Dos son los problemas centrales que explican el estancamiento económico argentino, y ambos siguen la lógica del funcionamiento del sistema político. El primero es un círculo vicioso que impide la creación y el fortalecimiento de empresas, y el consiguiente aumento del empleo privado formal. Ese círculo se sintetiza en la siguiente lógica: más impuestos y trabas burocráticas para sostener a un estado con más empleados públicos, jubilados, planes sociales y gastos innecesarios, pero útiles para ganar elecciones en los tres niveles de gobierno. Se sigue con déficits que se financian con emisión e inflación, que a su vez se pretenden equilibrar con más impuestos y trabas burocráticas a la creación y el fortalecimiento empresario y el consiguiente efecto sobre el empleo, que asimismo obliga a más asistencia a la pobreza. Ese círculo vicioso se alimenta en los momentos de buenos precios de los commodities que exporta la Argentina, porque los excesos de recursos se despilfarran para servir a la lógica política, exacerbando ese círculo cuando los precios caen.
Así, la eterna esclavitud del corto plazo de los políticos impide concentrar la gestión y el gasto en los dos conceptos que hacen posible el desarrollo: la educación y la creación y el fortalecimiento de empresas. El segundo círculo vicioso tiene que ver con el funcionamiento del sistema federal: para los gobernadores de la mayoría de las provincias pobres, con alta dependencia del empleo público, la gobernabilidad depende de “dinero que viene de arriba”, en forma automática o discrecional y “votos que vienen de abajo”, para lo cual el más eficiente destino del dinero provincial y municipal es más empleo público y más planes sociales y clientelismo. A su vez, la gobernabilidad del gobierno nacional depende en buena medida de los votos en el Congreso, así es que se ve compelido a atender la lógica de los gobernadores de esas provincias que, adicionalmente, están sobrerrepresentados en la Cámara de Diputados.
Esa debilidad del sistema federal se da en un momento histórico en que la gestión del desarrollo económico tiene su vector crítico en el ámbito local (provincias y municipios) porque la competitividad depende del conocimiento incorporado en el sistema productivo. Y ese conocimiento requiere de la asociación, en ámbitos locales, de universidades, centros tecnológicos y sistema educativo con empresas y gobiernos locales. Todo depende de la creación, la velocidad de difusión y la convergencia de las tecnologías en pymes del conocimiento que puedan escalar en el orden internacional. Muy pocas provincias pueden incorporar la gestión del desarrollo en su agenda, y lo pueden hacer porque tienen una estructura productiva privada que genere empleo y una demanda social por esa gestión del desarrollo. Aun así, en esas provincias la gestión es débil porque la construcción de esos sistemas locales de desarrollo requiere de una “gobernanza multinivel” que cambie el sistema de incentivos de los gobiernos subnacionales y cree nuevos compatibles con “más y mejor educación” y “más y mejores empresas”.
*Economista.