OPINIóN
Columna de la UB

Las plantas ornamentales invaden a las nativas del país y amenazan a la biodiversidad

Algunas especies vegetales exóticas logran escaparse del cultivo e invadir nuevos territorios, desplazando a la vida silvestre local. Paisajistas y jardineros tienen en sus manos la solución del problema que generaron involuntariamente.

Ligustro
Ligustro. | Pixabay

Durante décadas, los jardineros provocaron un problema ambiental, sin saberlo. El uso indiscriminado de plantas decorativas, oriundas de otras regiones naturales, permitió que un número creciente de ellas se “asilvestraran”. Sin los herbívoros y patógenos que las controlan en su patria, se tornaron invasoras agresivas.

Denominamos “exóticas” a las especies originarias de otro continente o zona natural. En el caso de las plantas exóticas, algunas de ellas crecen y se multiplican en forma desmedida, ocupando una o pocas de estás el espacio donde reinaban elencos únicos de flora relacionada con la fauna local. El resultado es penoso. Paisajes singulares de alta biodiversidad se convierten en prados y bosques silenciosos, dominados por un número reducido de plantas de otros rincones del planeta.

Este proceso es uno de los cuatro grandes problemas de conservación de la naturaleza, pero el único que no tiene una solución efectiva. Lo más práctico es desalentar el cultivo de las especies invasoras y evitar el ingreso de otras nuevas con este potencial. A pesar de la contundente evidencia científica, las modas globales mantienen este descontrol. La tradición argentina de sobrevalorar lo que viene de afuera e ignorar lo propio también suma en este aspecto.

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La situación generada nos hace replantear la jardinería. Eso implica comprender que, ahora, es un problema el uso de especies exóticas ornamentales aceptadas socialmente en décadas anteriores. Los especialistas recomiendan no cultivarlas. 

Muchas veces pasa desapercibido, pero cuando traemos una planta invasora el problema estalla como una bomba en otro lugar. Quien genera la amenaza no necesariamente ve en su jardín la dimensión del impacto provocado. 

Por ejemplo, los jardines y veredas de Buenos Aires presentan ligustros (Ligustrum lucidum). Este árbol asiático invade vertiginosamente los terrenos habitados por el hombre en todo el mundo. Las reservas naturales urbanas, al ser transformadas en bosques puros de ligustros, pierden su biodiversidad, un recurso vital para la salud humana. El noroeste argentino, uno de los sitios de mayor diversidad biológica del país, está siendo dominados por el ligustro o siempreverde. Selvas maravillosas se transforman en bosques silenciosos. Allí, donde hay más de cien especies arbóreas, muchas con magníficas cualidades estéticas, la pregunta es qué necesidad había de cultivar un árbol asiático invasor.

Ligustros
Ligustros (Ligustrum lucidum).

La priorización del uso de plantas nativas es la solución. El cambio está relacionado con decisiones humanas. Por eso, el camino a recorrer está en manos de los jardineros, paisajistas y viveros que ofertan las plantas ornamentales. También es un actor clave la comunidad que demanda especies decorativas sin discriminar si son problemáticas. El inconveniente no es biológico ni por falta de conocimiento científico. Es cultural. 

En 2021, el gobierno nacional editó una lista de las principales plantas y animales exóticos que invaden el territorio argentino, generando pérdidas económicas en cultivos y disminuyendo la superficie de pasturas. Es un hito conservacionista que recibió el apoyo de los principales expertos del país. Lo que resta ahora es que cada jurisdicción provincial seleccione las especies más problemáticas en su territorio y potencie su control. Resulta estratégico el rol del Estado, ensayando el uso de plantas nativas que evitan el empleo de exóticas, así como dejando de cultivarlas en los espacios verdes públicos y viveros gubernamentales. Jardineros pioneros ya entendieron su rol en el mundo actual y están priorizando las plantas ornamentales nativas de su región. Técnicos de muchos municipios está luchando para lograr este cambio.

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Al repasar algunos casos exitosos de jardineros que promovieron en la Argentina el uso de plantas nativas, comprobamos que la solución es posible. Elegimos un antecedente fabuloso. La Sociedad Argentina de Horticultura, la entidad referente de jardinería en el país, publicó entre 1947 y 1955 una sección en su boletín que se tituló “Cultivemos lo nuestro”. Fue un aporte precursor y hoy sigue ofreciendo espacio para el tema en su revista. 

El cambio está en marcha. Las “manos verdes” que generaron un problema hoy participan en la solución. Esperamos que gobiernos provinciales y municipales sigan el camino de los jardineros pioneros con responsabilidad ambiental.

*Eduardo Haene, investigador de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Belgrano.