Los días de la pandemia han estado cargados por un aluvión de malas noticias. No obstante, las primeras vacunas contra el coronavirus constituyen el horizonte alcanzado por la ciencia. Los laboratorios productores, los gobiernos, los sistemas de salud de todo el mundo y la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) enfrentan ahora un ingente desafío: con la presente fabricación y distribución ¿las vacunas llegarán equitativamente y en tiempo oportuno a millones de personas para posibilitar el control global de la pandemia? Muchas autoridades catalogan “esencial” una pronta y masiva inmunización en toda la población mundial “por cuanto seria lo único que nos alejaría del covid-19”. Entonces, ¿cómo están las cosas?
Cantidad de vacunas por el mundo. En diversas revistas científicas de jerarquía se publicaron artículos que analizan cuándo estarán disponibles las distintas vacunas, en qué cantidad y hacia dónde se dirigirán. El Centro de Innovación en Salud Global de la Universidad de Duke, en Estados Unidos, ha revisado las compras/compromisos de compra de los distintos Estados y, según sus expertos, ello representa “una foto instantánea de cómo se reparten mundialmente las vacunas”. En ese sentido, alertaron sobre una posible desigual distribución: “Los modelos actuales predicen que no habrá suficientes vacunas para cubrir a la mayoría de la población mundial hasta dentro de dos o tres años”.
Recientemente, la revista British Medical Journal publicó que un puñado de países de altos ingresos, que concentran el 15% de la población mundial (Unión Europea, Inglaterra, Estados Unidos, Canadá, Israel, otros), han reservado a fabricantes líderes un poco más de la mitad (54%) del total de dosis de vacunas en producción por estos días. Por ejemplo, Estados Unidos ha comprado 1.010 millones de dosis para 330 millones de habitantes. Según esta publicación, el resto de los países de ingresos medianos y bajos (que representan el 85% de la población mundial) tendrán que arreglárselas con el remanente de la producción.
En la misma sintonía, la prestigiosa revista Nature reveló estimaciones similares y señaló que “países ricos apostaron por varias candidatas y compraron amplias carteras de productos a principios de la pandemia, en tanto que los países de recursos limitados tal vez tendrán que esperar un par de años para concretar la vacunación de toda la población”. Al mismo tiempo, advirtió que “algunos Estados ricos han hecho sus provisiones en demasía, por ejemplo, Canadá, que lidera con casi nueve vacunas por habitante”.
El gobierno canadiense cerró acuerdos con varios laboratorios por un total de 414 millones de dosis y tiene asegurada la mayor cantidad de vacunas per cápita del mundo, suficientes para vacunar varias veces a sus poco más de 38 millones de habitantes.
Sin embargo, y en rigor a la verdad, a pesar de reservar la mayor cantidad de dosis por persona en el mundo a través de acuerdos directos con compañías farmacéuticas, Canadá aportará una parte importante de su compra de vacunas a Covax, un mecanismo/alianza estratégica que distribuirá dosis de vacunas covid-19 de manera justa en todo el mundo.
Expertos de prestigio advierten que los acuerdos alcanzados entre países de altos ingresos y laboratorios podrían estar socavando el acceso a vacunas por parte de las naciones de bajos y medios ingresos. Si bien no es objetable que los países de recursos hayan hecho lo que estiman lo mejor para los suyos, cabría preguntarles si con este nivel de distribución, en principio no equitativa y distante de la globalización, se podrá poner fin a la pandemia o, lo que es lo mismo, ¿de qué les serviría el control de covid-19 a los países ricos si el virus siguiera circulando salvajemente en el resto del mundo siendo así una amenaza constante para sus conciudadanos?
Una luz para la distribución equitativa. En ese sentido, destacados referentes opinan que la mejor manera de salvar la mayor cantidad de vidas posibles a nivel mundial es la distribución equitativa de vacunas. Según la OMS, “mientras persista la pandemia no solo la salud se verá perturbada, sino también el turismo y el comercio, entre otras actividades económicas, y nadie estará a salvo a menos que todo el mundo lo esté. Por lo cual –dice esta organización– la guerra contra el covid-19 debe ser global”. Entonces, dado que todos los soldados que participamos en esta contienda no estamos pertrechados por igual, ¿qué está haciendo la OMS para que se libre en forma ecuánime este combate? Covax parece ser la respuesta. Pero, ¿qué es Covax?
Covax constituye una alianza estratégica entre la OMS, los fabricantes de vacunas, los países desarrollados y en desarrollo, y ciertas entidades (como el CEPI, Coalition for Epidemic Preparedness Innovations) que tiende a ser un pilar; una herramienta fundamental en el acceso a las vacunas contra el covid-19 por parte de los países emergentes.
De ese modo, al trabajar con los gobiernos y los fabricantes, constituye una iniciativa única que tratará de garantizar que las vacunas estén disponibles por igual en todo el mundo. Por intermedio de Covax, las compras anticipadas de las naciones ricas se utilizan para financiar el desarrollo de vacunas y subsidiar las dosis para los países más pobres.
La cartera de vacunas contra el covid‑19 disponible por Covax es la más amplia y diversa del mundo. Su misión es enorme y seguramente llevará tiempo. Su meta, para fines de 2021, es distribuir equitativamente 2.000 millones de dosis de vacunas que hayan logrado la autorización reglamentaria o la precalificación de la OMS. Así, por ejemplo, prevé proporcionar a África alrededor de 600 millones de dosis durante este año.
Las vacunas se ofrecerán equilibradamente a todos los países participantes, de forma proporcional a su población y dándoles prioridad a aquellos de menos recursos y que hayan tenido dificultades en el acceso directo a las dosis. Covax se convertirá así en un instrumento de equidad social.
Tal vez, en un futuro no muy lejano, el control de esta pandemia demande algo más que la disposición de efectivas y seguras vacunas. Algunos referentes han señalado que deberían suscitarse fuertes alianzas estratégicas político-científicas que apelen a la “solidaridad social” y permitan la provisión equitativa de vacunas en todo el mundo.
Por momentos, la epidemia del coronavirus parece semejarse a una selva indomable, en donde la ciencia ha comenzado a talar, con la fuerza de sus primeras vacunas, espacios entre frondosos árboles, pero, a la vez, cuando empieza a vislumbrarse el trabajo científico contra la pandemia a fuerza del hacha de sus vacunas, aparecen los rebrotes y las nuevas variantes más contagiosas del SARS CoV2 que, aunque no más virulentas, conllevan mayor mortalidad por incrementar el número de afectados.
Si bien la realidad parece seguir enfrentándonos a incertidumbres, es importante que la población comprenda que el control global de la pandemia no va a ocurrir de un día para el otro, pero algún día finalmente ocurrirá. Entre tanto, debemos seguir apelando a que el compromiso colectivo permita alejarnos del virus, a través del distanciamiento social, el uso del barbijo y el frecuente lavado de manos; medidas ferviente y mundialmente recomendadas por autoridades sanitarias, y que a veces parecen costarnos a todos.
Hasta que las vacunas alcancen a la mayoría de la población mundial y nos permitan atisbar el final de la pandemia, todas las personas debieran hacer su parte colaborando para frenarla; esta actitud puede marcar una gran diferencia en su salud y en la de quienes lo rodean, particularmente los más vulnerables. Un futuro en el que la vida vuelva a la normalidad está en el horizonte, pero tenemos que hacerlo posible entre todos.
*Profesor adjunto a cargo de Enfermedades Infecciosas de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral.