OPINIóN
ecología en pandemia

La agenda verde creció durante la cuarentena

Al principio de la crisis sanitaria se consideró que había una oportunidad para una nueva agenda verde. Sin embargo, las urgencias taparon a lo importante. Y el tema parece volver a estar relegado. Una deuda pendiente.

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Promesa que no fue. Los eventos de los incendios plantean un realidad diferente a la que parecía surgir con la aparición del coronavirus. | cedoc

Mientras muchos se sorprendían porque ante la ausencia de actividad y de turismo, las aguas de Venecia perdían turbidez y se mostraban cristalinas, desde los organismos ambientalistas alertaban sobre falsas ilusiones y mostraban que existía un contexto de turbidez que no había sido alterado, que estaba en crisis y que era una amenaza. El tema ambiental —que en la Argentina está particularmente imbrincado con el modelo desarrollo y económico— seguía constituyendo un desafío, aún durante la pandemia..

En su informe 2020, desde el FARN (La Fundación Ambiente y Recursos Naturales) advierte se preguntaba si lo ambiental debe ser política de Estado aún durante la crisis sanitaria planteada por la Covid-19. “La respuesta es sí. Porque no es posible concebir personas sanas en un planeta enfermo, necesitamos sanar nuestra casa común. “Cuidar es cuidarnos” aplica también a nuestra madre Tierra y ya no hay margen para titubeos. Mañana es tarde. La solución está en el origen del problema. El desafío y la responsabilidad por lo que vaya a suceder, está en manos de toda la humanidad. Porque lo que está en juego es su propia supervivencia”.

La pandemia llegó en un contexto de disminución de especies en todo el planeta. El Foro Mundial para la Naturaleza (WWF, es la sigla inglesa por la que se lo conoce) da algunos datos preocupantes en el informe “Planeta Vivo” de este año afirma que: “la población de vida silvestre mundial se redujo en dos tercios desde 1970 a hoy”. Esas variaciones del entorno guardan relación directa con el origen de la pandemia y con muchas de las situaciones ambientales que se viven hoy mismo en la Argentina, como la quema de pastizales e incendios.

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El informe especifica que “las enfermedades infecciosas de origen animal representan más del 60% de todas las pandemias y epidemias recientes, incluyendo COVID-19”.

El informe de FARN profundizaba, ya por entonces, en la necesidad de construir una “agenda ambiental integral”, que incluya a la cuestión social como prioritaria: “es por lo tanto una agenda de derechos en general y de derechos humanos en particular, y necesariamente se enlaza —aunque no se limita— al derecho al agua, al hábitat, a la energía limpia, a la alimentación sana, a las oportunidades y al desarrollo. El ejercicio de derechos, el acceso a la justicia y a las instituciones democráticas, completa el cuadro, para que cuidar la naturaleza y anhelar una vida digna que no cueste, precisamente, la vida”. Cabe recordar que el ingreso del virus en la Villa 31, que marcó la explosión de la enfermedad primero en la CABA y luego en todo el AMBA coincidió con una situación severa en torno al agua y una polémica entre la Nación y la Ciudad sobre responsabilidades.

Green New Deal. Desde otro sector del ambientalismo se planteó desde el mismo comienzo de la crisis, la necesidad de reformular políticas nacionales, regionales y ambientales pensando tanto en la naturaleza como en la equidad. Maristella Svampa y Enrique Viale plantearon  que: “Con todo lo horroroso que trae la pandemia, la crisis abrió un portal desde el cual se tornó posible aquello que hace poco tiempo se consideraba inviable. En esta línea comenzaron a circular diferentes propuestas globales y nacionales, que en el Sur adoptaron el nombre de Pactos Ecosociales y Económicos y en el Norte, Green New Deal. Lo central es que no se trata exclusivamente de propuestas “verdes”, sino de agendas integrales que articulan justicia social con justicia ecológica, justicia étnica y de género”. Planteaban precisamente la importancia de lo que llamaban un pacto Ecosocial y Económico con cinco puntos clave: “ingreso universal, reforma tributaria progresiva, suspensión del pago y auditoría de la deuda externa, paradigma del cuidado y reforma socioecológica radical (energética, productiva, alimentaria y urbana)”.

Desde entonces y hasta hoy, la ecología y el ambiente aparecieron en la discusión pública de distintas maneras: la grieta empobreció debates que podrían haber sido saludables. Y muchos temas que entraron en la agenda salieron sin los convenientes debates.

 

Reformismo. Alberto Fernández suele autodefinirse como socialdemócrata y reformista.  En materia ambiental, la postura podría tener un correlato en una tendencia mayor a la regulación que a la intervención. Mientras un cierto ecologismo plantearía la eliminación de ciertas prácticas, la postura del gobierno parecería ubicarse más en el control que en la prohibición. El ministro del área, Juan Cabandié tomó la agenda ecológica, aún en el contexto de la pandemia y se mostró activo en la cuestión de los incendios. Una postura que no siempre fue acompañada por un gabinete que muestra algunos signos de resquebrajamiento (y a veces, ciertas grietas).

Sin embargo, la cuestión se torna muy desafiante para un gobierno necesitado de divisisas: divisas que parecen conllevar dificultades ambientales serias: Vaca Muerta y el fracking; los alimentos agroecológicos, la minería de productos como el litio plantean cuanto menos un problema en el que a veces el reformismo no cuenta con todas las soluciones. 

Cuando el gobierno se planteó la cuestión de Vincentin, uno de los argumentos que utilizó el gobierno, el mismo presidente Alberto Fernández, fue el de la soberanía alimentaria. Soberanía alimentaria es uno de los puntos esenciales de una agenda ambiental: alimentos sanos, darle lugar a un estilo de producción de kilómetro cero, no utilizar agrotóxicos.

La ambientalista Flavia Broffoni escribió que “el cuestionamiento al modelo agroindustrial desde las ideologías políticas obsoletas que gobiernan el mundo se ejerce únicamente desde el ángulo de la propiedad: quién es más justo que sea dueño de los medios de producción, como está quedando demostrado en la puja por Vicentin.

Pero la soberanía alimentaria es otra cosa bien distinta sobre la que nadie nos preguntó: el derecho de los pueblos a decidir qué queremos sembrar y cómo queremos alimentarnos. Un concepto definido por el movimiento campesino en términos de poder sembrar de manera agroecológica, sin transgénicos ni agrotóxicos y fomentando los mercados locales y la descentralización.

La soberanía de las semillas, la soberanía alimentaria y la soberanía de la tierra están íntimamente conectadas, dice Vandana Shiva. Los productores y campesinos se endeudan para comprar semillas patentadas y agrotóxicos imprescindibles para que ese paquete tecnológico funcione”.

Los incendios. El tema ambiental volvió a la agenda con el anuncio de un acuerdo con China de una mega producción porcina. Más allá de las idas y vueltas y del anuncio de una suspensión del tema hasta noviembre, falta, cuanto menos alguna explicación mayor sobre los motivos y la seguridad ambiental que ofrece.

Si bien la cuestión sobre cómo pasó de los murciélagos a los humanos el virus quedó de alguna manera relegada en los medios, está claro que las condiciones de producció ganadera debieran al menos cuidarse.

El tema de los incendios tanto en Córdoba como el Delta es parte de la cuestión ecológica y se relaciona también con el tema ambiental. En Brasil, muchas organizaciones denunciaron cómo durante la pandemia la cuestión continuó en el Amazonas: los motivos no parecen ser muy diferentes de los que suscitaron polémica en Argentina.

El ministro Cabandié fue taxativo: ““el 95% de los focos son intencionales” refiriéndose a las quemas en Entre Ríos y manifestó que acompañará el proceso “para que los culpables vayan a la cárcel”. La cartera viene llevando una acción concreta el lugar.

La necesidad de legislación concreta en este sentido, como en el tema bosques, aparece como prioritario.

En el informe anual de FARN señalan que “los humedales son ecosistemas en crisis a nivel global, desaparecen tres veces más rápido que los bosques. La cuenca del Plata, que aloja el gran sistema de humedales de los ríos Paraná y Paraguay y hermana a cinco naciones, no escapa a esta preocupante realidad. Decisiones como las del Máximo Tribunal argentino en el caso “Amarras”, así como el trabajo y los logros de la sociedad civil a lo largo de muchos años constituyen una base de compromiso socioambiental sobre el cual seguir construyendo para revertir la reinante vulnerabilidad de los humedales”.

Esta claro que la situación previa a la crisis sanitaria se complejizó aún más con el parate económico. Y que entre las falencias productivas de la Argentina puede anotarse la deuda ambiental, el descuido de los recursos naturales. También es cierto que al comienzo de la situación sanitaria pareció abrirse a nivel global la oportunidad de reformular cuestiones. Y que desde distintos ámbitos se señala la necesidad de una transformación planetaria que contemple la urgencia ecológica, la necesidad imperiosa de tratar el tema del cambio climático, el vínculo entre animales y personas, la situación de ciudades cada vez más inequitativas y menos habitables. La pregunta aún pendiente es si realmente como sociedad se aprovechó la oportunidad para un cambio. que debe encontrar en la ética algunas respuestas.