OPINIóN
género

(El riesgo de) Romper los pactos

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Francia Márquez. “El racismo también atraviesa al progresismo y a la izquierda”, afirmó. | twitter

Suecia, Noruega, Canadá, Francia, México y España se definen con políticas exteriores que caracterizan como feministas. Otros países, como Argentina, están evaluando imitar ese camino. Algunas inquietudes que me surgen en esta línea, son: 1) la necesidad de romper los pactos −de silencio y negligencia− con “el amo”, reinterpretando a Audre Lorde; 2) el imperativo de no abonar al vaciamiento del significado de aquellas luchas que nos han costado (y siguen costando) sangre, vida y rebelión, y 3) el apremio de alinear la coherencia entre las agendas y políticas domésticas y externas.

Respecto a la primera urgencia, es imperioso que las feministas dejemos de ser las cariátides de las instituciones patriarcales, desde donde se sostienen múltiples formas de usurpación y explotación de cuerpos-territorios que el sistema financiero transnacional impone, y nuestros gobiernos −en connivencia con las fuerzas represivas y el Poder Judicial− avalan.  

Las mujeres, al igual que otros grupos sociales feminizados (sectores empobrecidos, migrantes, pueblos originarios y afro, colectivo Lgbtiq+), seguimos siendo percibidas como ciudadanas de segunda. A pesar de ello, la declinación a denunciar exclusiones está relacionada con el temor al disciplinamiento misógino y a los miedos a la revictimización. Incluso, la ausencia de mecanismos de (auto)defensa está ligada al no reconocimiento (individual y colectivo) de la violencia como tal: otro síntoma del éxito del orden mundial androcentrista. Esta dinámica subjetivante tiene alcance en todas las áreas donde nos desarrollamos, independientemente del nivel de formación, los privilegios de clase y el cúmulo de protocolos contra las violencias de género que ostenten nuestros contextos laborales y profesionales.

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En segundo lugar, quiero reforzar la necesidad de alertar la cooptación de Estados y empresas, que instrumentalizan nuestras demandas y justifican acciones en nombre de nuestro movimiento, actualmente el más poderoso interpelador global. “Un factor clave es recuperar los pactos de significado con las palabras, porque las palabras que tienen mayor potencial revolucionario tienen mayor riesgo de ser implosionadas”, advierte la psicóloga Cristina Lobaiza Estrada. Por ello, el concepto “feminista” es uno de los términos que actualmente más se pretende despolitizar: para vaciar de sentido el carácter insurrecto de nuestras organizaciones y disputas históricas.

En tercer lugar, respecto a la contradicción que implica la incoherencia entre agendas y posicionamientos, uno de los casos más gráficos es México. País pionero en la región en definirse como portador de PEF y que, fronteras adentro, tiene un récord en feminicidios, desapariciones forzadas, militarización y persecución política a colectivas feministas, a quienes se les adjudica la misma peligrosidad que a organizaciones criminales, relacionadas a las redes de trata y narcotráfico.

Asimismo, se hace urgente denunciar las opresiones particulares que las compañeras racializadas sufren por el colonialismo vigente en Abya Yala. “El racismo también atraviesa al progresismo y a la izquierda”, afirmó Francia Márquez, al ser recibida en Argentina únicamente por representantes del Inadi, en su gira sudamericana como candidata a la vicepresidencia de Colombia. Quizás en ese gesto haya alguna pista para comprender por qué la campaña “Eran niñas”, donde exigimos justicia por el asesinato de Lilian y María Carmen, y la desaparición forzada de Lichita, víctimas argentinas del Estado paraguayo infanticida, no tiene la repercusión esperable en un país tan emparentado con los derechos humanos como el nuestro; o por qué en ciertas coyunturas de crisis sanitaria, económica y/o política se agudiza la criminalización de determinadas identidades que desde las esferas del poder se construyen como enemigas.

“Son burócratas del género, no les duele el cuerpo”, me dijo una vez mi amiga Nati, mientras intercambiábamos indignaciones por la complicidad de algunos sectores institucionalizados. En dicho escenario, defender los pactos que embanderamos desde la dimensión política de la existencia es un acto contrahegemónico subversor de un statu quo que nos sigue violentando.

*CeGRI-IRI, UNLP. Red de Politólogas - #NoSinMujeres (@DCuartopropio).