El 6 de agosto de 1945, a las 8:15 am, una bomba nuclear estallaba sobre Hiroshima. El mundo no volvería a ser el mismo y las décadas posteriores verían a la civilización humana reiteradamente al borde del abismo.
La preocupación desatada por esa “nueva normalidad” quedó tuvo por objetivo establecer una Comisión para tratar con los problemas surgidos por el descubrimiento de la energía atómica; incluyendo la necesidad de proponer medidas para la eliminación de este tipo de armas y para la implementación de salvaguardias de verificación.
El 6 de agosto de 1945, a las 8:15 am, una bomba nuclear establlaba sobre Hirosima. El mundo no volvería a ser el mismo
Si bien la frase “para que algo no funcione nada mejor que formar una comisión” puede aplicarse perfectamente a este caso, esto no impidió que fueran surgiendo otras diversas iniciativas, tendientes a buscar ponerle coto a la proliferación horizontal y vertical.
Destacan así Tratados como el de No Proliferación Nuclear y el de Tlatelolco, y mecanismos de control de exportaciones del tipo del Grupo de Proveedores Nucleares y del Comité Zangger. También vale recordar diversos acuerdos que fueron limitando la posibilidad de llevar a cabo ensayos nucleares en distintos ambientes, y acuerdos bilaterales entre las superpotencias apuntados a limitar la cantidad de armas existentes, como así también a asegurar el sostenimiento de la disuasión nuclear entre ellas.
Posteriormente, el final de la Guerra Fría dio paso a una nueva dinámica, una de altas expectativas en torno a la posibilidad de alcanzar los objetivos gemelos del desarme y el desarrollo nuclear. Esta nueva atmósfera permitió la extensión permanente del TNP en 1995 y la consolidación del régimen de no proliferación nuclear, gracias a la participación de muchos más países.
El 6 de agosto de 1945 Estados Unidos realizó el primer bombardeo atómico en Hiroshima
Lamentablemente, 30 años después de la caída del Muro de Berlín la situación es mucho menos optimista, e inclusive se han observado serios retrocesos en el andamiaje del régimen.
Es así que hace poco más de un año se dio la salida norteamericana y rusa del IFE (Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio); el 22 de mayo pasado se anunció la voluntad norteamericana de retirarse del Tratado de Cielos Abiertos; y también durante ese mes la administración Trump habría discutido la posibilidad de realizar algún ensayo nuclear en el futuro próximo (lo que rompería una moratoria vigente desde 1992, afectando definitivamente las perspectivas de la entrada en vigor del CTBT). Asimismo, en febrero próximo vence el Nuevo START (Tratado de Reducción de Armas Estratégicas), no habiendo de momento acuerdo para su renovación; y en la Conferencia de Desarme se mantiene el estancamiento de las últimas décadas.
En paralelo, la situación norcoreana e iraní nunca termina de aquietarse, e incentiva algunas voces pro armas nucleares en países como Japón, Corea del Sur y Arabia Saudita; las principales potencias impulsan la modernización de sus arsenales, con nuevas doctrinas nucleares que les dan una mayor potencialidad de uso; y las recurrentes fricciones entre EE.UU. y China, China e India, e India y Pakistán no ayudan a mejorar las perspectivas.
Finalmente, como resultado del Covid-19, se dio la postergación de la Conferencia de Revisión del TNP, piedra basal del régimen y donde en las últimas reuniones se ha visto un creciente estancamiento y la dificultad de sostener el necesario balance entre los tres pilares sobre los que se asienta (desarme, no proliferación y desarrollo nuclear con fines pacíficos).
Como resultado del Covid-19, se dio la postergación de la Conferencia de Revisión del TNP, piedra basal del régimen
A 50 años de su entrada en vigor, 25 de su extensión indefinida, y siendo la 10 Conferencia de Revisión, este encuentro resulta de particular interés para nuestro país, pues el Presidente designado de la misma es el diplomático argentino Gustavo Zlauvinen. Con gran experiencia en temáticas de seguridad internacional y en el funcionamiento de iniciativas multilaterales, tiene por delante un gran desafío que requerirá del apoyo de todas las partes interesadas en un mundo más estable. Afortunadamente, entre otros, contará con el respaldo de otro destacado Embajador argentino, Rafael Grossi, actual Director General del Organismo Internacional de Energía Atómica.
Necesitamos urgentemente ideas, estrategias y propuestas creativas, que involucren a todos los Estados posibles y trabajen en todos los niveles, por lo que lo positivo de la postergación es que da más tiempo para buscar los necesarios consensos en este contexto de incertidumbres; donde el orden multilateral aparece tan maltrecho y en el cual el Reloj del Apocalipsis se acerca cada vez más a la medianoche. Evitemos que las campanas doblen por nosotros.
*Coordinador del Comité de Asuntos Nucleares del CARI y ex Director Nacional de Política Internacional del Ministerio de Defensa.