OPINIóN
Desafíos educativos

El sueño de la educación universal

La pandemia sacó a la luz las desigualdades que se presentan en este sector. Es urgente que todos los alumnos tengan acceso a dispositivos y conectividad de calidad y formar a los docentes para los desafíos actuales

Niños estudiando frente a la computadora-20200602
Niños estudiando frente a la computadora-20200602 | Shutterstock

La historia de la educación pública moderna se puede dividir en dos grandes etapas de desarrollo. La primera se origina con algunos pensadores, como Comenio, que fantaseaba con la idea de una educación pública, organizada y sistematizada, que pudiera servir a todos los niños y niñas, y no a unos pocos.  Medio siglo después de su muerte en 1670, Federico II comenzó un programa relativamente sistematizado para que todos los niños y niñas puedan acceder a leer y escribir, considerando que estas habilidades permitirían establecer las bases para sostener el aprendizaje a lo largo de toda la vida. 

Esta primera etapa de desarrollo de la educación pública alberga a los pensadores más importantes de Europa, Estados Unidos y América Latina, visionarios de nuestro sistema actual. Entre estos se encuentran Horace Mann y Domingo Faustino Sarmiento.

Durante más de un siglo y medio, el desafío más grande de la educación pública fue el problema del acceso a la educación. En términos generales, el problema de acceso es el desafío de lograr las bases culturales y sociales para que todos los niños y niñas estuvieran escolarizados y las bases estructurales para que hubiera suficientes escuelas para recibirlos y suficientes caminos y medios de acceso para poder acceder a ellas. En este sentido, el avance de las últimas 7 décadas ha sido extraordinario: en 1946, cuando se fundó la Unesco, menos del 50% de la población global accedía a la escuela primaria. En 2015, el 86% se encontraba escolarizada.

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A pesar del sostenido avance en el acceso, el segundo desafío que conlleva enormes esfuerzos durante el último cuarto de siglo ha sido el desafío de calidad educativa. Este desafío se origina en la idea de creer que si bien la escolarización es necesaria para la sociedad, sin una educación de calidad, el éxito en el acceso a la misma no es suficiente.

Hace apenas tres meses, cualquier educador del mundo hubiera sostenido la idea de que el problema de acceso estaba casi resuelto -- aunque a decir verdad, no todos los niños y niñas del mundo aún acceden a la escuela -- pero que el problema de la calidad educativa aún persiste y es fundamental generar consensos y avances para que todas las personas puedan acceder a la mejor educación posible a lo largo de toda su trayectoria formal para luego contar con las bases capaces de sostener aprendizajes durante toda la vida.

Luego llegó la pandemia. Y el cierre de las escuelas, que en América Latina ha afectado a unos 165 millones de niños y niñas. Con la pandemia, se reavivó el monstruo de las más grandes desigualdades y las brechas de posibilidades de acceso y  calidad se han hecho más visibles que nunca: algunos niños y niñas pueden acceder a dispositivos digitales, a conecciones de internet, y a docentes adecuadamente preparados que cuentan con materiales didácticos adecuados. 

Tendríamos que haber estado mejor preparados para este momento y la sociedad entera es responsable de esta brecha

Tendríamos que haber estado mejor preparados para este momento y la sociedad entera es responsable de esta brecha. Llevamos por lo menos veinticinco años hablando de la importancia de los lenguajes y las competencias digitales. Por lo menos una década dando vueltas alrededor del problema de la conectividad universal (para que en todos los pueblos del país puedan estar conectados adecuadamente). Y no es menor el tiempo que hemos tenido para adecuar los contenidos y las formaciones docentes para que todos los maestros y maestras del país tengan la formación profesional que se merecen y los mejores diseños, contenidos y materiales pedagógicos para llevar a cabo su tarea.

Son responsables los ministerios de educación de la Nación y de cada una de las jurisdicciones. Pero también somos responsables los actores de la sociedad civil y del sector privado. Acá no ha fallado solo la gestión pública sino que ha fallado el pacto social educativo. Estamos donde estamos porque no hemos sabido comprender que el desafío de la educación de calidad es enorme y solo puede resolverse con la participación y un absoluto compromiso público-privado sostenido a lo largo del tiempo de manera ininterrumpida. 

Estamos donde estamos porque no hemos sabido comprender que el desafío de la educación de calidad es enorme y solo puede resolverse con la participación y un absoluto compromiso público-privado sostenido a lo largo del tiempo de manera ininterrumpida

Es común hablar de los casos de Finlandia o de Singapur como casos de éxito en el mundo. En ambos casos, el modelo educativo se construyó sostenidamente a lo largo de 50 años. Si Argentina hubiera sostenido un pacto nacional y multisectorial desde los años '70 hasta la actualidad, a lo mejor hoy estaríamos en otro lugar. Pero estamos donde estamos, y no tenemos tiempo para lamentar el tiempo perdido. El tiempo es ahora y de cara al futuro, debemos actuar con rapidez y determinación.

Tenemos que hacer dos cosas y las tenemos que hacer de manera urgente: tenemos que lograr que todos los alumnos y alumnas tengan acceso a dispositivos y conectividad de calidad y tenemos que lograr la más alta formación profesional para que nuestros docentes puedan navegar los desafíos actuales con confianza, capacidad y destreza.

Quienes pensaron en la educación pública sistémica hace más de dos siglos soñaron con un mundo conectado entre pueblos pacíficos que lo co-habitaban. Al frente de este movimiento se encontraba Comenio, quien creía que la única forma de alcanzar la paz entre las naciones era garantizando la educación de todas las personas en todos los pueblos del mundo. Hoy, adentrados en el siglo XXI, nos enfrentamos al enorme desafío de alcanzar una educación de calidad a la que todos los niños y niñas puedan acceder. El sueño de alcanzar la educación universal permanece, hoy, tan vigente como nunca.