OPINIóN
Debate

El deseo meritocrático

Cuál es el motor que llevar a buscar el reconocimiento por la sociedad

Breakin Bad 20201112
Breakin Bad | shutterstock

No suelo tener mucha paciencia cuando leo. A los saltos o en diagonal busco lo que sume comprensión a lo que vengo pensando. Sí, leí completa la entrevista de Hinde Pomeraniec al novelista Fernando Aramburu (3/10/2020). Me atrapó el sentirme acompañada en disquisiciones sobre la independencia intelectual que me encuentran evitando que lo que escribo sobre meritocracia sea secuestrado por “antis” y “pros”.

Aramburu escritor elige una perspectiva y desea un encuentro. Su perspectiva es referirse a lo colectivo desde lo individual. Su encuentro es el diálogo de reflexiones que surgen entre su mente y la de aquella persona que en soledad lo lee. Aramburu materializa esa elección y ese deseo escribiendo novelas, yo persigo esa misma perspectiva y ese mismo encuentro, escribiéndole a Ud. de forma breve, densa, pretenciosamente precisa, anche mayéutica.

Aun no leí a la socióloga inglesa J. Littler sobre los sentimientos meritocráticos. Pero fiel al fondo psicoanalítico de Buenos Aires, prefiero denominar y caracterizar la dimensión subjetiva de la meritocracia como “deseo meritocrático”. ¿Sus características? El deseo meritocrático es un motor subjetivo, individual y lábil que sufre más que lo que goza. Si bien es lábil en cuanto a su objeto inmediato, su fin mediato es la recompensa o el reconocimiento. El deseo meritocrático sostiene esfuerzos y habilidades. Es, también, un intento pagano de un mundo más justo. Sin embargo, no es exclusivo de los supuestamente honestos. Sí, es un deseo de los del medio y solo de los del medio, ni de los de arriba, ni de los de abajo.

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El deseo meritocrático es un motor subjetivo, individual y lábil que sufre más que lo que goza

¿Novelas? No, series. Algo que se repite en las de capos narcos o mafiosos es la búsqueda de la legitimidad social de sus actividades. Lo obvio es que buscan lavar el origen delictivo del dinero. Sin embargo, en la complejidad de los personajes aparece también el deseo de ser aceptados y reconocidos por la organización o por la sociedad.

En The Wire, Preston "Bodie" Broadus es un narco-dealer leal y ascendente en la Barksdale Organization. Está decepcionado. Nunca me robé un paquete, nunca delaté a nadie. Hice todo bien y me pagan mal. “This game is rigged, man (Este juego está arreglado, man)”. McNulty no dice mucho, en el Baltimore Police Department sucede lo mismo.

En Breaking Bad, el fracasado químico Walter White se arroga un nombre Nobel de guerra narco hasta alcanzar a definirse como alguien que está “en el negocio del imperio”. “Lo hice por mí. Me gustó. Fui muy bueno en eso. Y estaba realmente vivo”.

En Peaky Blinders, el patriarca de la mafia Shelby, Thomas, sostiene una fundación para la caridad y quiere ser electo congresista; la elite no lo admite y los de su clase lo ven como un traidor. No importa. “Soy un ejemplo extremo de lo que un hombre de clase trabajadora puede lograr”.

Bodie es asesinado por encargo. White y Shelby convierten su inicial deseo de ser respetados y reconocidos por la sociedad en actual y vigorosa autocomplacencia.

Mi pregunta es ¿será el deseo meritocrático un verdadero motor? Si su fuerza depende de que el otro me recompense o me reconozca ¿no es esa su debilidad? Los antihéroes encontraron su propio motor ¿Y vos? ¿Y yo? ¿Será que el juego está amañado? ¿O lo estará el deseo?

*Dra. en Filosofía. Investigadora y docente universitaria.