OPINIóN
Morro García, otra víctima

Depresión, una pandemia oculta

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Uruguayo. Conmocionó el suicidio del atacante de Godoy Cruz de 30 años. | cedoc

El continuo estigma asociado con la enfermedad mental fue la razón por la que decidimos nombrar nuestra campaña Depresión: hablemos”, dijo Shekhar Saxena en 2017 (OMS). Resulta imprescindible sensibilizar y concientizar sobre este flagelo que azota a la humanidad de manera creciente. Promover el respeto y la dignidad de las personas que la padecen.

Es poco conocido que la depresión es la principal causa de problemas de salud y discapacidad en todo el mundo. Tanto es así que encabeza la lista de causas de enfermedad. Según estimaciones de la OMS, 322 millones de personas viven con depresión; solo entre 2005 y 2015 aumentó el 18%. Con una prevalencia del 5% en la población general, y hasta el 10% en mujeres en el posparto. ¿Quién no conoce a alguien que la padece, o la sufre en primera persona?

Una pronta detección hace a la diferencia. La depresión toma diversas formas, puede manifestarse con malestares físicos sin una causa clara, fatiga y cansancio fácil; alteraciones del sueño (insomnio o dormir mucho), pérdida o aumento del apetito, tristeza persistente a
veces muy profunda; decaimiento del estado de ánimo, angustia y ansiedad. Aparecen irritabilidad, enojo fácil. Se pierde interés en actividades cotidianas o placenteras -una reunión familiar, una fiesta, comer algo rico, practicar el deporte preferido-. Con baja concentración; indecisión; inquietud; aparecen sentimientos de inutilidad, culpa o desesperanza. En este estado la vida se vuelve cuesta arriba, y hasta se hace difícil levantarse de la cama. La persona se siente atrapada en ese círculo y aumenta el riesgo de suicidio. Pero todo esto es manifestación del trastorno, no es falta de voluntad, y se mejora con el tratamiento adecuado.

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Una pronta detección hace la diferencia. La depresión toma diversas formas, puede manifestarse con malestares físicos sin una causa clara, fatiga y cansancio fácil; alteraciones del sueño (insomnio o dormir mucho), pérdida o aumento del apetito, tristeza persistente a veces muy profunda, decaimiento del estado de ánimo, angustia y ansiedad. Aparecen irritabilidad, enojo fácil. Se pierde interés en actividades cotidianas o placenteras –una reunión familiar, una fiesta, comer algo rico, practicar el deporte preferido–. Hay baja concentración, indecisión, inquietud, aparecen sentimientos de inutilidad, culpa o desesperanza. En este estado la vida se vuelve cuesta arriba, y hasta se hace difícil levantarse de la cama. La persona se siente atrapada en ese círculo y aumenta el riesgo de suicidio. Pero todo esto es manifestación del trastorno, no es falta de voluntad, y se mejora con el tratamiento adecuado.

Conviene recordar que no es posible separar las dimensiones que nos constituyen, así la depresión es resultado de una interacción compleja de factores sociales, psicológicos y biológicos. Si bien los antecedentes familiares y la historia personal contribuyen, estar expuesto a situaciones críticas –desempleo, pérdida de un ser querido, una enfermedad severa, divorcio, entre otras– aumenta el riesgo de depresión. Tener un entorno y vínculos de apoyo son un elemento protector, por eso es tan importante promover estrategias para reducir el estrés y fortalecer el apoyo psicosocial.

La depresión es una prioridad de salud pública. La OPS y la OMS plantean barreras para el tratamiento, prejuicios, discriminación, pero también la enorme brecha que existe entre la necesidad y la posibilidad de acceso a la atención adecuada. Si bien está demostrado que la inversión en salud mental beneficia el desarrollo económico, por cada dólar invertido en tratamiento para la depresión y la ansiedad se recuperan cuatro en mejor salud y calidad de vida. El valor promedio de la partida destinada dentro del presupuesto general de salud en los países no supera el 2%, salvo escasas excepciones.

La pandemia aumenta la vulnerabilidad. Dévora Kestel, directora del Departamento de Salud Mental y Abuso de Sustancias de la OMS, cita encuestas que muestran un incremento de la angustia: 35% en China, 60% en Irán, 45% en EE.UU. Tanto es así que Antonio Guterres, secretario general de la ONU, manifestó: “Debemos actuar juntos, ahora, para hacer que la atención de salud mental de calidad esté disponible para todos los que la necesiten para permitirnos recuperarnos más rápido de la crisis de covid-19”.

 El tratamiento debe ser evaluado en función de cada persona; muchas mejoran con  intervenciones psicoterapéuticas breves o más prolongadas, otras necesitarán además un tratamiento psicofarmacológico.

Comprender que millones de personas hoy sufren depresión pone en evidencia que a cualquiera nos puede pasar. Es clave pedir ayuda y recibir asistencia para salir adelante. “La depresión nos afecta a todos”. Sin embargo, “incluso la depresión más grave se puede superar con un tratamiento adecuado”, dijo Carissa Etienne, directora de la OPS.

*Médica especialista en psiquiatría.

Producción periodística: Silvina L. Márquez.