OPINIóN
narrativa

El juego de los opuestos

Javier Milei
Javier Milei | cedoc

Más vale un imposible verosímil, antes que un inverosímil posible. O al menos eso decía Aristóteles, en el año 300 antes de Cristo. Así, nos explicaba que para que los hechos concretos del mundo fuera conocidos y recordados, necesitaban ser reconocidos y valorados por las personas. Y justamente esta es la lógica fundamental que guía los mecanismos de la oratoria persuasiva, tan importante en épocas de elecciones. 

No hay dudas: las estrategias que hoy utilizan los políticos en campaña para lograr el voto, se remontan a tiempos antiguos. Y se organizan a priori en dos actividades fundamentales: la de convencer (argumentando racionalmente) y conmover (el delicado arte de la manipulación emocional).

También aseguran que la persuasión racional, es mejor recibida por el público más instruido, y que el uso emocional de la palabra penetra con mayor efectividad en las audiencias menos favorecidas de la sociedad. Pero ahora, Invitamos al lector al juego de comprender que ocurrió con la comunicación de los candidatos en las elecciones legislativas de Argentina 2021.

El voto reaccionó rabioso ante el desacople entre la estética oficial y la realidad asfixiante.

Al ejercer un análisis de la oratoria de los candidatos;  se observa lo que en la campaña realizada hay una organización bien estructurada que puede reconocerse de manera muy clara y definida. El discurso  del oficialismo ha quedado de un lado de la “grieta comunicacional” y la oposición, del otro lado de la orilla.

La narrativa pre-PASO desplegada por los referentes y candidatos del gobierno incluyó un variopinto conjunto de recursos algo alejados de la argumentación racional: incorrección ortográfica (“a quien se le pudió ocurrir”); alusión a prácticas sexuales intrapartidarias  (“chicos, en el peronismo se g”); standup (Berni contra Randazzo y Vidal); bailecito frente a la urna. Un esfuerzo -¿coordinado?- por ofrecer una política fuera de una estructura lógica y anclada en lo lúdico, el juego. Y tal vez ese contraste fue penalizado: el voto reaccionó rabioso ante el desacople entre la estética oficial y la realidad asfixiante.

Del otro lado de la grieta, la oposición organizó un discurso más alineado a la lógica. Que comenzó minimalista, reducido. Y que fue tomando forma de denuncia más contundente, conforme se acercaban las elecciones. En un contexto complejo, ya que la atomización de candidatos por la interna de JxC ponía en riesgo la homogeneidad del relato opositor. Tal vez la insatisfacción generalizada del votante colaboró para que se percibiera una coherencia en la narrativa amarilla, que se posicionó desde la argumentación racional de la campaña.

Para completar la simetría, Javier Milei. Un outsider de la política “o no tanto- que viene construyendo su personaje desde la disrupción. Aristóteles lo miraría de reojo, porque su oratoria combina ambos sabores: Milei es capaz de citar autores, identificar falacias, construir pruebas argumentativas. Y al minuto, estalla con una emocionalidad intensa, desencajada, que puede contener improperios variados, metáforas audaces y arengas apelativas. Algo hay que rescatar de este fenómeno: ha sabido cautivar a los jóvenes y no tan jóvenes; catalizando el enojo social y el desencanto sobre la “casta”.

El nuevo mundo es así, sorprende con lo inesperado. Una PASO abúlica, con poca pregnancia en el público se ha transformado en la noticia del día y ha recobrado su brillo con miras a las elecciones de noviembre próximo. Todos tienen desafíos: JxC deberá radicalizar su discurso para sostener el voto obtenido, Frente de Todos apelará al recurso económico para volver a seducir (las palabras ya no alcanzan). Y Milei deberá decidir si continúa con su narrativa exótica o si adhiere a las formas más tradicionales del discurso político, bajo riesgo de perder eso que lo caracteriza.

Mientras tanto, celebramos que más allá de la oratoria, en la Argentina devaluada, el voto sigue siendo una moneda fuerte de cambio.

 

*Decano de la Universidad del Salvador. Autor de Hablar con los demás.