OPINIóN
Destruir lo común

Justicia: ¡peligro de extinción!

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Lago Escondido. ¿Es justo que no se pueda acceder a una zona cuyas aguas son de uso público?. | cedoc

¡Es la Justicia idiotas! Bien podríamos comenzar así esta columna en un alarde de poca imaginación, pero ciertamente de mucha evidencia en apoyo de la exclamación, o al menos, de gran verosimilitud. Argentina no deja de dar un inagotable material para pensar que allí está la clave de la debilitada democracia que tenemos. Vale la pena recordar que, en una encuesta de diciembre del 2021, realizada por Taquion, el Poder Judicial era la institución argentina que despertaba mayor desconfianza (un 83,3%) y el descreimiento en ella, un factor común a todos los colores políticos. Esto mismo ha sido confirmado una y otra vez por distintas fuentes y consultoras.

No puedo dejar de mencionar que los audios difundidos en esta última semana hacen gala también de una pornografía del poder que la hallo especialmente masculina (quizás, porque han sido mayoritariamente quienes lo han ejercido históricamente y quienes integran en su mayoría Cortes y estrados). Una forma muy masculina de ejercerlo, de ponerlo en escena y de regodearse por su tenencia. Los fanfarrones del poder, aquellos que se creen impunes porque saben que lo son, aquellos que no están dispuestos a pagar impuestos a las ganancias, pero sí a ordenar a sus amigotes “disponer” de facturas para dar cuenta de la sucia legalidad de sus actos, aquellos que hablan de la “buena predisposición” de jueces y otros vasallos para hablar de la apertura y flexibilidad ética. Eufemismos. Sí, sí, todos muchachos de buenos modales.

¿Pero qué es lo que se juega en estos hechos de descarnada inmoralidad y qué tanto indigna? Lo primero: es que la Justicia es un bien en extinción. Los lazos de la política con lo peor de la Justicia y de la Justicia con lo peor de la política, exceden por mucho el límite de la tolerancia. Lo segundo, es que es necesario, si se quiere limitar la influencia de los sótanos subterráneos del Estado y de la vida política y empresarial democratizar el único poder que aún no lo es. O lo es de una manera indirecta, no hay que olvidar que los jueces son propuestos por el Senado de la Nación y dependen de esta vinculación para avanzar en su carrera judicial (¿o política?). Sin embargo, este lazo de legitimidad democrática indirecta no alcanza. Nos debemos un debate profundo en este tema, que sea capaz de dar mayor participación y transparencia en las decisiones que se toman, que enfrente la inoperancia de los procedimientos –de un sistema que no parece estar a la altura de los cambios tecnológicos y sociales que vivimos–, y de la parcialidad de muchas de sus actuaciones. En definitiva, que sea capaz de dar vuelo a una agenda propia de temas, tópicos y derechos a garantizar y preservar más allá de la coyuntura política, de la que parecen estar siempre tan recelosos. O sólo cuando les conviene.

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En tercer lugar y no por ello de menor importancia, lo revelado por estos días y lo que sucede en Lago Escondido desde hace años –ese tesoro patagónico a merced de los grandes poderes económicos transnacionales– pone de nuevo en evidencia la importancia de los bienes comunes. ¿Es lógico, es democrático, es justo que la población no pueda acceder a una zona de la costa del lago, cuyas aguas son de uso público, y por tanto también debieran ser de libre acceso?, ¿por qué no se respeta lo que establece el Código Civil, las leyes nacionales vigentes e incluso fallos de la Justicia de Rio Negro que ha ordenado al gobierno de la Provincia la apertura del camino de Tacuifí?, ¿cuál es la lógica que allí prima? Es obvia la respuesta. Los bienes comunes son recursos naturales (el agua, el aire, el hábitat, etc.), o culturales de enorme valor que por definición están más allá de la lógica puramente privada e incluso estatal y donde no es necesario poseer el lago para poder disfrutar de sus aguas, aunque claro está deba haber un poder público que regule ese disfrute y uso para que no se convierta en un abuso.

Llegados hasta aquí, es hora de preguntarnos, si idiotas son, en su sentido original griego y tal como lo recuerda Innerarity en La política en tiempos de Indignación, los que no participan en los asuntos públicos y prefieren solo dedicarse a sus menesteres privados o idiotas son los que una y otra vez se empeñan en destruir lo público y lo común.

*Investigadora Undav/UNQ/Unpaz.