OPINIóN
Historia política

La batalla de Maipú, una fecha olvidada

El 5 de abril de 1818 se libra la batalla de Maipú, fecha ni siquiera recordada en nuestro ámbito, tan ríspido, que lo importante ha pasado a ser secundario.

La Batalla de Maipú
La Batalla de Maipú | Cuadro de Mauricio Rugendas

El 5 de abril de 1818 se libra la batalla de Maipú, fecha ni siquiera recordada en nuestro ámbito, tan ríspido, que lo importante ha pasado a ser secundario.

Dicha fecha conmemora la libertad total de Chile, el abrazo en los campos del Maipú de los libertadores Bernardo O'Higgins, todavía herido de Cancha Rayada y José Francisco de San Martín, que antes de esa fecha declarara solemnemente: “Nuestra causa es sagrada. Se trata de la libertad de los pueblos”.

Pueblos no todavía convertidos en Repúblicas, que representaban la vasta geografía y la multitud de etnias originarias, mestizas, españolas, africanas, euroasiáticas y criollas que poblaban aisladamente todavía, la Suramérica española.

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Como el mismo San Martín sostendría en carta a Ordoñez antes de esa misma batalla, se estaban enfrentando dos jefes militares liberales, en el sentido estricto de la palabra, opuestos mientras estaban ambos en España, a la Soberanía Absoluta de Fernando VII, dueño de la vida y la muerte de los españoles en la península ibérica y en sus colonias.

Lamentablemente tanto para San Martín como para Bolívar, también para el propio O'Higgins y para el mariscal Antonio Sucre que sería asesinado en la actual Bolivia, sus sueños se convertirán en la frase de desencanto del venezolano: “hemos arado en el mar” y con San Martín en el largo exilio del cual no regresaría a su tierra natal, lo mismo que Juan Bautista Alberdi, el tucumano autor de nuestra Carta Magna y la pluma magistral de “El crimen de la guerra", también exiliado, que terminará su vida en la miseria y olvidado por su Patria, en París.

¿Pero qué ha pasado con la libertad de los pueblos aquí y ahora? En el orden local mientras se pasan alegremente fondos ferroviarios a la capacitación de camioneros, otros añoran volver al siglo XIX y son aplaudidos mientras cuelgan símil horcas en la casa Rosada y amenazan volver por las malas, o sea, como ejemplifica, con justeza Gustavo González en su página del Diario Perfil: “Está probado que tanto oficialismo y oposición desperdician la oportunidad para hallar nuevas herramientas y recuperar para el país bienes sin declarar” y aclara: “A mayor confianza, mayor desarrollo y viceversa, siendo viceversa el caso argentino” y concluye con esta clara advertencia: “Al empobrecimiento general le suma una desconfianza adicional a la grieta…La debilidad hace que se desconfíe de todo…Y nadie más débil que la dirigencia argentina…que en el afán de seguir jugando a la grieta, puede perder a manos de algún político antisistema, que sepa sintetizar la suma de las desconfianzas”.

 

Bernardo O'Higgins y José de San Martín en
La Batalla de Maipú: el abrazo de los libertadores Bernardo O'Higgins y José Francisco de San Martín.

 

Y a nivel global es sumamente interesante el notable reportaje que le realiza Jorge Fontevecchia a la filósofa nacida en Estambul, Seyla Benhabib, de origen judío sefaradí, estudiosa del tema de la ciudadanía y el feminismo, que trata de aclarar la presencia creciente de políticos antisistema en los gobiernos de los pueblos, como los casos americanos de Trump en EEUU y Bolsonaro en Brasil.

La pensadora, que se sitúa en el paradigma temporal de la modernidad/postmodernidad, comienza aclarando que ningún ser humano puede ser considerado ilegal dado que, como sostenía Spinoza, "la condición humana es Una" pero sí que hay una cantidad creciente de indocumentados, debido a procesos que tienen como base la guerra, el hambre y el cambio climático. Y esto volviendo a lo dicho anteriormente es la pregunta de la filósofa: "¿Por qué ha desaparecido la confianza?”. Y la desconfianza, a su vez, a nivel popular es hija dilecta de tres factores: la desigualdad creciente, inclusive en los países el Norte y la desindustrialización que ha avanzado de tal manera que la era de las grandes fábricas ha finalizado en la mayoría de las regiones del globo; no olvidando lo que sostenía Al Gore en los 90, cuando advertía en su famoso video sobre el cambio climático, que a partir de ese momento se vivía una explosión demográfica que multiplicaba la población humana; que al nacimiento del que fuera vicepresidente de los EEUU era de 3000 millones y en ese momento de la última década del siglo XX ya alcanzaba los 6000 millones, prosiguiendo su crecimiento geométrico hasta nuestros días.

Seyla Benhabib se refiere también a la necesidad de un pluralismo profundo, que abarque con mirada holística las desigualdades sexuales, de color, de religión y de identidad, o sea, una democracia de las diferencias.

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Aceptando a su vez, la necesidad de una vida activa en el espacio público, criticando como Hannah Arendt, la posición de espectadores circulando en las redes sociales, recordando que teóricos eran los espectadores de la Olimpíadas en la Antigua Grecia y aludiendo a la posibilidad casi infinita de acciones humanas en ese vasto teatro cotidiano, que puede llegar a mostrarnos interconexiones y afinidades insospechadas.

Recupera Benhabib el cosmopolitismo de los estoicos griegos, que criticando la esclavitud se volvieron al Cosmos, pero aquí y ahora, sería con el sentido de habitantes del mundo, o sea: “la Tierra donde vamos a hundirnos o nadar juntos”, y un cosmopolitismo que incluya también la reflexión sobre el planeta en el que estamos y desde ya, “el derecho de las minorías culturales, identitarias, lingüísticas y sexuales a la igualdad de respeto y reconocimiento” y a un lugar en el espacio público.

En palabras de Spinoza, la manera de salir de este nihilismo atrapante, o sea, todo al valor de Nada, que vuelve a fabricar nazifascismos en el mundo, es recordar la auténtica religión, que proviene de religare o sea unión y que es tratar de confirmar día a día y noche a noche, en este pequeño globo azul en el espacio infinito, el amor al prójimo, la caridad y la justicia, convirtiéndonos de espectadores en activos actores.