OPINIóN
nosotros contra ellos

El odio, Francisco, las grietas y los años 70

Como en gran parte del mundo, la sociedad argentina parece dividida por profundos resentimientos. Las enseñanzas del Papa y la relación con esa ira de los protagonistas de la violencia política que hundió al país décadas atrás.

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Redes. | cedoc

El Papa Francisco no deja de sorprendernos por su capacidad de captar los problemas del mundo, ponerlos en palabras y proponer caminos de salida. Su reciente encíclica, Fratelli Tutti “sobre la fraternidad y la amistad social”,  dirigida a católicos y no católicos expresa:  “En el mundo de hoy persisten numerosas formas de injusticia, nutridas por visiones antropológicas reductivas y por un modelo económico basado en las ganancias, que no duda en explotar, descartar e incluso matar al hombre. Mientras una parte de la humanidad vive en opulencia, otra parte ve su propia dignidad desconocida, despreciada o pisoteada y sus derechos fundamentales ignorados o violados”. 

Y avanza sobre una problemática relativamente nueva en el mundo. “Hoy en muchos países se utiliza el mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar. Por diversos caminos se niega a otros el derecho a existir y a opinar, y para ello se acude a la estrategia de ridiculizarlos, sospechar de ellos, cercarlos. No se recoge su parte de verdad, sus valores, y de este modo la sociedad se empobrece y se reduce a la prepotencia del más fuerte”.

Aunque no usa PC o notebook y contesta los mails en textos manuscritos, que su secretario teclea o escanea, Francisco tiene un conocimiento muy actualizado de lo que sucede en las redes y el mundo digital. Dice: “No cabe ignorar que en el mundo digital están en juego ingentes intereses económicos, capaces de realizar formas de control tan sutiles como invasivas, creando mecanismos de manipulación de las conciencias y del proceso democrático. El funcionamiento de muchas plataformas a menudo acaba por favorecer el encuentro entre personas que piensan del mismo modo, obstaculizando la confrontación entre las diferencias. Estos circuitos cerrados facilitan la difusión de informaciones y noticias falsas, fomentando prejuicios y odios”.

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Francisco describe claramente el vínculo entre el mundo digital y las políticas de exasperación que llevan al odio y la polarización extrema. Fenómeno que estamos observando en países centrales como Estados Unidos y varios de Europa, y del que tampoco escapamos nosotros.   

Grietas argentinas. Lo pongo en plural porque si bien está la grieta que todos conocemos, los mecanismos de exasperación social son tan fuertes, que dan origen a cada vez más grupos y subgrupos, que  declaran guerras localizadas y casi inverosímiles como la de  “gauchos contra veganos”. 

Por supuesto que en esto los pioneros fueron los medios de difusión, con periodistas “de guerra” de ambos lados. Algunos, con el mayor poder de fuego de los medios hegemónicos. 

Pero el fenómeno nuevo de las redes digitales agrega y multiplica las batallas de odio.

La cuarentena, producto de una pandemia mundial inesperada, se convirtió para muchos en el objeto de odio, manifestado en las redes y las calles. 

El tratamiento de la ley de despenalización del aborto reavivó otra grieta transversal. Grupos “celestes” realizan escraches a legisladores. Grupos verdes vandalizan templos católicos. Algunos “celestes” amenazan: “si hay aborto habrá guerra”.  El periodismo “verde” titula “Se movilizaron los anti-derechos”, negando el derecho a pensar diferente. 

La muerte del ídolo popular Diego Maradona dispara ardientes batallas contra los que dijeron algo en su contra, o fallaron en los homenajes. El dolor por una perdida que debería llamar al recogimiento y la tristeza se convierte rápidamente en crispación. 

Odio hacia Cristina, los k, los peronistas. Odio hacia Macri, Carrió, Larreta, los del campo y los rugbiers del Pro. Odio hacia los “políticos”. Odio hacia y desde los periodistas. 

Odio en los 70.  Se me ocurrió reflexionar si este tipo de exasperación y odio tan instalado hoy en nuestra sociedad tenía un equivalente en aquella época conocida como “los setenta”; época que derivó en altos niveles de violencia. Decidí consultar a una veintena de amigos, viejos militantes peronistas, algunos que participaron en organizaciones de lucha solo política,  y otros que estuvieron involucrados en distintos niveles de la lucha armada. 

Hice a todos la misma pregunta. Primero copié una definición de odio:  “sentimiento de hostilidad, resentimiento, rencor,  rechazo hacia alguien que provoca el deseo de producirle un daño o de que le ocurra alguna desgracia”.  Y luego, enumerando un breve listado desde yanquis, militares, oligarcas, etc, pregunte: ¿a quién odiábamos en 1970? Puse 1970  (dictadura de Ongania) porque es el momento en el cual  los jóvenes nos volcábamos masivamente a la militancia y pequeños grupos daban origen a las organizaciones armadas.  Excluyendo el post 24 de marzo, cuando el terrorismo de estado, si generó, otro tipo de sentimientos. 

La pregunta fue confusa porque afirmé algo en lo que no creía (a quien odiábamos) y suponía las respuestas, pero quise forzar la reflexión. Algunos respondieron con tres palabras; a otros les llevo varios minutos de mensaje de audio para concluir en las mismas tres palabras.

Roberto Azpeitia mandó un texto del sacerdote José Karaman, “Meditaciones con humor” . Dice: “En la jerga popular se emplean palabras como si fueran sinónimos de la ira. Bronca, calentura, mufa, etc. Y no es así. La bronca es la reacción ante una injusticia, por consiguiente, no es un pecado sino una virtud. O puede serlo. La calentura es una reacción momentánea frente a cuestiones no resueltas. Y la mufa es una manera de manifestar una disconformidad, ante las estupideces propias o ajenas. La ira, en cambio, es producto de un estado del alma, que suele terminar en odio. Es una exacerbación del espíritu fogueada por la sed de venganza”. 

Este texto ayuda a enfocar la reflexión porque varios respondieron en referencia a la bronca, que no es sinónimo de odio. Segunda aclaración, la mayoría de los entrevistados tienen origen en la militancia cristiana, y de allí, casi, tienen condicionada su respuesta. Veamos.

◆ Jaime Dri: “es difícil contestarte...porque la verdad, yo nunca usé la palabra odio”.  

◆ Juan Lenscak: “Me cuesta contestar esa pregunta. Porque la militancia no nacía del odio sino del compromiso y el deseo de construir algo mejor, más justo y equitativo”. 

◆ Víctor Espinoza: “Lo que pasa que lo nuestro era amor por un proyecto colectivo. Entonces el odio quedaba en un segundo plano”. 

◆ Nilda Minutti: “me dejaste desconcertada con esta pregunta, porque en realidad a mí no me movía el odio en los 70”. 

◆ Lolo Gomez : “recuerdo en los 60, con cinco años, ir a visitar a mi viejo en Devoto, preso por el plan Conintes; allí me explicó porqué estaba preso, me habló de lucha por la esperanza de una vida mejor. Mis viejos y sus compañeros nunca nos trasmitieron odio, solo esperanza”. 

◆ Jorge Carea: “sinceramente te tengo que decir que no me siento cercano para nada a la palabra odio”. 

◆ Federico Lanusse: “la verdad a mí me movía más el resentimiento o la bronca contra la injusticia en general, pero no me identifico con la palabra odio”. 

◆ Cascote González: “no sé si es odio la palabra, te diría bronca contra la injusticia”. 

◆ Adolfo Manson: “Creo que no conozco ese sentimiento. Sin embargo, sí le deseé la muerte por ejemplo a Videla y a algún otro”.

◆ Carlos Zavalla: “en realidad creo que nosotros odiábamos las injusticias”.

◆ Lucia Tomada: “Después pienso mejor, pero la primera respuesta que se me ocurre es que no era una cuestión de odio, casi te diría que era una cuestión de amor, queríamos que volviera Perón”.

◆ Javier Mouriño: “No me gusta la pregunta. Nuestra motivación era y es el amor al pueblo y a la patria. Nunca militamos por odio. Militamos por la justicia social”.

◆ Roberto Azpeitia: “Nosotros no odiábamos. Teníamos bronca. Yo que hice la colimba  en el 72 no odiaba a los milicos.  Eran ignorantes”.

◆ Raúl Radonich: “Me parece que estaba más mediado por la política, por lo tanto el odio como tal, o como se expresa actualmente, no se manifestaba así, aún con los niveles de violencia que existían”.

◆ Yoyo del Cabo: respondió con una anécdota: “Un día los Uturuncos bajaron a un poblado donde había una comisaría a robar las armas, y lo vigilantes estaban haciendo un chivito, se robaron el chivito y no las armas, no era odio era otra cosa”

◆ Andrés Avellaneda: “Cuando a principios de los 60 nos planteamos como única salida la lucha armada, y dimos nacimiento a las FAP, nunca lo hicimos motivados por odio, nos enojaba el atropello de las dictaduras militares y los gobiernos establecidos solo por  la proscripción del Peronismo. El odio fue siempre patrimonio de la oligarquía, de los que despreciaban a las mayorías”.

Bronca. Jorge Landau, Oscar Cuattromo, Rodolfo Briozzo, Osvaldo Amerio, Cesar Pizarro y Pancho Ozemo usaron el concepto bronca como sinónimo de odio y allí pusieron a yanquis, militares, marinos, gorilas.  

Mario Colonna, que fue secuestrado junto a su hermano, que continúa desaparecido, reflexiona: “el odio te puede llevar a matar ...pensá que en estos años podríamos haber agarrado a alguno de los represores que hemos conocido y localizado, ponerle un revólver en la cabeza y preguntarle ¿dónde está mi hermano? Pero, eso era convertirnos en lo mismo que ellos”.

Alfredo Ossorio, “Pampa” Alvaro, Pancho Orlandi  y Martin Gras, tal vez por sus historias de militancia, o por su vínculo con la docencia,  fueron quienes más esfuerzo hicieron en darme una respuesta en audios de más de cinco minutos. 

Alfredo Ossorio arrancó su explicación con la bronca a la proscripción y a la injusticia social, y concluyó: “para aquel que lucha, que combate, la palabra odio no existe. Uno siente un desprecio, la palabra desprecio sí existe, por ejemplo con respecto a aquellos que le hacen el te con leche a los de afuera, los cipayos, diríamos...”.

El “Pampa Alvaro” también empezó su explicación señalando a la oligarquía y a los militares como los enemigos, pero aclaró que “la energía no estaba puesta en la bronca y el odio, sino en lo que uno soñaba construir”.

Por su parte, “Pancho” Orlandi destacó que “nosotros luchábamos por la vuelta de Perón, el obstáculo a vencer era la dictadura militar, yo no lo siento como odio, sino como obstáculo o como enemigo...”.

Y Martin Gras, luego de una extensa explicación, dijo: “debo confesarte que en un momento en que vos estas muy metido en lo que consideras una guerra, sentís un fuerte grado de antagonismo con el enemigo al momento que vas al enfrentamiento físico (…) Pero considero que el odio no fue un factor movilizante para nosotros…aunque no fuéramos estrictamente boys scouts”. 

Tres palabras. Las tres palabras de la gran mayoría fue “no sentimos odio”. La juventud que se lanzó a la lucha en ese momento no estaba movilizada por sentimientos de odio. En términos políticos la expresión fue “odian las minorías del poder que se ven amenazadas”. Y es cierto. Pero en la sociedad, en la calle, en los bares, no estaba presente la exasperación y el odio, aunque hubiera pensamientos políticos diferentes. 

No voy a arriesgar ninguna conclusión. Mucho menos que aquello fue mejor. Todo tiempo pasado fue diferente y motiva indagarlo para que sirva de sostén al presente. 

Vuelvo a citar a Francisco: “Hoy en muchos países se utiliza el mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar. Por diversos caminos se niega a otros el derecho a existir y a opinar, y para ello se acude a la estrategia de ridiculizarlos, sospechar de ellos, cercarlos“.

Y concluye: “los héroes del futuro serán los que sepan romper esa lógica enfermiza y decidan sostener con respeto una palabra cargada de verdad, más allá de las conveniencias personales. Dios quiera que esos héroes se estén gestando silenciosamente en el corazón de nuestra sociedad.”

*Autor de “Salvados por Francisco” y “La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Perón”