Hogar se escribe con H. Humanidad se escribe con H. La letra H simboliza en química al hidrógeno, quizás la mayor esperanza que tiene el mundo para combatir los efectos del cambio climático. Es una letra que tiene forma de puente, como el que necesitamos construir entre un presente insostenible y un futuro solidario.
El hidrógeno verde puede ser una de las diagonales que atraviese esta crisis tridimensional, donde sus tres caras, la climática, la social y la financiera, conforman distintas perspectivas del mismo nudo gordiano.
Como un ejemplo de política de Estado, en el impulso al hidrógeno se fusionan políticas productivas, políticas sociales y políticas ambientales. A partir de la atracción de inversiones y la exportación, de la creación de nuevos empleos verdes, de la transformación de la matriz energética.
Así lo ven también países que representan casi el 90% del PBI global y tienen iniciativas de apoyo al hidrógeno. En la Cumbre Mundial del Clima que se inauguró en estos días en Glasgow, el 80% de los jefes de Estado mencionó al hidrógeno como área prioritaria. Tan solo la Unión Europea prevé invertir US$ 430 mil millones en su estrategia de hidrógeno 2030, cifra equivalente al producto bruto argentino.
La gravedad de esta triple crisis reclama acciones ambiciosas y urgentes. Un estudio presentado por Naciones Unidas en la COP26 muestra que cuando la temperatura aumenta más de 1,5 °C ocurren fenómenos climáticos de forma no lineal. Sequías, ciclones tropicales e inundaciones se vuelven más comunes y letales a medida que el calentamiento transgrede ese límite.
Los actuales planes de producción de petróleo, gas y carbón a nivel global duplican el nivel de emisión necesario para no superar 1,5 °C. Sin cambios drásticos en la producción de energía y en la infraestructura de transporte, el planeta tendrá un incremento de temperatura de 2,7 °C para fin de siglo, y cuatro de cada diez personas estarán expuestas a desastres naturales.
Para América Latina el panorama es aún más sombrío: la temperatura sube incluso por encima del promedio mundial. A pesar de que nuestra región es responsable del 5% del total de emisiones del mundo, es la que más ha sufrido las catástrofes climáticas, con 152 millones de víctimas en los últimos veinte años (Oficina para Asuntos Humanitarios, ONU). Según el World Risk Report, cuatro de los diez países con más riesgos de sufrir las consecuencias del cambio climático son latinoamericanos o caribeños.
El financiamiento verde actual no alcanza a cubrir la brecha estimada en US$ 700 mil millones para la transición energética de América Latina. En los últimos años, ni siquiera se ha cubierto la cifra reparadora de US$ 100 mil millones que los países desarrollados debían canalizar a la mitigación y adaptación de los países en desarrollo. Para las islas pequeñas como las del Caribe, donde la distinción entre riesgo ambiental y financiero se desvanece, el financiamiento incluso cayó 25% en la última medición de la OCDE (Climate Finance Provided and Mobilised by Developed Countries). El default climático tiene lugar sin juzgados ni intereses punitorios.
Los canjes de deuda por clima pueden ser parte de la solución para ampliar el financiamiento. Cuentan con apoyo en el Banco Mundial, el FMI y universidades de prestigio global. A través de este mecanismo es posible reducir la deuda externa bilateral, multilateral y/o privada a partir de la inversión de los recursos liberados en programas medioambientales. La experiencia en treinta países por US$ 6 mil millones fue lo suficientemente eficaz como para escalarla a mayores volúmenes y participantes.
Otra alternativa complementaria es redireccionar los derechos especiales de giro (DEG) a través de los bancos multilaterales de desarrollo, que deberían tener al menos 50% de su cartera concentrada en proyectos alineados al Acuerdo de París.
Sin finanzas saludables no puede haber ecosistemas sanos ni justicia social. La deuda excesiva y la contaminación tienen el mismo efecto desolador sobre la esperanza de futuro. A una inundación de dólares especulativos suelen seguir tormentas de crisis económicas e incendios sociales.
Es necesario edificar una nueva arquitectura financiera global bajo principios de fraternidad donde no haya lugar para la contaminación ambiental, la rapiña ni el endeudamiento tóxico de nuestras economías. Si el saqueo económico y ambiental tiene en la codicia un origen común, bien pueden compartir el mismo remedio: una combinación de multilateralismo y solidaridad intergeneracional.
Precisamos manos visibles y comprometidas con las futuras generaciones porque los frutos del esfuerzo de hoy no serán inmediatos. El individualismo extremo solo conduce al desfalco: no hay incentivos para cuidar el planeta en quienes buscan el máximo beneficio en el menor tiempo posible; un cortoplacismo que pregona la fantasía de la salvación individual y está arraigado en un egoísmo tecnócrata, que suele confundir libertad con anarquía y consumo de recursos naturales con progreso.
Desde el Consejo Económico y Social creemos que otro debe ser el camino a un desarrollo verde, sostenible, federal e inclusivo. Un camino multicolor donde nadie quede atrás y donde haya un lugar en la mesa para cada uno de los actores involucrados. En noviembre de 2020 comenzamos la tarea de convertir el complejo del hidrógeno en un nuevo vector energético creando una mesa interministerial. Pusimos en marcha el Consorcio H2.Ar, impulsamos una agenda que incluyó la participación de la sociedad civil, del sector empresarial y de la academia. Encauzamos un diálogo público-privado y la confección de tres grandes estudios que serán fundamentales para una estrategia nacional del hidrógeno, en la elaboración de un marco normativo específico y un potencial régimen de promoción.
Sumamos las voces de legisladores y gobernadores de distintas provincias y partidos políticos, junto a los embajadores de países con experiencia en energías renovables, como Alemania, Japón y Corea. También presentamos un proyecto de movilidad sustentable a partir de incentivos fiscales y tributarios para promover la inversión y la reconversión del sector automotor.
Contamos con la convicción, los recursos naturales y el talento humano para ser líderes regionales en la producción y exportación de energías limpias, para tejer redes de proveedores nacionales que agreguen valor en la cadena del hidrógeno, creen 50 mil nuevos empleos y realicen exportaciones por US$ 15 mil millones anuales.
La inversión de US$ 8.400 millones de la firma australiana Fortescue anunciada esta semana para la construcción de una planta en Río Negro da muestra de una expectativa que es compartida. También el hecho de que Japón incluyera a la Argentina entre la lista corta de países desde los que espera importar hidrógeno para alcanzar la neutralidad de carbono en 2030 (Institute of Energy Economics, Japan, Final Report 2021).
El hidrógeno es el elemento químico que más abunda en el universo. La naturaleza es sabia. Como en otras encrucijadas, nuestra casa común nos ofrece el regalo de la abundancia. La elección es binaria: o tomamos conciencia o le damos la espalda.
*Secretario de Asuntos Estratégicos Presidente del Consejo Económico y Social.