OPINIóN
Análisis

La crucial importancia de la molestia perpetua

La lucha interna es probablemente una de las mejores herramientas de equilibrio que una persona puede tener. Y para mí… pues lucho mentalmente, lucho físicamente todo el tiempo.

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Marie Claire Ucrania. | Marie Claire

Urania not dead

Urania (Οὐρανία), la más etérea de las musas, la más aséptica y distante, es la que convierte en poetas a los astrónomos, a los físicos, a los matemáticos… La comunidad científica, esclava de la tecné, pero huérfana de mūsai, ha cerrado literalmente las puertas de sus laboratorios a las artes de Urania, que se queda fuera, e indignada, regresa al Parnaso. Los siervos de la tecnología creen no necesitarla… Sin darse cuenta, y con una musa muy cabreada, se condenan sin remedio a quedarse en la artesanía de la investigación, en la técnica del dato mondo y lirondo, de la cifra hueca, de la gráfica estadística, y del escrupuloso almacenamiento masivo de toneladas de información sin posibilidad de interpretación filosófica... Han olvidado que Urania fue la que impulsó el ánimo de los grandes astrónomos de la historia para que, más allá de traducir datos a explicaciones cósmicas, dieran otro paso y optaran a descubrir “mousiké” en las celestes esferas.

 

Música de las esferas, de Jaime Buhigas

Abro esta cuarta y última parte de mi análisis en relación a la “ética de los datos”, con una cita de Buhigas acerca del olvido que hemos experimentado respecto de Urania, la representación mitológica (griega) de la inspiración poética, y la interpretación filosófica. “Los ciervos de la tecnología creen no necesitarla”, dispara Jaime, un tanto cabreado él mismo, contra los tecnócratas de la contemporaneidad. Esto se conecta con el pedido de Fei Fei Li (parafraseado en el primer subcapítulo) de incluir ética como materia obligatoria en las carreras tecnológicas, especialmente en el universo de los programadores, los alquimistas del silicio, los insospechados “druidas” del siglo XXI.

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En relación a la oportunidad que significa fomentar una mirada más sistémica de los hechos, procesos y fenómenos, una inteligencia más estratégica y empática a la vez, un desarrollo más regenerativo, recuperar la integración entre la tecné y la mūsai se vuelve no solo deseable, sino imprescindible. Que los programadores se vuelvan más sensibles, sociales y “románticos”, por utilizar sinónimos históricos para no repetirme, significaría una barrera natural y operativa en contra de la ambición, la soberbia y la estupidez desmedida de potenciales empleadores que olvidan al prójimo en la búsqueda eterna de maximizar la rentabilidad de sus modelos de negocio.

Ya que estamos en el ruedo, promocionaría la ética y la empatía en las escuelas de negocio, las facultades de economía, en el mundo del derecho y las academias de ingeniería. Pero esto alimentaría el supuesto de que dichas plataformas de aprendizaje y gestión no fomentan tanto la ética como la empatía. No creo que sea el caso. La bondad y la sensibilidad no son monopolio de los artistas, los humanistas o los profesionales de la salud, por mencionar algunos rubros que sí se asocian naturalmente con estas conductas. Existen profesionales coherentes –ética y moralmente hablando- en todos lados, como también existen los que no lo son tantos. Hacemos hincapié en el universo de la programación porque son estos expertos los que actualmente moldean el devenir, sean o no conscientes de ello.

¿Qué pasa, entonces, con la aplicación de estas sugerencias? ¿Quién decide qué hacer, cuándo, dónde y cómo? ¿Confiamos en un fluir natural de los acontecimientos? ¿O forzamos las nuevas medidas convencidos de su aplicabilidad y, sobre todo, de sus inherentes resultados positivos? ¿Existe algún intermedio entre “dejar fluir” y forzar un evento o proceso? ¿Existe la satisfacción completa de los pueblos? ¿Se condice o condiciona con la del individuo? ¿Dónde convergen la paz con la felicidad? ¿En utopías realizadas? ¿Quién las gestiona? ¿Quién se “somete”?

Despreciamos en paz

La paz se da cuando estamos todos un poco insatisfechos, cuando se da un equilibrio de insatisfacciones nacionales.

Henry Kissinger

Lo dijo más recientemente Chris Blattman (*) en uno de los podcast de Alex Fridman: “Despreciamos en Paz”.

Y con esta premisa vuelvo a Jaron Lanier, quien acuña el concepto de perpetual annoyance, algo así como “molestia perpetua”. Según Lanier, una prueba de la verdadera libertad en el ser humano sucede cuando experimentamos, socialmente hablando, una molestia constante para y con el prójimo; pequeños desacuerdos cotidianos, fricciones con ese Otro en la calle y en la oficina, cierta frustración y/o irritación en las interacciones humanas de todos los días, por diversos motivos, los cuales no llegan a mayores y quedan en la acumulación de episodios anecdóticos.

Este tipo de dinámica –ubicua, compartida, sistémica- podría considerarse un síntoma de la libertad individual, que se vuelve colectiva cuando todos la experimentamos. En este contexto nadie está oprimiendo o siendo oprimido, y todos tienen el permiso tácito de poder expresar cierta molestia o, como dice Kissinger, insatisfacción en relación al Otro y sus conductas.

En este paradigma, el de la molestia perpetua, nos podemos dar el lujo de ser como somos, y eso hará que el Otro sienta dicha molestia: será el costo de nuestro acuerdo colectivo. Mucho peor es cuando alguien se aboga la potestad de decidir qué es molesto y qué no, qué tipo de expresiones y conductas son aceptables y cuáles no, etc. La sociedad se auto-regula y auto-administra a través del lenguaje común de aceptar dicha molestia, la cual por razones prácticas, será perpetua.

Parafraseando a Lanier: “la gente es indignante; somos todos insoportables, así que el hecho de que podamos expresar nuestras imperfecciones, manías, neurosis, temores y actos de egoísmo (entre mucho más) de manera perpetua (es decir, con constancia; sin provocar una catástrofe o desequilibrio) será un reflejo de que somos libres”.

El pacificador Iroquai

Una cultura en particular parece haber entendido este fenómeno y aplicado ciertas normas exitosas en función de ello. El pacificador Iroquai, una herramienta viva dentro de esta cultura amerindia, nos dice que la búsqueda de la paz no es simplemente la búsqueda de la ausencia de violencia, porque la paz nunca se logra hasta que se logra la justicia. Y la justicia no se logra hasta que se abordan los intereses de todos (hablaremos con más detalle de la importancia de converger en los llamados “intereses” durante el próximo y último capítulo).

El tema es que nunca terminas de abordar los problemas de todos. Siempre habrá asuntos pendientes. No se puede lograr la paz a menos que vaya acompañada de un esfuerzo constante para abordar los problemas de la justicia. Esto significa que dicho trabajo nunca terminará; será una música de fondo en el eterno diálogo de los pueblos, las instituciones y los individuos. Habrá que buscar la paz y la justicia aunque sepamos que siempre sentiremos ciertas molestias de parte de los demás. Como dice el viejo refrán: una cosa no quita la otra.

Y después está la dimensión de la paz interna la cual, paradójicamente, parece depender de la propia lucha interna. Hablando de la arrogancia implícita en algunas personas (a modo de ejemplo, Lex Fridman -su interlocutor- menciona a los premios Nobel que alguna vez entrevistó), Joe Rogan reflexiona (**):

La lucha interna es probablemente una de las mejores herramientas de equilibrio que una persona puede tener. Y para mí… pues lucho mentalmente, lucho físicamente todo el tiempo. No soy un fan de mi trabajo. No soy fan de lo que hago. Soy mi crítico más duro.

Con la lucha interna (y eterna), uno puede mantener la humildad que tan fácil es perder. Y continúa: Como comediante, necesito ese nivel de autocrítica. Es la única manera de ser bueno en lo que hago. ¡Sobre todo para un cómico! Si vas por ahí pensando que sos la bomba, jamás vas a ser verdaderamente gracioso.

 

(*) Chris Blattman es economista y politólogo canadiense que trabaja en desarrollo y políticas internacionales, así como un blogger sobre economía y política internacional.

(**) Podcast de Lex Fridman con Joe Rogan: https://www.youtube.com/watch?v=FKCJWkPehdY

Nicolás Gadda Thompson es consultor en Sustentabilidad. Facilitador de mesas de diálogo. Explorador. Surfista.