos y vacunas a nivel internacional. Solo en el caso de América Latina, la región se ha beneficiado con 735,9 millones de dosis, de las cuales el 71,8% se ha obtenido por la vía de acuerdos/compras bilaterales, el 28,2% restante se han obtenido por el programa Covax con el 6%, donaciones directas el 4,1% y suministros domésticos el 16,9%, de acuerdo con datos de la OMC, a noviembre de 2021.
A través del programa Covax –que tiene como objetivo el acceso justo y equitativo de vacunas en el mundo–, la administración Biden fijó la entrega de 80 millones de vacunas a través de este marco de cooperación, sumado al apoyo económico que ha destinado. Si bien se tiene establecido que estas serían entregadas a las regiones de América Latina, el sudeste asiático y África, la prioridad será la entrega hacia América Latina, Canadá y México.
América Latina no se encuentra dentro de los principales países productores y exportadores de vacunas finales –territorios donde se fabrican o llenan y acaban las vacunas–, de ahí que el acceso al suministro regional sea clave. Países como Argentina, Brasil y México se destacan por la producción de sustancia activa y envasado de las vacunas que, posteriormente, se distribuyen a toda la región. Por el momento se discute impulsar que la región sea distribuidora de lotes para América Latina, América Central y el Caribe, con la finalidad de aumentar la cobertura de protección ante diversas variantes de covid-19 pues, tal como apuntó en una entrevista el pasado diciembre de 2021 para la CNBC la doctora Ngozi Okonjo-Iweala, directora general de la OMC, la variante ómicron ha resaltado la inequidad de acceso a vacunas en el mundo.
*Coordinadora del Observatorio de la Relación Binacional México-Estados Unidos, FCPyS UNAM, @RedPolitologas #NoSinMujeres.